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La soledad, epidemia del siglo XXI (Segunda parte)
Iván Parro
En la colaboración anterior sobre este tema (http://bejar.biz/soledad-epidemia-siglo-xxi) introducía para el debate y la reflexión un problema tan actual y en crecimiento como es el de la soledad, el cual es considerado por muchos como una de las epidemias de este siglo.
Acabé recordando la historia de Felicidad, una de tantas personas que viven solas y se sienten solas en España. Y es que en nuestro país son muchos y muchas quienes se han sentido solos o solas alguna vez. El informe de 2015 de título “La soledad en España” (que se puede consultar en la web: http://goo.gl/bWjcCX), promovido por la Fundación Axa en colaboración con la Fundación ONCE, presenta una inquietante memoria acerca del significado de la soledad y sus consecuencias y de la percepción y vivencia de la soledad en personas con alguna discapacidad.
El informe nos indica que la soledad (o loneliness) se entiende como un sentimiento complejo, ligado a múltiples aspectos, causas y significados, que se han ido modificando en el espacio, el tiempo y en los contextos en los que se ha manifestado. Su punto de partida es considerar dos dimensiones de la soledad: la soledad objetiva (vivir sin compañía de ningún tipo) y la soledad subjetiva (el sentirse solo o sola). Apuntar también que los índices sobre los que se realizó el estudio fueron los de convivencia, relación social, soledad y sociabilidad.
Dicho esto, y según sus conclusiones, apuntan a que casi dos de cada diez españoles vive solo, y de estos seis de cada diez asegura que vive solo o sola porque así lo quiere, mientras casi un 8% se considera que vive solo o sola por obligación.
Llaman la atención los resultados relacionados con el sentirse solo y el estar solo, ya que casi el 28% de los españoles que viven solos afirman no sentir ninguna soledad en absoluto, mientras que un poco más de la mitad de los que viven acompañados (52,6%) afirma que ha sentido soledad en algún momento. Este porcentaje es mucho más alto entre aquellos que padecen alguna discapacidad, y se dispara a casi el 88 por ciento el número de aquellos que aun viviendo en compañía han sentido soledad alguna vez.
Como conclusiones generales del estudio de referencia podemos citar las siguientes:
• La soledad no es equivalente a aislamiento social. Vivir solo no significa que se viva aislado socialmente, pues esto depende de circunstancias y variables como la situación laboral, el nivel educativo, el lugar de residencia o los ingresos económicos entre otros factores.
• Las nuevas tecnologías de la comunicación, con Internet a la cabeza, están modificando lo que entendemos por soledad.
• Las personas con discapacidad sienten más la soledad que la población en general, aunque aquellos que viven solos voluntariamente se sienten menos solos y menos aislados que las personas sin discapacidad, porque si surgiera algún problema pueden acudir y acuden a asociaciones o grupos de ayuda para poder solucionarlo, actitud ésta que las personas sin discapacidad no suelen llevar a cabo.
• Los españoles opinan que los grupos con mayores posibilidades de sufrir soledad son las personas mayores, los sin techo, los pobres, los parados y los inmigrantes.
• Existe un consenso mayoritario en que las instituciones públicas deberían ocuparse de la soledad, desarrollando políticas para reducirla o eliminarla, pero que es la familia quien en última instancia es la encargada de luchar contra la soledad de cualquiera de sus miembros.
Y estas conclusiones, amparadas por algunos de los datos y porcentajes señalados, marcan tendencia, como así se puede extraer también de los resultados de la Encuesta Continua de Hogares del Instituto Nacional de Estadística del año 2016, según la cual el hogar unipersonal (un miembro) creció en un 1,2 por ciento interanual, llegando a más de cuatro millones y medio los hogares para singles, en las cuales los mayores de 65 años son el grupo etario que más vive en esa situación (casi dos millones que representan un 41,7% del total), con un crecimiento del 4% desde el año 2015. Y es importante y adecuado mencionar y resaltar el hecho de que en siete de cada diez viviendas en las que residía una persona mayor de 65 años esta era mujer. En términos cuantitativos son 1,3 millones de mujeres mayores de 65 años las que viven solas en casa, frente al 12,4% de los hombres mayores de 65 años que viven solos.
Para terminar quiero hacer referencia a ciertos datos sobre los menores de 65 años que viven solos, unos 2,7 millones de personas, de los cuales seis de cada diez son hombres. En este tipo de hogares priman las personas solteras (58,2%) y las personas en situación de viudedad (47,5%).
En resumen podemos asegurar que cada vez son más las personas viviendo en soledad, son más mayores y existen menos familias. Ante este panorama cuanto menos inquietante las autoridades siguen trabajando para ofrecer una respuesta adecuada y positiva para todos los implicados. Hace un mes y medio el Secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad, Mario Garcés, en una visita a una residencia en Zaragoza, afirmó que el Gobierno iba a recoger en la Estrategia Nacional de Personas Mayores (documento en preparación) algunas medidas para romper la barrera de la soledad y evitar que aquellas personas de más edad vivan solas, a través de fórmulas que en otros países tienen cierto éxito como el cohousing o el compartir habitaciones como apuestas para solucionar o paliar este problema. Otros grupos como el colectivo “Combatir la soledad de los mayores” propuso en su informe “Aislamiento de vida en relación a los mayores” siete estrategias y recomendaciones para combatir el aislamiento y la soledad, a saber: tener en cuenta la diversidad de soledades; pasar de “hacer por” a “hacer con”; reforzar la coordinación a nivel individual; fomentar las relaciones de vecindad; reforzar el capital social; promover el intercambio intergeneracional y conservar el acceso a un sistema educativo.
Son muchas y muy variadas las alternativas que llegan desde diferentes espacios para intentar atajar un problema tan actual como es la soledad y sus consecuencias de las que ya hablamos en la colaboración anterior, pero el compromiso para ponerle solución es de todos y parte de todos, no sólo de las instituciones. Con nuestros gestos, con nuestra cercanía, con nuestra compañía podemos dar una primera respuesta a esa situación, tanto como oyentes de los problemas y necesidades que demanda este colectivo o como partícipes y protagonistas de la solución.
Este foro digital también puede servir como lanzadera de ideas para opinar acerca de la soledad y de sus implicaciones, planteando posibles alternativas o modos de solucionar la situación que sean viables y factibles, de modo que los organismos implicados puedan utilizarlas en sus programaciones, regulaciones o políticas hacia ese colectivo de gente en soledad. Por eso llamo a la participación de los lectores para que aporten su visión y cómo plantearían dar una respuesta y solucionar este problema, esta enfermedad que sigue afectando a muchos.
Cualquier sugerencia o aportación será bien recibida y con todas las que se reciban se enviará un documento a los organismos adecuados para solicitar que se tengan en cuenta esas aportaciones.
Muchas gracias de antemano por su participación y colaboración.
“La soledad es muy hermosa… cuando se tiene a alguien a quien decírselo” (Gustavo Adolfo Bécquer)
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