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Patrimonio industrial y vivienda de protección oficial: ¿Términos irreconciliables?
Dos experiencias recientes me impulsan a compartir con los lectores bejaranos esta reflexión acerca de las posibilidades de un Patrimonio Industrial que, en nuestra ciudad, es tan codiciado por los gángsteres locales del ladrillo como infravalorado o ignorado por el paisanaje, salvo honrosas excepciones.
1.- Roma, 29 de junio de 2007. En una apresurada visita panorámica por la Roma Antigua con mis alumnos, nuestra guía destaca la presencia de un conjunto de depósitos de hierro y hormigón entre el Tíber y la Vía Ostiense (uno de ellos muy similar al de Salamanca, vergonzosamente derribado en 2002). Entre otras cosas, nos informa de que son testimonios importantes del Patrimonio Industrial de la ciudad y que se remontan a principios del siglo XX. En sus inmediaciones, camino de las Termas de Caracalla, se encuentran joyas de la Antigüedad como la pirámide de Cayo Cestio, la Porta San Paolo y las murallas aurelianas, que merecieron explicaciones equivalentes.
2.- Segovia, 2 de julio de 2007. Durante un tranquilo paseo por las orillas del Eresma en compañía de mis padres, constato la excelente rehabilitación de una fábrica del siglo XIX, reconvertida en un interesante conjunto de viviendas sin la menor alteración externa del edificio original. Junto a la fábrica discurre el río y un delicioso paseo fluvial con merenderos a la sombra de una espesa vegetación de ribera, todo a escasos metros de la Vía Roma, que conduce al Acueducto circunvalando el Barrio de San Lorenzo.
Ya en casa, me intereso por conocer algo más sobre esta intervención y en la reciente guía de arquitectura de Segovia (Miguel Ángel CHAVES MARTÍN, Segovia. Guía de Arquitectura, Colegio de Arquitectos de Castilla y León, Segovia, 2006), encuentro algunos datos que me parece importante reseñar. Se trata de una antigua fábrica de harinas, resultado de la ampliación y mejora realizada por los hermanos Carretero entre 1880 y 1890 en un molino anterior a 1856. La intervención actual sobre dicha fábrica consistió en una respetuosa rehabilitación de las naves antiguas para acondicionarlas como Viviendas de Protección Oficial y fue llevada a cabo entre 1987 y 1995 por los arquitectos Alberto García Gil, José Antonio Berdugo, Ángel Yagüe Domínguez y José María Yagüe Matas.
El autor de la guía destaca el valor de la intervención en el panorama arquitectónico de Segovia con las siguientes palabras:
“...no sólo se ha recuperado un espacio degradado de la ciudad, sino también el mantenimiento de una imagen fabril, típicamente decimonónica, de indudable interés arquitectónico y urbano.”
Y concluye con algunos datos y observaciones clave:
“Los espacios industriales se tuvieron que adaptar a los nuevos usos para vivienda, pero respetándose volúmenes, huecos y paramentos, así como la presencia de la chimenea, convertida ahora en hito referencial de un conjunto significativo de arquitectura, planteado como una interesante doble respuesta a la proyectación de viviendas sociales mediante la rehabilitación de tipologías históricas y elementos de la arqueología industrial.”
Me parece muy significativo que el Patrimonio Industrial tenga cabida incluso en la modalidad más apresurada de visita turística (el tour panorámico en autocar) a una ciudad desbordante en tesoros artísticos e históricos de todas las épocas como lo es Roma: entre San Pablo extramuros y las Termas de Caracalla, hubo unos instantes dedicados al Patrimonio Industrial romano. Igualmente significativo resulta el ejemplo de Segovia. Salvando las distancias, la pequeña Roma castellana ha sabido conservar un ingente Patrimonio Cultural diverso y de primer orden (no en vano goza de la declaración de Ciudad Patrimonio de la Humanidad) en el que, junto a grandes monumentos como el Acueducto, la Catedral o el Alcázar, no falta el más antiguo e importante testimonio del Patrimonio Industrial español: el Real Ingenio de la Moneda (contemporáneo del Tinte del Duque, miserablemente derribado en 2001), lo que no impide que otros elementos de menor entidad puedan ser adecuadamente conservados, rehabilitados y puestos en valor, como la mencionada fábrica de harinas. Por supuesto que no todo es de color de rosa en el tratamiento que esta ciudad dedica a su valioso Patrimonio, y habrá ocasión para hablar de algunos casos lamentables, pero por regla general puede calificarse de correcto e incluso ejemplar, como el caso de estas viviendas sociales.
