El hombre invisiblePuede que en el futuro se consigan envolturas que hagan invisibles los objetos que sean cubiertos por ellas. Ese podría ser un logro muy espectacular si se progresa en un nuevo conjunto de conocimientos que se ha bautizado con el nombre de plasmónica.
La plamónica estudia los movimientos ondulatorios que se pueden originar en los electrones libres de la superficie de los metales. Los electrones libres son los electrones que se desprenden de los átomos que constituyen cualquier cuerpo y se mueven por el interior de ese cuerpo como si, en conjunto, fueran un gas dentro de él. Los metales tienen dentro de sí muchos de esos electrones libres y, en ciertas condiciones, la parte próxima a la superficie de los metales de esa especie de gas de electrones libres puede comprimirse y descomprimirse, y se forman así ondas de electrones libres que se propagan por la superficie, parecidas a las ondas del agua al tirarle una piedra. Precisamente esas ondas se llaman plasmones, y se llama plasmónica a los conocimientos que se van adquiriendo sobre ellas. El nombre se lo puso el grupo del Instituto de Tecnología de California que se dedica a su estudio.
Los plasmones, es decir, las ondas de compresión y descompresión de los electrones libres, se consiguen por medio de luz de una determinada longitud de onda que se dirige sobre ellos. Como la luz es campo eléctrico que oscila, resulta que se puede hacer que los electrones libres se compriman y descompriman al ritmo que les marque el campo eléctrico, al ritmo que les marque la luz.
Solo con esto, algunos ya han empezado a pensar que se podría hacer invisible un cuerpo si se logra absorber la luz que proceda de detrás de él por los plasmones que esa luz genere en su superficie, y regenerar la luz, de nuevo, por delante. Para un observador el cuerpo parecería transparente o absolutamente invisible, todo depende de la perfección del método. Pasaría como cuando uno se da de lleno con unas puertas de cristal demasiado limpio. Como la luz de detrás del cristal lo cruza, vemos lo que hay detrás y no el cristal.
En un cuerpo invisible por plasmones la luz no pasaría a través del cuerpo, como ocurre en el cristal, sino que lo rodearía, pero el efecto sería el mismo: veríamos lo que hay detrás del cuerpo y parecería que no hay nada entre nosotros y lo que hay detrás de él.

Hablar de objetos invisibles es, sobre todo, para llamar la atención, porque hay posibles aplicaciones mucho más útiles, en particular para interconexiones más rápidas en microprocesadores, pues la longitud de una onda de los plasmones es mucho menor que la de la onda de luz de la misma frecuencia, lo que disminuye, por ejemplo, las longitudes necesarias de los conectadores de los microprocesadores. Si se tiene en cuenta que los microprocesadores se utilizan ya, no solo en los ordenadores, sino en casi todo aparato que decida algo, lavadoras icluidas, y no digamos los coches, resulta que la mejora nos afecta a todos.
También se espera que tengan aplicación para aumentar el rendimiento de los diodos que emiten luz, los LEDs, los fotodiodos, esos casi puntitos con los que se hacen los hombrecitos que andan en los modernos semáforos. Se espera que den tanta luz como las lámparas normales. Eso sí sería ahorro de energía.
En las aplicaciones médicas también se piensa, pero de momento, todas son esperanzas, fundadas, pero esperanzas.
La foto es de Roberto Carlos Redondo. La ha titulado “El hombre invisible”.