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El hacedor de discursos
Desde el balcón de los Ayuntamientos, en cualquier entrega de premios, en las fiestas, conferencias, plenos municipales y eventos varios, se pueden escuchar disertaciones de todo tipo y condición. Los aplausos suelen ser la recompensa a las palabras floridas y las frases rematadas.
Sin embargo, muchas veces, más de las necesarias, sentimos como el razonamiento titubea y el orador vacila. Es una buena pista para saber que le ha prestado sus servicios el “hacedor de discursos”. Sorprende que algunos predicadores cometan la felonía de ni siquiera leer el texto que van a proclamar a los cuatro vientos, que no lo hagan suyo antes de dárselo al público, que el engaño manifiesto no les duela en el alma. Sería tan fácil, así conocerían dónde pausar el mensaje o crecer el contenido. Nada importa, sólo se trata de arrojar a gritos, aunque mal timbrado, un discurso que ellos saben espléndido y armonioso. Después, los aplausos y reconocimientos, buenos apretones de manos y el papel doblado en el bolsillo; el ego en su sitio y el viento fresco, sin enterarse de nada, refrescando el sonrojo de los más avispados.
Personaje curioso este “hacedor”, a veces se le descubre en las sombras, sonriendo o con un gesto de fastidio, cuando el orador no sabe leer. Callado y encogido, nunca aplaude, sería una impertinencia aplaudirse a sí mismo. Los parabienes no le llegan a tiempo, nunca son para él.
Entonces ¿Nunca gana? Algunas veces sí, cuando hace trampa. En las arengas replicables. Contaremos el momento para ser claros y quizá justos:
El orador incauto, pagador de discursos, arroja sus ideas teatralmente escritas, duda y trastabillea, pero suenan las trompetas de la gloria y queda airoso, aunque sin convencer.
El replicante saluda sin leer, las palabras salen de su cabeza y fluyen silenciosas desde sus pensamientos hasta romperse en el aire, con voz serena y calmada, firme y convincente, como sólo puede sonar un discurso propio. Vence y convence; la atención no es reclamada, sino prestada y ofrecida sin condición.
El discursero impropio, tiene que contestar, suda y fantasea con que le de un mareo. Mira al techo para ver si hay algún trozo de cornisa desprendida que le salve el momento y se da cuenta ¡Pobre diablo!, que está sólo y debe improvisar. Busca a su “hacedor de discursos” y le encuentra en un rincón, tranquilo, relajado, invitándole a hablar con la mirada, con una leve, levísima sonrisa en el corazón.
Aclarada la voz, elevados los hombros y sacudiendo la cabeza, decide interpretar. Rebusca en su memoria palabras de otros días que suenen a verdad. Al hablar por sí mismo mete la pata, la rodilla y la cadera en su propio ojo. El público murmura y entiende la razón.
El “hacedor de discursos”, agazapado entre los pliegues fantasmales de los aplausos no escuchados, tamborilea los dedos y remueve su asiento, tiene en la cabeza todas las respuestas: correctas, entrelazadas, pautadas y hasta acentuadas. El discurso vuelve a estar elaborado, pero esta vez, demasiado lejos.
Al salir de la sala vuelve la cabeza y hace suya una frase de un poema olvidado: « ¡Dios, que buen discurso! ¡Si oviesse buen señor!»
Marina Hernández Martín
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Muy bueno, Marina,ja, ja, ja, está bien para oxigenar,entender los entresijos de la "palabra" y las actitudes que provoca en los que escuchan,( y digo escuchan, no oyen....que es diferente). Gracias por la lección , estaría bien que adjuntaras un índice completo y listado de "hacedores" y "predicadores"...si te animas ...Saludos.
Gel Borrajo
¡ Parece que Altair está creando escuela!
¿Cuál es la escuela de Altair? Quiero matricularme en ella.
Muy bueno Marina, muy bueno. Y se nota que has dado en el clavo porque se meten contigo aunque acordándose de mi.
Por cierto a mi me gustaría la lista de ambos tipos de personajes.
Intentaré reponder, despacio y con tranquilidad: Querida Gel, en la lista de "hacedores de discursos" no puedo poner nombres, sólo imaginación, porque, claro está, nunca se firman, pero, ojo, todos mis respetos para ellos, gente inteligente y buenos escribientes. En la lista de predicadores...¡Uf! sería interminable. De todas formas les pongo un 10 a los lectores del bejar.biz. Lectores entendidos y avispados. Aunque me gustaría que la situación se extrapolara a más ambientes.
Respecto a que Altair crea escuela, creo que aprender de personas inteligentes y comprometidas siempre es bueno. No es mi intención copiar a nadie, pero si lo parece, al menos que sea alguien de mi gusto. Un abrazo Altair, espero copiar también tus paseos por las estrellas, ¡Eso me encantaría!
Marina Hernández.
Marina, para enterarte un poco de los caminos de las estrellas puedes empezar por mi blog astronómico, que es poco visitado porque la gente lo que más le gusta leer es como se da el personal castañazos dialécticos y en ese blog ("Una mirada al cielo") no hay nada de eso. Y luego puedes seguir por los enlaces que tiene, algunos muy interesantes. En algún lugar del disco duro o de algún CD tengo un curso básico de astronomía, a quien le interese no tiene más que pedírmelo y lo busco.
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