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Tras las huella de la familia Veyrat en Béjar
El Bosque de BéjarIsabel López Blázquez
La comarca de Béjar, cuenta entre sus monumentos con dos que son especiales en cuanto a su entidad, no son iglesias, ni palacios, ni puentes… son jardines, hoy catalogados Bien de Interés Cultural (BIC) y por lo tanto monumentos. Uno de ellos es El Coto de Nuestra Sra. del Carmen, en Peñacaballera, un predio de cuatro hectáreas aproximadamente habitado por árboles centenarios de especies de los cinco continentes, aunque lamentablemente no hayan sobrevivido todos los ejemplares que existieron hace años. Este espectacular y mágico jardín se manda construir hacia 1871 por un aristócrata cacereño, oriundo de Ceclavín, llamado Antonio Trespalacios Orellana, tercer conde de Trespalacios y cuyo título nobiliario es concedido a su abuelo Antonio Trespalacios y López en 1819 por la unión con el linaje Orellana-Pizarro.
El otro monumento jardinístico que poseemos en la comarca es la Villa renacentista El Bosque de Béjar, que data del siglo XVI, pero que a lo largo de su existencia ha pasado por los avatares propios de cualquier bien inmueble que pervive al paso del tiempo y va cambiando de propietario por herencia generación tras generación, aunque en el caso de El Bosque, el legítimo propietario en 1869, Mariano Téllez Girón, duque también de Osuna, y Grande de España, entre otros muchos títulos que acumula, vende la villa a D. Cipriano Rodríguez-Arias Corón, un industrial y político conservador en el Senado, afincado en Béjar, que pertenecía a la nueva clase dirigente en España en aquella época de la Revolución Industrial, del auge de la burguesía frente a la desfasada aristocracia, de los avances tecnológicos como el ferrocarril y las fundiciones de hierro en moldes y como no, también de jardines victorianos y anglo-chinos (o románticos como solemos decir con frecuencia). Casualmente, Cipriano Rodriguez-Arias Corón, también es extremeño y para rizar más el rizo, también de Ceclavín.
Cipriano apenas hace innovaciones en su nueva propiedad, sus actuaciones son bastante respetuosas al igual que las de su hija Manuela, que hereda El Bosque a la muerte de su padre en 1890. Construye una capilla, quizá para liberar al palacete del oratorio que usaban los duques, construye el edifico de la caballeriza, levantan un templete nuevo de hierro en la isla del Estanque Mayor, encajan una edificación en la rampa de acceso que une la Huerta de los Bojes con la Huerta de Abajo, destinada a la protección de cultivos exóticos en el invierno y como es de suponer por la distribución de las eras antes de la restauración de 2019, a la producción de los vegetales diversos con los que adornarían los jardines, principalmente, el que conocemos hoy como jardín romántico de El Bosque, situado en la terraza inferior al Estanque Mayor, y que también fue erigido por Cipriano Rodríguez-Arias al poco de adquirir la villa.
Sobre esta zona de El Bosque y las razones del porqué habría que mantenerlo tal y como se declaró Jardin Histórico-Artístico en 1946 hay dos artículos publicados, que arrojan bastante luz sobre el contexto social y cultural que determinan, como en todos los monumentos, su existencia. Uno de ellos es “El jardín romántico de El Bosque, un hijo de su tiempo” publicado en Béjar Biz, en tres entregas, y que escribí previamente a la intervención que pretendía hacer la Junta de CyL, ya que realicé el inventario botánico de ese espacio en 2021 para uno de los proyectos en liza que finalmente no se ejecutó, por fortuna para todos. El otro artículo al que me refiero es “El Bosque de Béjar y su jardín romántico amenazado” de José Muñoz Domínguez, también publicado en Béjar Biz. Fue la realización de este inventario, la que me llevó a compararlo con la botánica existente en el hoy llamado Jardín del Conde, tras haber trabajado como jardinera en él cuatro años (2006-2010). La coincidencia en especies, incluso salvando las limitaciones de la gran diferencia de superficie entre uno y otro, ya que el jardín romántico de El Bosque ocupa la décima parte que el de Peñacaballera. Si no tuvieron el mismo autor, si tuvieron el mismo proveedor, aunque me inclino más por pensar que confluyeron ambas circunstancias.
Curiosamente, el primer plano que se conoce de este jardín es de 1871, año en el que se empieza a construir el Coto de Ntra. Sra. del Carmen a cargo de los hermanos Veyrat, pero nada o muy poco se sabe sobre quienes diseñaron y ejecutaron el jardín romántico de El Bosque.
Mi teoría es que ambos jardines fueron construidos por la familia Veyrat.
¿Quiénes eran los Veyrat?
La familia Veyrat de la que ya hablo en mi artículo de 2022 y que cito arriba, es una saga de jardineros y paisajistas hasta la actualidad, de origen francés y en España al menos, es inseparable de la historia de la jardinería desde mediados del s. XIX.
Al principio, Esteban Veyrat se dedica a transportar frutas y plantas desde Francia a través de los Pirineos, posteriormente se afincan en Valencia en 1865; se dedican a la importación y posterior distribución de planta de todo el mundo a través del puerto de Valencia, es sabido que abastecen de planta al recién construido cementerio de Totana, en Murcia, uno de los primeros cementerios hijos de la Ilustración. También diseñan y construyen jardines por encargo. Más tarde, ya a fines del s. XIX instalan su vivero en Valencia. Pese a que el cultivo en invernadero o estufa, ya era una práctica más o menos común desde el s. XVII en lugares como Países Bajos, no era algo tan extendido como en la actualidad. Los primeros viveros en España para venta al público se abrieron en Vitoria y en Valencia, y el de la familia Veyrat alcanzó gran importancia en aquella época.
