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Las necesidades humanas y el futuro mejor
Por cualquier ángulo que se mire, el hombre no es más que un ser social. Un ser humano no es nadie solo; a menos que imite a Tarzán y se convierta en hombre-mono. La vida en sociedad es inherente a las agrupaciones de humanos. Y las desigualdades entre ellos también lo son. Histórica y prehistóricamente estamos hablando de lo mismo: algunos lo tienen todo, otros algo y muchos no tienen nada.
Tener conciencia de lo que eso significa en las sociedades actuales es un motivo de insatisfacciones, descontando a las tribus selváticas que aún no se han asomado a la “civilización” y sus escalas de valores. Tener o no tener es una disyuntiva tan compleja como el “ser o no ser” de Hamlet: “Ser o no ser, esa es la cuestión. ¿Qué es más noble para el alma sufrir los golpes y las flechas de la injusta fortuna o tomar las armas contra un mar de adversidades y oponiéndose a ella, encontrar el fin?”.
Pero en la actualidad el ser o no ser es mucho más complejo que una venganza personal. En general, las sociedades de hoy, aún con sus notables diferencias, dependen de que unos tengan, otros tengan algo y muchos tengan demasiado poco para que el equilibrio de la pirámide de necesidades humanas sea coherente con una estructura diferenciada por escalones y que ideas como la de aquel spot publicitario de los cincuenta “Usted sí puede tener un Buick” sigan siendo los motores del consumo.
De modo que el orden social en el siglo XXI es un orden escalonado que determina las diferentes calidades de vida, de menos a más, escalando desde la base a la cúspide de una pirámide. Cada uno de los escalones genera diferentes ciudadanos y habría que estar ciego para no ver que no todos son iguales, incluso ante Dios.
Las necesidades primarias comunes a toda la humanidad: comer, tener un techo, vestirse… Es el primer peldaño de la sociedad y se hace patente por una elemental ley fisiológica: vivir. No obstante mientras unos sólo sobreviven, otros viven y otros viven de puta madre. El resto de los derechos humanos se diferencian de acuerdo a un mismo patrón: los ingresos que cada cual posea y, de acuerdo a ello, hay una escalerita que va de la tierra al cielo.
1.Los desempleados.
2.Los trabajadores según la calidad de sus empleos. Los autónomos
3.Los profesionales.
4.Los que tienen dinero por diferentes motivos: herencias, propiedades, rentas y los ricos por un día de los gordos de la lotería.
5.Los pequeños y medianos empresarios
6.Los grandes empresarios y sus consorcios internacionales. La banca.
Esta escala de situación en el mapa social determina todo lo que relativo al paso breve por este mundo, lo que facilita que las aspiraciones humanas sean absolutamente desiguales y que dar un paso hacia un mayor poder adquisitivo resulte la única idea de futuro para la inmensa mayoría de los ciudadanos y que aquella expresión engañosa de “Usted sí puede tener un Buick” sea la zanahoria colgando ante la cabeza de los burros que suponen que la felicidad vive en la bóvedas de los bancos y mueren con ese sueño ante los ojos.
A decir verdad, esto podría no tener cura porque los ideales humanos tendrán que pasar sobre ese desfiladero. Y los menos menos navegarán con un poquito de suerte pirámide arriba y los muchos muchos, no tendrán suerte alguna y morirán atrincherados en la fe de que ya les llegará lo que merecen. En tanto, la zanahoria de la fortuna seguirá modelando un mundo de sueños y de esperanzas bajo el lema de una frase cruel: “Al que te tocó, le tocó”. Y al carajo albañiles que se acabó el cemento.
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