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Aburrimiento y Madrid no son compatibles en Navidad
Miente quien afirma que Madrid es aburrido en Navidad, miente o es que vive allí y huye de la afluencia masiva de turistas, de los ríos inacabables del gentío ávido de luces de colores, de compras sin aliento, del inaguantable sentimiento de huir de la soledad solo porque se está rodeado de gente, del tráfago incesante de cadenetas, árboles navideños, papá noeles y reyes magos con contrato por horas. Parece que la felicidad se desborda a raudales, por cada poro, en cada semáforo, aunque la realidad no pueda borrar la presencia de los sintecho, los mendigos apostados en cada esquina, los manteros exhibiendo su prohibida mercancía con un ojo atento al cliente y el otro a la presencia de la policía.
Los que habitamos en zonas rurales ansiamos subsumirnos en la maquinaria engrasada de las grandes ciudades, desaparecer en el mapa anónimo de caras de la capital, poder salir sin cruzarnos a cada poco con alguien conocido y obviar así el saludo recurrente. Depilarnos el pelo de la dehesa de vez en cuando, ver “otros mundos” supone un ejercicio relajante y sano, aunque visitar Madrid sea como estar en casa, habida cuenta de que lo que hoy sirve para cambiar de aires es partir a EEUU o a Rusia o a Shangai o a Thailandia o a Laponia, por obra y gracia de la falta de trabajo o para encontrar cada vez más lejos la vida que deseamos.
Pero, volviendo a Madrid, la Navidad parece especial por allá, quizá porque el consumismo nos impele a buscar centros comerciales más grandes y lujosos, quizá por el encanto de la Plaza Mayor y sus tenderetes tradicionales de figurillas de belén, quizá por saborear los bocadillos de calamares rebozados y las porras en el desayuno, quizá por visitar las exposiciones y los museos.
Nadie puede afirmar que se aburre en Madrid y menos en estas fechas, por lo menos en cuanto a cultura se refiere. Una exposición dedicada al genio de Julio Verne y los avances científicos surgidos de su imaginación se exhibe en el espacio “Fundación Telefónica”; un monográfico sobre la obra del artista francés de la primera mitad del siglo XIX, Ingres, se expone en el Museo del Prado, al igual que otras dos sobre el pintor extremeño del siglo XVI, Luis de Morales, y al mecenazgo de la corte de Carlos III; el Museo Thyssen ofrece una muestra titulada “La ilusión del Lejano Oeste” con la particularidad de centrarse en pintura norteamericana del siglo XIX, y otra dedicada a Eduard Munch y sus personajes atormentados; en el Teatro Fernán Gómez el visitante tiene la oportunidad de admirar la reconstrucción fiel y a tamaño real de parte de las estancias del Titanic; en el Centro Cibeles, al margen del tradicional belén, se puede aprender sobre la relación entre Manuel de Falla e Ignacio Zuloaga, compositor y pintor, en la exposición “Manuel de Falla e Ignacio Zuloaga: historia de una amistad” o sobre la pintura de un genio del Arte, Wasily Kandinsky; sin olvidar CaixaForum, que esta vez se decanta por “Mujeres de Roma. Seductoras, maternales, excesivas” o Alvar Aalto y su arquitectura orgánica; un belén, y napolitano, es que el que nos dejan ver en el Palacio Real; o Fundación Mapfre que, en su sala de Recoletos, desentraña la pintura posimpresionista del francés Pierre Bonnard.
En esta agenda no pueden faltar las visitas al cine, con la saga Star Wars como epicentro, los musicales (¿otra vez El rey León?), los teatros, la música y la ópera. ¿Y por qué no volver a retomar la lista de museos o lugares emblemáticos que nos faltan por conocer? ¿Por qué no acercarnos hasta el recoleto Museo del Romanticismo, o al sueño de un carlista en el Museo Cerralbo, o a la colección Lázaro Galdiano, o al Museo de Tapices, o al Museo del Traje en Ciudad Universitaria, o quizá a la estación de Delicias y su Museo del Ferrocarril, o al parque de El Capricho que tiene que ver un poco con Béjar, o la casa-museo Sorolla, un rincón de Andalucía en el corazón de Madrid, o a la Casa de Lope de Vega, o a la del Ratoncito Pérez, o a los monasterios de la Encarnación, las Descalzas y las Salesas, o a la ermita de San Antonio de la Florida a rendirse ante Goya, o al Museo Naval, o al Museo de Cera, a reírnos un poco de los famosos de ahora y de siempre, o al recién remodelado Museo Arqueológico Nacional, o a la Biblioteca Nacional y su aroma a libro viejo?
Me canso de tanto enumerar. La tecla de la coma del teclado del ordenador empieza a fallar y me conmina, quiera o no, a concluir con tanto barullo de sitios y planes. Lo dicho: en Madrid no se puede aburrir uno y aún menos en Navidad.
Carmen Cascón Matas
- Cuando un votante del PP ve
hace 6 horas 56 mins - Pues a ver si dimiten
hace 21 horas 41 mins - Pero esto no era un invento
hace 1 día 4 horas - Pues yo no lo he escrito
hace 1 día 4 horas - Están rezando para que haya
hace 2 días 2 horas - Cuidado que esta Puri al
hace 3 días 1 hora - En Bejar vamos a la
hace 3 días 1 hora - Qué sentido tiene gastar
hace 3 días 18 horas - Sí, la estación se
hace 3 días 18 horas - 5 de marzo a las 19:50
hace 3 días 19 horas
Muchos sitios hay, en efecto. Muchas cosas que ver. Y público variopinto para todo. Y lo suele valorar más quienes no residen en la capital.
Un saludo navideño.
Cayetano.
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