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Desde el muro
Fiestas 2007Debajo de mis pies corría la verbena. Yo, sentada en el muro, distraía los pensamientos que debí dejar en casa y que se empeñaron en seguirme. Unos iban vestidos de fiesta, otros de melancolía, a todos los mandé a las casetas, a tomar una copa de malibú piña, este brebaje sagrado los mantiene a raya y ellos ni se enteran. Mientras tanto sonaba la orquesta “Diamante” moviéndonos el cuerpo y sacudiendo nuestro sueño.
Pronto estaba en un mundo extraño pero agradable, parecía una película de Almodóvar: la música flotando en el aire, en la acera cercana los chavales peleando con el futbolín, entre el ruido de los pequeños jugadores sobresalía el ¡GOL! que se mezclaba con los aires de “María la Portuguesa”, niños muy pequeños jugando a bailar y padres bailando para después jugar. Como no podía ser de otra manera, el punto de melancolía se asomó a mi ventana y noté las ausencias, aunque mirando a la izquierda vi la sonrisa de la pequeña Pocahontas, mi sobrina de 5 años, con sus coletas al aire de un lado a otro, palmeando mi pierna con lo que ella creía el ritmo de la música; así se levantaron las nubes lo suficiente como para disfrutar de la noche, más bien de madrugada. Sentí que la película sería un éxito.
El último día de los festejos, a la salida del Teatro Cervantes, con tanta gente contenta por la actuación que acabábamos de ver, alguien habló a mi lado de “la fantasía de las fiestas”, con un puntito de pena porque se acababan y un mucho de alegría porque acababan bien, muy bien diría yo. Nos fuimos a fantasear con los fuegos artificiales. Los amigos miraban el cielo, sus caras reflejaban los colores de la pirotecnia y la satisfacción del deber cumplido, unos organizando los eventos y otros disfrutando de ellos.
Retomamos nuestras ocupaciones, aunque nunca las dejamos del todo; en el parque me vuelvo a encontrar con los corredores maratonianos que buscan el abrigo de las primeras horas para castigar cuerpo y alma con las carreras matutinas. Escucho de nuevo las ruedas mochileras de los alumnos de Filiberto Villalobos que me saludan cada mañana, más por costumbre que por conocimiento, el reconocerse todos los días a la misma hora crea vínculos. Me pitan y regañan, otra vez, los conductores malhumorados por atravesar la calle por donde no debo, siempre me sobresaltan pues voy medio dormida, creo que ellos también ¡Un poco de caridad, hermano, que estoy empezando el día!.
Ya no hay cacharritos de feria, ni puestos multicolores en el parque y los picos de las casetas van desapareciendo. Para muchos la sonrisa ante el recuerdo del cansancio acumulado por el disfrute de las fiestas, para unos pocos el guiño de las hadas y el arco-iris de los elfos. Para mí, un poco de todo.
Marina Hernández Martín.
- Como no podía ser de otra
hace 20 horas 29 mins - Tu alternas poco.
hace 1 día 1 hora - Pues muy fácil. Que los
hace 1 día 18 horas - Berlanguiano. La pregonera,
hace 2 días 17 horas - Llano Alto.
hace 2 días 17 horas - También es muy agradecida
hace 2 días 17 horas - ¿Y tú qué querías? Venga
hace 2 días 20 horas - Guardas un minuto de
hace 3 días 5 horas - Que pasa con la Cerrallana
hace 3 días 20 horas - A mi me parece correcto
hace 4 días 2 horas
La próxima vez que cruces por un paso indebido, te echo la bronca. JEFA
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