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Lo que queda del mapa. Capítulo 19: Las canciones de Leonard Cohen
Leonard Cohen pasea por el mundo, a sus 74 años, su recital de canciones de amor y desolación. Viajando por España con su espectáculo de corazones entrelazados, el elegante canadiense, vital, profundo, necesario, nos susurra al oído:
Como un pájaro en un cable,
Como un borracho en un coro a medianoche
He intentado a mi manera ser libre.
Como un gusano en un anzuelo,
Como un caballero de un libro pasado de moda
He salvado todos los lazos que me unen a ti.
Cohen entró en la vida de toda una generación en 1968 con el disco Songs of L. C. y, desde entonces, nunca ha dejado de estar a su lado. Dibujó el mapa vital de nuestra juventud y alumbró a empellones su camino claroscuro. Bajó a los infiernos y regresó, armado con palabras como puños:
Yo sonrío cuando estoy enfadado
Hago trampas y miento.
Hago lo que tengo que hacer
Para sobrevivir.
Pero sé lo que está equivocado
Y lo que es correcto.
Y moriría por la verdad
En Mi Vida Secreta.
Al principio no entendíamos las letras de sus canciones aunque nos bastaba aquella voz grave y profunda, que llegaba al fondo del corazón, para comprender su mensaje de amor y rebeldía. Más tarde, cuando conocíamos ya de memoria sus letras, en realidad no importaba, porque, de una forma u otra, las habíamos vivido y las llevábamos dentro.
Ahora que volverías a ser suficientemente duro
como para sólo hablar a favor del amor,
que se vaya a paseo la política, ya
hemos probado suerte con el retorcimiento de las garras:
sólo nos sirvió de entrenamiento
para un día de verano, como disciplina
para mantener nuestra hombría, dura y caliente.
Un solo hombre libre para amar su minuto de vida
en los reinos del sol y de la carne
destruye más dolor que siglos
de leyes humanitarias y abogados.
Susurrando: Dejadme que os diga
por última vez:
Vosotros habéis hecho vuestras leyes
excesivamente duras. Buenas o malas, vuestras leyes
han hecho débiles a muchas personas, y yo
preferiría pasar mi vida en cafés a
ambos lados de la ciudad que reventar mi único corazón
en beneficio de vuestro milenio.
Los seres que amo caen entre
los contados brazos de hombres débiles y más débiles.
El pánico que se ve en los ojos de las chicas
me dice que debo hablar a favor del amor,
que debo aterrorizarme ante sus camas vacías,
ante las higiénicas filas de los monstruos que han nacido.
Fue un poeta imponente en un tiempo en el que la palabra tenía magia y valor. Y nos ayudó a entender las claves para sortear algunos naufragios. Aprendimos el camino del dolor y la desolación, y también el de la resurrección, escuchando sus dulces canciones amargas. Fue nuestro amigo, nuestro fiel aliado, nuestra mejor coartada, hablábamos con ellas por su boca:
Suzanne te lleva a su escondite, al lado del río,
Puedes oír las barcas pasando de largo
Puedes pasarte toda la noche a su lado.
Y sabes que está medio loca,
Pero ese es el motivo por el que estás allí.
Y te da té y naranjas
Venidas directamente de la China.
Y cuando tratas de decirle
Que no tienes amor que ofrecerle,
Te coge y te mece en sus brazos,
Dejando que sea el río el que conteste que siempre has sido su amante.
Y cuando Marianne llamó a la ventana y se quedó a vivir en nuestra buhardilla, nos olvidamos de rezar definitivamente, aunque llegó un día en que nos dijo hasta luego.
Todas tus cartas dicen que estás a mi lado ahora,
Entonces ¿por qué me siento solo?
Permanezco sobre una repisa
Y tu fina tela de araña
Está amarrando mi tobillo a una piedra.
L.C. es un poeta que apunta directo al corazón de su tiempo. Ha descrito como nadie ese extraño pugilato de ternura y de odio que vienen librando desde siempre hombres y mujeres. Ha vivido y vive hasta la raíz y nos lo canta con júbilo y sabiduría.
Si quieres un amante
Haré cualquier cosa que me pidas
Y si quieres otro tipo de amor
Me pondré una máscara para ti
Si quieres un compañero
Toma mi mano
Mas si quieres golpearme duro y abajo
Aquí estoy yo de pie
Soy tu hombre.
Cuando L.C. no esté sobre la tierra, ni nosotros estemos, ni quede recuerdo de sus cenizas ni tampoco de las nuestras, sus canciones imperecederas seguirán sonando en los juke-box de las tabernas galácticas.
Oh, the wind, the wind is blowing
Through the graves the wind is blowing
Freedom soon will come
Then we’ll come from the shadows…
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