Que en tan poco espacio coincidan tantas especies no puede ser azar ni se explica únicamente por ser ambos jardines de la misma tipología: cubiertas de vinca menor y yedras, variedades de arbustos de flor como celindas o simphoricarpos, palmeras de la fortuna, sequoias, cedros, cortaderias, iris, piceas, laurocerezos, libocedros, pinsapos, arces, liliáceas, bergenias…Pero lo más llamativo fue encontrar en internet una foto antigua del jardín romántico de El Bosque en el que se ve a un hombre, vestido de indiano, a lado de un macetón de madera en el que había una Musa textilis, el mismo macetón que aparece en una foto de la misma época de un catálogo de los Viveros Veyrat, si se añade que en fotos antiguas de este jardín se adivinan Laurus lusitánica, las coincidencias se hacen más obvias: la casa Veyrat proveyó de planta a Cipriano Rodríguez- Arias y posiblemente también a su hija, quien continuó la obra de su padre.
Pero, como diría un abogado, esto no son más que indicios, todo circunstancial si no reparamos en que ambos propietarios de sendos jardines eran del mismo pueblo: Ceclavín, por lo tanto se conocían y probablemente tuvieran una relación que bien les llevaba a la competición o a la colaboración: y compitieron. Así lo atestigua una publicación en 2017 de Juan de la Cruz en su blog, en el que describe las ferias cacereñas de 1913 durante las cuales la familia Rodríguez-Arias compite con otros apellidos importantes de la zona, incluido el apellido Trespalacios en la “Batalla de flores” que consistía en la exhibición de carrozas adornadas con flores de todo tipo que competían entre sí por el mejor arreglo. Aunque según avanzan los años, la relación de estas dos familias también se profundiza, ya que lejos del mito que nos enseñaban en historia en los tiempos de E.G.B, la burguesía no desplaza a la aristocracia sino que se emparentan y así ocurre durante el reinado de María Cristina y Alfonso XIII, en los que se siguen otorgando títulos nobiliarios, al igual que ocurre hoy día. Así a partir de 1915 el apellido Trespalacios entronca mediante matrimonio con el apellido Narváez, que ostenta el título del ducado de Valencia desde 1845, casándose María Josefa de Narváez y Macías con José María Diaz Trespalacios, cuyo hijo José Juan Narváez Díaz, VII duque de Valencia se casara en 1972 con Paloma Rodríguez-Arias y Espinosa, cuya hija Abigail Rodríguez-Arias es la octava y actual duquesa de Valencia. Ciertamente, en 1972 ambos jardines habían seguido caminos dispares; mientras El Bosque permanecía aún en la familia y herederos de Cipriano Rodríguez-Arias, Ntra. Sra. de El Coto del Carmen ya había cambiado de propietarios, sin embargo es innegable que la posibilidad de que la familia Veyrat trabajara para ambas familias en unas fechas tan próximas y en una zona de menos de 10km de distancia entre ambos jardines no es nada descabellada. El Bosque sigue guardando misterios por descubrir.
Fuentes:
Dialnet.
Archivo Histórico de la nobleza
Región digital Blog Juan de la Cruz de las ferias cacereñas
- ¡Menudo zasca, señor
hace 4 horas 41 mins - Pues no. Lo de "ay
hace 9 horas 43 mins - Pues ya lo sabe usted
hace 21 horas 38 mins - Lo de "todólogo" es cosa
hace 3 días 4 horas - Con lo de Todólogo te
hace 3 días 6 horas - No preocuparse que aquí ha
hace 3 días 8 horas - Creo que el Ayuntamiento
hace 5 días 5 horas - Ese derrumbe no es novedad,
hace 5 días 8 horas - Los pequeños accionistas
hace 6 días 11 horas - Da gusto leerle. Saludos.
hace 1 semana 3 horas
Muy bien, Isabel. Hacía falta contar esta parte de la historia de ambos jardines, cuestiones de las que hemos hablado mucho y también escrito. Como toda investigación jardinera (y de cualquier clase), queda bastante por desbrozar para que los indicios dejen de serlo y se muestren como pruebas. Estoy convencido de que esas pruebas han de caer muy pronto como fruta madura. En cuanto a las relaciones entre la decadente aristocracia y la pujante burguesía industrial, creo que pocas frases son más reveladoras que la que publicaba Madoz en su Diccionario de 1846 para al referirse a los empresarios textiles de Béjar: "la aristocracia de fabricantes", y sospecho que el redactor del texto no fue otro que Nicomedes Martín Mateos, buen conocedor de la historia local, de su Casa ducal y de la actualidad fabril de su propio tiempo. El mayor hacendado y contribuyente en esa época era Cipriano Rodríguez-Arias, así que podía aspirar a erigirse en nuevo duque, y no sólo por sus caudales y poder político, sino también, significativamente, por haber adquirido a la Casa ducal algunos de sus bienes más preciados: El Bosque, el escaldadero junto al Tinte y los ventisqueros de la sierra para la explotación de la nieve y el hielo. Aquel nuevo duque estaba en condiciones de disputarle el puesto a cualquier aristócrata de la zona, con más motivo si era paisano suyo como el conde de Trespalacios. Y lo último: conviene insistir en la excepcionalidad de El Bosque y El Coto dentro del Patrimonio español, dos lugares declarados BIC-Jardín Histórico que constituyen dos terceras partes de este tipo de bienes en Castilla y León (el tercero es el de La Granja), y de gran relevancia en un panorama nacional donde los jardines históricos no llegan al centenar. A ver si cuidamos ese Patrimonio como se merece. José Muñoz Domínguez
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