Gracias a una inteligente adaptación al nuevo uso, Segovia no ha perdido un inmueble característico de su pasado industrial y se evita ocupar y urbanizar más suelo con nuevas promociones, de forma que todos salimos ganando: promotores, residentes y ciudadanos en general. En las fotografías que aporto se puede comprobar que los edificios no han sido derribados total ni parcialmente para obtener un solar, ni tampoco han sido ampliados o recrecidos con más plantas. Las únicas alteraciones son reversibles y se han producido en el interior, tras su necesaria redistribución para adaptarlos al nuevo uso residencial. Además, la nave más pequeña ha sido acondicionada como sede de la asociación de vecinos del barrio de San Lorenzo. Quiero recordar que no es éste el único caso de reconversión del Patrimonio Industrial en vivienda. En el folleto publicado por el Grupo Cultural San Gil (Algo más que chimeneas. El Patrimonio Industrial de Béjar, 2003) se hace referencia a una intervención similar realizada en una fábrica textil de Tarrasa, y habrá otros ejemplos de los que por ahora no tengo noticia.
En los casos de Roma y Segovia se da la curiosa coincidencia de que la riqueza en Bienes Culturales no es obstáculo para conservar y valorar un Patrimonio tan incomprendido como el Industrial. No por tener más se descuidan estos bienes en ambas ciudades. En la nuestra no poseemos tal acumulación patrimonial, aunque tenemos la fortuna de contar con varios Bienes de Interés Cultural de indudable interés (como el Conjunto Histórico de Béjar y los Monumentos del Palacio Ducal y la Plaza de Toros) y otro de excepcional valor (el Jardín Histórico “El Bosque”), ninguno de los cuales está recibiendo el respeto que merecen por parte de los sucesivos gobiernos municipales, que han permitido -cuando no ejecutado- verdaderas aberraciones en ellos. Pero es que además, en nuestro caso, la proporción del Patrimonio Industrial frente a otros tipos se invierte: disponemos de muchos más inmuebles industriales que, por ejemplo, Segovia, casi todos ya inventariados y valorados por el Ministerio de Cultura a través del Instituto del Patrimonio Histórico Español (IPHE), y el único proyecto para tan valioso conjunto consiste en el derribo para allanar suculentos solares donde edificar nuevos (y horrorosos) bloques de viviendas con los que seguir especulando alegremente.
Dirijo estas reflexiones hacia los arquitectos que trabajan en Béjar, pues todavía confío en que su honestidad profesional les incite a un saludable cambio de rumbo (lejos de los gángsteres del ladrillo) en el que puedan ser más Arte que parte, en vez de cómplices del desastre como hasta ahora. También me dirijo a la nueva Corporación Municipal, a la que veo capaz de impulsar ese cambio precisamente a través de la promoción de Vivienda de Protección Oficial en inmuebles industriales. Si ha sido posible en Segovia, ¿por qué no en Béjar?
Imagínense ustedes el magnífico conjunto de naves situado entre los puentes Viejo y Nuevo respetuosamente rehabilitado para uso residencial en la modalidad de Vivienda Pública y la propia isla de La Aliseda transformada en el centro de un paseo fluvial y recreativo en el que la vegetación natural de ribera (alisos, sauces, álamos...) sea respetada y conservada, a diferencia del nefasto proyecto con que amenazaba la corporación anterior.
En Segovia es una realidad.
José Muñoz Domínguez / DNI 8.104.629-G
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