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Umbrales (III)
Es “el Tiempo de Otoño”, UN TIEMPO SIEMPRE REPETIDO.
Disfruto callejeando la villa vieja atrancada y se me antoja misteriosa, preñada de secretos que escudriño en textos de “ mil novecientos” para encontrar la clave a los “dos mil”.
Hago un guiño a mi propio pasado, a sabiendas, de que cuando lo lea quien me tacha de esconder el corazón por las callejas, se dará por aludido...
De natural constante, no deseo tampoco fallar en la línea a quien leyendo estos garabatillos, les apoda de cursilerías u otras lindezas...
permítanme por favor reír...(aunque sea de mi misma), lo necesito,
necesito ampliamente, reír e IMAGINAR...
“Imagina que no hay paraíso, es fácil si lo intentas,
ningún infierno bajo nosotros, solamente cielo;
imagina a toda la gente, viviendo al día...
...pensarás que soy un soñador, pero no soy el único...”
Finaliza la melodía, pájaros de fondo...
pájaros también en mi cabeza.
“Airosas chimeneas e imponentes edificios” dominan la ciudad, pregonaba la “Memoria y Manifiesto” del Ayuntamiento en 1942. Así era y la patronal se sentía, con razón, orgullosa, dueña de la propiedad de una imagen que todavía sigue siendo para la ciudad una de sus señas de identidad más querida.
Pero no son sólo las indicaciones visuales las que componen esa imagen. Al lado de ese juego de una geometría de volúmenes horizontales y de verticales elevadas, el sonido del agua y de los telares, la presión del vapor y el ritmo de los turnos laborales que rompían la continuidad cotidiana de la ciudad, todo ello constituía la esencia de esa imagen a la que había que ver no sólo con la mirada, sino también con la memoria y la imaginación.
Hoy la desindustrialización se acepta ya como destino, muchas de las instalaciones tradicionales de la zona ribereña se han incluido en la subzona B de la zona industrial reconvertible del PGOU y al mismo tiempo, algunas de ellas quedarán afectadas por el proyecto del museo textil que está en marcha. Significa todo ello que una intervención urbanística en este sector incide directamente sobre un aspecto donde la sensibilidad constituye una parte esencial de la imagen.
...La moda última de los parques tecnológicos o de los temáticos ha dado nueva vida a todo un mundo de ruinas industriales que llegaron a verse como estorbos inadmisibles en las ciudades posmodernas...se restaura, para convertirse en otra especie de deterioro mas cruel, condenando a gran parte de su riqueza a ser encerrada en un museo para ser admirada en algunas ocasiones.
Frente a ello, otra es la respuesta que empieza a sentirse de recuperar esos “cadáveres industriales” para darles un uso dentro de la ciudad, rompiendo la vieja concepción de considerarlos un patrimonio más del pasado. Un ejemplo de este tratamiento lo constituye el Museo de la Ciencia y de la Técnica de Tarrasa, ciudad espejo para Béjar porque siempre se miró en ella para compararse. Convendría que siguiera mirándose en ese mismo espejo y lograra, como ella lo ha hecho, anular la presión de las operaciones urbanísticas que,sin duda, se harán presentes también aquí”.
(Jesús López Santamaría / Las cinco abejas. Béjar en el siglo XX)
Leo y pienso...
Aunque resulte ser insano; me pregunto, si no será fructífero dejar crecer alrededor los comentarios en la red, con naturalidad, igual que “de natural” crecen las setas en los prados... veneno y alimento amalgamado..., el éxito es la ciencia de discernir, pero está reservada solo para unos cuantos elegidos.
Se me antoja este, un otoño urgente,... tanto, como me apremia esta vieja costumbre mía de “hacerme música” y buscar la letra en la propia “letra”.
Porque es tiempo de otoño, entro y finalizo en umbrales de tardes mojadas, precedentes de noches insomnes en las que la lluvia canta a Lennon.
Mientras, la Ciudad se silencia otoñal, con una cadencia que lleva décadas oxidando sus huesos... no sé que me son mas conocidos, si mis dolorcillos itinerantes, o estos zapatos oscuros que año tras año, deambulan sobre el refugio hundido de las primeras hojas caídas...
... mantengo la música de blues de los setenta en mis oídos, los platitos de patatas compartidos... y el piano de Jhon aporreando mi alma del negro al blanco detenidamente, pincelándome a conciencia entre grises...
En tiempos como este, lo que verdaderamente me complace, es estar “en la higuera".
Las puertas cerradas en el negro espinazo de la ciudad, junto al río, sorteando los grises, esperando que otra vez el otoño nos alcance los próximos meses un próspero y níveo manto.
Gel Borrajo
(Octubre 3 de 2007)
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Como siempre amiga, acertadísima y con muy afinadas opiniones. Que más decirte... ¡ah sí! que me parece a mi que me voy a subir yo también a la higuera, total ya cumplimos el periodo de amortización y ahora lo que apetece, de verdad, es verlo todo desde el tendido pero sin querer tener ni idea de como va la faena.
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