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In memóriam: Juan Hernández Rollán cumple 100 años
Enviado por manuel-velasco el Mar, 17/12/2013 - 23:36.
El viernes pasado, 13 de diciembre, falleció Juan, cuando faltaba menos de un mes para que hubiera cumplido los 103 años. Rescato esta nota que publicamos en enero de 2011, cuando cumplió los cien. Juan nos ha dicho adiós pero no se ha ido. Aquí se queda, entre nosotros, bien vivo.
Existe una generación de bejaranos que ha hecho del trabajo y el sacrificio personal el eje de su vida. Nacidos en una época lejana, primer cuarto del siglo XX, en la que se forjaron los cimientos de la sociedad moderna europea, les tocó vivir en su país, en plena juventud y madurez, los años de plomo de la guerra civil y la posguerra.
Tuvieron pocas oportunidades para el desarrollo personal y, en realidad, no tuvieron más opción que el duro trabajo diario. El trabajo fue, en efecto, su única arma, y la educación de sus hijos su gran proyecto, su esperanza de redención.
A ello han dedicado lo mejor de su vida y en ello se la han dejado, integrados en una comunidad a la que, con su callada aportación, han hecho progresar.
La mayoría se ha quedado por el camino, pero algunos, como Juan, han sido elegidos por el destino para poder ver y disfrutar el resultado de su esfuerzo. Y ahí le tienen, dispuesto a cumplir 100 años.
Así que hoy traemos a estas páginas de bejaranos ilustres a Juan Hernández Rollán, ilustre sin brillo si quieren, ciudadano silencioso, pero merecedor de un caluroso homenaje por una vida fecunda y generosa al servicio de esta Ciudad y de los suyos.
Juan nació en Navamorales, el 10 de enero de 1911, en una humilde familia de labradores. Creció, compatibilizando la escuela y el trabajo. Hizo de labrador, jornalero y segador por tierras de Castilla y Extremadura con salarios de miseria, por poco más que la comida.
De natural inquieto, aprovechó el servicio militar para ver mundo y, entre otras cosas, según él, descubrir el mar. Sirvió en la guerra en el bando que le tocó y, terminada ésta, se instaló definitivamente en Béjar donde residía su hermano Cipriano. Juntos, y trabajando duro, de sol a sol, levantaron dos familias en los difíciles años de la posguerra. Dos familias fundidas en una sola, lo que, a menudo, llevaba, y sigue llevando, a confusión: tú, ¿de quién eres?, les decían a sus hijos, ¿de Juan o de Cipri? Ambos hermanos apostaron, a base de sacrificios, por que sus hijos, hasta un total de siete Hernández, estudiaran, y a ello se aplicaron todos. Y por ahí andan y fundaron nuevas familias y crecieron: Barcelona, Tarragona, Madrid, Francia, Salamanca, América…, la saga de los Hernández, nacida y educada en Béjar, deja su impronta por el mundo. A las seis de la mañana Juan ya estaba en su almacén de frutas despachando… y le daban las nueve y las diez de la noche en el tajo. Y así, hasta los setenta y cinco años cumplidos, en que cesó en el negocio y se jubiló. Después fue un continuo no parar entre sus raíces Navamoraleñas y Béjar; alternando entre sus encinas y tierras, el quehacer diario de su casa, las subidas al Castañar… y el disfrute de sus hijos, sobrinos y nietos… bien ganado se lo ha tenido. Y así, hasta los cien años que cumple en estos días, en los que sigue dominando, como ninguno, el juego del tute, trampillas incluidas. Enhorabuena a Juan y a la familia Hernández. Y gracias.
De natural inquieto, aprovechó el servicio militar para ver mundo y, entre otras cosas, según él, descubrir el mar. Sirvió en la guerra en el bando que le tocó y, terminada ésta, se instaló definitivamente en Béjar donde residía su hermano Cipriano. Juntos, y trabajando duro, de sol a sol, levantaron dos familias en los difíciles años de la posguerra. Dos familias fundidas en una sola, lo que, a menudo, llevaba, y sigue llevando, a confusión: tú, ¿de quién eres?, les decían a sus hijos, ¿de Juan o de Cipri? Ambos hermanos apostaron, a base de sacrificios, por que sus hijos, hasta un total de siete Hernández, estudiaran, y a ello se aplicaron todos. Y por ahí andan y fundaron nuevas familias y crecieron: Barcelona, Tarragona, Madrid, Francia, Salamanca, América…, la saga de los Hernández, nacida y educada en Béjar, deja su impronta por el mundo. A las seis de la mañana Juan ya estaba en su almacén de frutas despachando… y le daban las nueve y las diez de la noche en el tajo. Y así, hasta los setenta y cinco años cumplidos, en que cesó en el negocio y se jubiló. Después fue un continuo no parar entre sus raíces Navamoraleñas y Béjar; alternando entre sus encinas y tierras, el quehacer diario de su casa, las subidas al Castañar… y el disfrute de sus hijos, sobrinos y nietos… bien ganado se lo ha tenido. Y así, hasta los cien años que cumple en estos días, en los que sigue dominando, como ninguno, el juego del tute, trampillas incluidas. Enhorabuena a Juan y a la familia Hernández. Y gracias.
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Juan es memoría e historia viva, para lo bueno y para lo malo. Felicidades por esos 100
años.
Hoy nos ha dicho adiós Juan, DEP
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