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Una proposición revolucionaria
Rosa María Artal – Comité de Apoyo de ATTAC España
De repente, se enciende la luz y uno ve la solución. A gran parte de nuestros problemas, sí. La política es el tercer problema para los españoles en progresivo ascenso. Nos hacen mucho daño sus decisiones, nos obligan a pagar durísimamente una crisis que no provocamos (salvo al elegirlos para que no supieran solventarla a favor de la ciudadanía a la que encarnan). Mientras, les vemos discutir sus prebendas en el Olimpo en el que viven gracias a que las Constituciones democráticas estipulan que la soberanía del pueblo se ejerza por medio de representantes. De no ser por nosotros, seguirían de registradores de la propiedad, o de esposas de millonarios o de lo que fuera que ejercieran como actividad laboral. Si la tenían. Pero carecen de memoria, como les sucede a los votantes.
Ciertamente, nos ocurre que les vemos y oímos en exceso. No sé en qué momento de la historia, los políticos pasaron de ganarse con hechos y noticias el aparecer en los medios –que así sucedió en la Transición, cuando empecé a ejercer el periodismo-, a estar en ellos de forma perenne. Hoy son requeridos para opinar de todo lo que se mueve. Y por cupos.
Se diría que los medios se han convertido en oficinas de prensa de los partidos en permanente campaña electoral. Hoy todo se opina, apenas se informa, y la sociedad se surte de los sentimientos subjetivos más acordes con su gusto, sin tener en cuenta la realidad. Y no es objetividad tampoco servir un “éste dice, el otro dice” –en el mejor de los casos- y yo ficho rápido mi salida del periódico, radio o televisión que los informes y hemerotecas son una antigualla.
Parece que hay consenso en nuestro disgusto por la política actual -y por el periodismo actual-, y un creciente número de personas comprometidas anda viendo cómo encontrar una salida que acabe con tanto despropósito. Aquí se acerca ya la proposición revolucionaria.
No nos confundamos, la política es imprescindible en un sistema democrático. Con toda suerte de tropiezos y errores, la humanidad la busca desde los griegos, cinco siglos antes de la Era cristiana. Para dignificar el papel del ciudadano, de un ser libre sujeto a derechos y deberes. Para regular una actividad humana que busca gobernar y dirigir la acción del Estado en beneficio de la sociedad. ¿A que se diría que lo hemos olvidado? Esos gobernantes marionetas o cómplices del poder económico, parece que sí. De cualquier forma, el sistema se muestra tan corrompido que ya no sabemos si nos situamos ante la famosa disyuntiva del fin del franquismo: ruptura o transición.
La solución en todo caso está en el tejado de la sociedad, como siempre debió ser. La democracia no es sólo votar cada 4 años, y no lo es hacerlo, irracionalmente, al que más “nos gusta” o nos dicen que nos guste, al que menos idioteces dice, o –por el contrario- al que más, manipulando los bajos instintos primarios.
Pues bien, el PP presume de tener 800.000 afiliados, el PSOE ronda los 300.000 en un cálculo optimista e IU 55.000. No serán muchos más los de los partidos nacionalistas y otras formaciones. Estas personas son las que deciden, de alguna manera, qué políticos se presentan a los distintos puestos de decisión. Como mucho 1.300.000 para 46 millones de habitantes. Con la legislación actual, fundar un partido nuevo representa una odisea, no hay hueco para él en la España atada y bien atada. Por tanto, una salida imaginativa sería la afiliación masiva a las grandes formaciones. Para volverlas del revés, sanearlas, quitarles la caspa y la polilla. Con la ayuda de tantos cuantos entraron a trabajar por los demás y se ven hoy aprisionados en el sistema. No es la política la que falla, son las personas que se han fabricado un irreal paraíso particular, alejado de sus votantes. Vivimos momentos críticos en el mundo, sólo desde el poder se puede promover un cambio drástico. De todo. Lo “revolucionario”, hoy, en mi opinión, es enderezar el camino torcido. Recordar que el poder era nuestro –de todos, no solo de los ricos privilegiados- y retomarlo con el compromiso de buscar el bien común. Desde donde debe ser: desde la política.
http://rosamariaartal.com/
- Es costumbre de los
hace 3 horas 20 mins - Y no podrian hacer algo mas
hace 4 horas 7 mins - Me sumo a este comentario y
hace 4 horas 19 mins - En esta propaganda y saraos
hace 4 horas 55 mins - ¿Mañueco tiene todo ese
hace 15 horas 24 mins - El Ayuntamiento se gastará
hace 23 horas 6 mins - Martin asiste , oye pues
hace 23 horas 7 mins - En el 2019 estaban otros
hace 1 día 1 hora - Se lo encargara a la empresa
hace 1 día 6 horas - ¿Se imaginan que la empresa
hace 1 día 18 horas
Está meridianamente claro,que la pretensión de todo político,es llegar al poder.No importa si legal o ilegalmente,(ese es otro cantar),y una vez situados en el trono o poltrona,es fácil acometer todo el cambio de leyes que creen oportuno principalmente a su imágen y semejanza,y sin tener jamás en cuenta a aquéllas personas que les dieron su voto y que confiaron en ellos con el fin de mejorar su situación,a tenor de una serie de mítines preelectorales y programas,que una vez situados en el poder,se olvidan de lo prometido,haciendo bueno aquéllo de "donde digo digo,digo diego".Para justificar lo que digo,basta remitirnos a grabaciones realizadas durante la campaña como las del señor Montoro,quién decía:"No subiremos los impuestos,tampoco bajaremos los salarios" e infinidad de lindeces incumplidasy lo que es peor aún,ni rectifican ni reconocen sus previsiones erróneas.El objetivo,era llegar al poder.
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