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Dos cápsulas del tiempo en el corazón de Madrid
Existen rincones en Madrid aún vírgenes para el aluvión de turistas cotidianos que inunda sus calles. Quizá resistan al invasor por una fracción de tiempo, lo justo para que caigan sumidos en el olvido o bajo la chequera de los compradores chinos o rusos, ávidos de construir centros comerciales o edificios de veinte plantas acristalados, el último grito de la arquitectura. Aunque estén en el corazón mismo de la capital de España y en algunas ocasiones hayamos pasado rozando, sin fijarnos siquiera, por delante mismo de sus puertas, siguen encerrando cápsulas del Madrid capital del mundo. De aquella ciudad titubeante, sucia y pueblerina, en el que un “agua va” se escuchaba a cada poco y los pícaros y los matarifes hacían su agosto con los incautos que osaban poner un pie en sus callejones angostos, poco queda hoy. Quizá en la memoria y en los dramas de Calderón y Lope, las Novelas Ejemplares de Cervantes y la saga del Capitán Alatriste de Pérez-Reverte, con la sombra siempre dispuesta a batirse en duelo del diestro con las palabras y la espada don Francisco de Quevedo y Villegas pululando por los rincones decimonónicos de las obras de Galdós.
Los monasterios de las Descalzas y de la Encarnación, propiedad de Patrimonio Real, bien merecen una visita. Una inmersión en ellos y en su historia vale más que la lectura de las novelas al peso de dudosa calidad literaria que hoy inundan las estanterías de las librerías. Es mejor decantarse por los clásicos… Mejor dicho, la lectura de los clásicos y este tipo de visitas son absolutamente complementarias e indispensables a la hora de adentrarse en la Historia de la Edad Moderna. Asombra comprobar en el callejero dónde se encuentran ambos enclaves.
Uno, el de las Descalzas, o de Nuestra Señora de la Visitación, pues tal es su nombre verdadero, se sitúa en las traseras del Corte Inglés de Preciados, junto a la Puerta del Sol. De hecho el centro comercial se edificó en los huertos de dicho monasterio. El de la Encarnación está próximo al anterior, aunque si nos ponemos meticulosos es cierto que se yergue más cerca del Teatro Real y del antiguo Alcázar de los Austrias, con el que se comunicaba a través de un pasadizo cubierto al modo y manera de la morada del duque de Lerma (de quien tomó tan excelente invento) en dicho pueblo vallisoletano. Así el monarca y su corte podían acceder a las misas del monasterio sin bajar a las calles donde la miseria campaba por doquier. Ojos que no ven, corazón que no siente.
Ambos monasterios fueron fundados por reinas de la Casa de los Austria: el de las Descalzas por Juana de Austria, hermana de Felipe II y reina viuda de Portugal; el de la Encarnación por Margarita de Austria, esposa de Felipe III y reina de España. Si el primero se construyó en el palacio de un tal Alonso Gutiérrez en 1559, el segundo hizo lo propio sobre el de los marqueses de Pozas en 1616, y aunque el primero respetó, más o menos, la vieja construcción reutilizando el viejo patio como claustro, el segundo se edificó de nuevas aprovechando el buen saber constructivo del arquitecto Gómez de Mora, el adalid del barroco madrileño del siglo XVII. Dicho esto, es innegable que se aprecian similitudes entre ambos pues, al fin y al cabo, sirvieron para el exilio forzado o voluntario de las mujeres nacidas en la Casa de Austria. El monasterio de las Descalzas es buen ejemplo de ello. Sus primeras moradoras fueron María y Juana de Austria, las dos hermanas de Felipe II, ambas viudas, una de Maximilaino, emperador de Alemania, y otra del rey Juan Manuel de Portugal. A partir de entonces muchas hijas ilegítimas de reyes e infantes, y viudas de la casa real se encerraron entre sus muros. Aunque pertenecieran a insignes familias, y más por ello mismo, las mujeres eran tratadas como monedas de cambio en el complejo tablero político de Europa. Sus casamientos eran asunto de estado y servían para afianzar dominios dentro de las poderosas familias reales. Una vez viudas solían ser devueltas a sus reinos de origen, bien para casarse de nuevo, bien para enclaustrarse como monjas, o vivían en sus países de acogida si así lo decidían sus hijos, los futuros soberanos. En el caso de las dos fundadoras, María lo decidió así y a Juana no le quedó más remedio por imperativo de su padre, el emperador.
Los tesoros que guardan ambos edificios son dignos de reseñarse: bustos de Pedro de Mena, la orfebrería más rica que imaginarse pueda, sobre todo en forma de relicarios (impresionante es el que se guarda en el monasterio de la Encarnación), esculturas de Gregorio Fernández, cristos de marfil filipinos, retablos grandes y pequeños, tapices flamencos regalados por la gobernadora de los Países Bajos e hija de Felipe II Isabel Clara Eugenia, frescos de Francisco Bayeu, retratos de Pantoja de la Cruz o Sánchez Coello, etc. Quizás lo que más impresione de uno y de otro es la pequeñez y austeridad de las estancias, similares a las habitaciones de Felipe II en El Escorial, sus pasillos pequeños y estrechos, con los sempiternos zócalos de azulejos de Talavera y el suelo de adobe cocido. Del de las Descalzas me quedo con su escalera principal, decorada con frescos barrocos del siglo XVII, en el que se representa a la familia real asomada a un hipotético balcón: Felipe IV y la reina Mariana de Austria junto a la rubia y pálida infanta Margarita, la protagonista inolvidable de Las Meninas. Del de la Encarnación con la sala de los relicarios, una estancia abigarradamente decorada con armarios barrocos que albergan cientos de estos ejemplos de orfebrería. Entenderemos esta profusión si decimos que Felipe II fue un gran coleccionista de huesos de santos que iba acumulando en el monasterio de El Escorial. Tal afición fue heredada por su hijo, Felipe III, y su nieto, Felipe IV. Allí se venera la famosa reliquia de la sangre de san Pantaleón que solo se licúa una vez al año, el 26 de julio, víspera de su fiesta.
Un consejo práctico para quienes deseen hacer un viaje en el tiempo: es mejor adquirir la entrada por adelantado en la página web de Patrimonio Real porque las visitas se organizan a través de pequeños grupos y de manera guiada. No es extraño hacer varias intentonas y fracasar en el mismo día por estar todo completo.
Carmen Cascón Matas
- Cuando un votante del PP ve
hace 6 horas 56 mins - Pues a ver si dimiten
hace 21 horas 41 mins - Pero esto no era un invento
hace 1 día 4 horas - Pues yo no lo he escrito
hace 1 día 4 horas - Están rezando para que haya
hace 2 días 2 horas - Cuidado que esta Puri al
hace 3 días 1 hora - En Bejar vamos a la
hace 3 días 1 hora - Qué sentido tiene gastar
hace 3 días 18 horas - Sí, la estación se
hace 3 días 18 horas - 5 de marzo a las 19:50
hace 3 días 19 horas
Un patrimonio artístico importante que, en muchas ocasiones, es valorado más por los visitantes ocasionales que se trazan su itinerario, que por los propios habitantes del lugar. Siempre digo que para hacer turismo y conocer una ciudad son precisos un buen plano con las rutas a seguir, una cámara fotográfica y tener reservada una habitación de hotel. O bien, ser el encargado de llevar en visita cultural a un grupo de alumnos. Las cosas se suelen valorar mucho más cuando no se tienen a mano a diario.
Saludos, Carmen.
Cayetano.
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