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Editorial nº 66. del 25/11 al 2/12/07: Tolerancia cero ante la violencia machista
Sesenta y nueve mujeres asesinadas en lo que va de año, puede que a algunas personas no les parezca una cifra exagerada, comparándolas por ejemplo con el nº de muertes por accidente de tráfico. Sin embargo aunque solo hubiera una tampoco deberíamos estar tranquilos. Ese nº de víctimas, a pesar de todos los esfuerzos realizados y del gran consenso social y político que existe en torno al tema (de hecho es uno de los pocos temas en los que los grandes partidos están de acuerdo) se ha demostrado que es muy difícil de rebajar e incluso, a pesar de todo ha aumentado respecto a 2006.
El fenómeno de la violencia de género o violencia machista (dicho con más propiedad) esta profundamente enraizado en nuestras sociedades y en otras muchas culturas en todo el mundo.
Por una parte está la mera existencia de la violencia en general. Una sociedad que vive con la violencia, que la banaliza, que la asume como algo normal, que la eleva a categoría de espectáculo de masas, no es creible cuando dice que hay que acabar con la violencia de género. Sencillamente el mensaje no es coherente. No se puede estar por una parte predicando contra la violencia de género y por otra facilitando el acceso a espectáculos violentos a casi todos los públicos y de forma casi permanente.
Por otra parte la raíz del fenómeno de violencia de género está también en la distinta valoración de los roles masculino y femenino que se hace en la sociedad. La reproducción del rol de los géneros en las tareas de hogar por ejemplo, que se reproduce generación tras generación y la distinta valoración que la misma sociedad hace de esos roles es sin duda una parte importante del problema. ¿Cómo se puede pensar que se va a respetar el papel de la mujer si no se valora su aportación a la sociedad o se minusvalora respecto al papel de los hombres?
Hay algunas personas que dicen que esto de la violencia de género es cosa de la democracia. Nada más falso. Antes lo que pasaba era sencillamente que no se conocían, ni se comunicaban los casos de violencia. Es más se corría un tupido velo, que era aceptado en general por la sociedad, alegando que esos problemas eran cosas privadas de los interesados.
Cierto es que se ha avanzado mucho en la lucha contra esta lacra. Ya no se considera menor, ni por supuesto está bien visto, ni se minusvalora el problema. Ahora bien tenemos que ser conscientes que es largo aún el camino a recorrer para acabar con ella y que depende de todos el que lo hagamos.
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La violencia, en este caso la de género, debería dolernos a todos en el alma. Hace algún tiempo, en una conferencia, alertaban a las jóvenes contra las señales de los maltratadores en potencia: "bájate esa falda, vas provocando", "no mires a nadie si vas conmigo"... frases casi "domésticas" que a las chicas les hacía gracia porque se creían más valoradas. Hay que educar a la sociedad: padres, educadores, gobernantes... todos tenemos la obligación de dar el mismo mensaje. Pero esto es un sueño, mientras existan valores diferentes para hombres y mujeres y algunos medios los abonen diariamente, la solución será tardía y asistiremos a espectáculos bochornosos y lamentables, que a todos, hombre y mujeres nos avergonzarán.
Todo esto sirve para la violencia contra los hombre,que también existe, por supuesto, aunque se dé en un número infinitamente menor.
Me temo que el número de maltratadores machistas no va a variar significativamente por más esfuerzo que se haga en educación, concienciación, etc. No quisiera elevar el maltrato machista a la categoría de enfermedad mental y otorgar al verdugo la posibilidad del eximente de responsabilidad, pero el caso se parece bastante al del número de esquizofrénicos, que permanece constante en cualquier sociedad. Aunque no nos guste, me parece que es algo imposible de erradicar o de reducir. Lo que sí puede mejorar, y mucho, es la protección a las víctimas, la prevención de los casos y la eficacia de la Ley contra semejantes conductas. No tiene sentido que muchas de las asesinadas hubieran denunciado reiteradamente a su verdugo. El tipo debería estar entre rejas a la primera denuncia y la víctima debería tener fácil un cambio radical de vida lejos de su maltratador. Ésto sí podemos cambiarlo y, como tantas otras cosas, sólo es cuestión de dinero. No seamos hipócritas y tratemos de ser eficaces: más medios y menos promesas de campaña pre-electoral. Por cierto, he visto una campaña sobre el tema que, sin renunciar al humor, va directa al meollo de la cuestión: aparece una mano con guante de boxeo sujetando un ramillete de flores junto al eslogan "El amor no es la hostia". Termino: me dedico a la educación y veo cada día cómo los roles sexistas permanecen en nuestra sociedad, lo mismo que el fascismo, el racismo y la violencia en general. Os juro que es poquísimo lo que uno puede hacer frente a ese ambiente. La Ley pura (y dura) puede hacer más. Saludos desde Segovia. José Muñoz Domínguez (D.N.I. nº 8.104.629-G).
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