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Memoria de Béjar. Episodio 14: Habla Manuel Sánchez Varillas (II de 2)
La primera parte de este episodio de la Memoria de Béjar, a través de los recuerdos de Manuel Sánchez Varillas, fue publicada en mayo de este año. Diversas circunstancias y casualidades, también algún misterio tecnológico no del todo explicado, han impedido que se publicara esta segunda parte hasta el día de hoy. Pedimos disculpas a Manuel, a Gel Borrajo y a sus lectores en Béjar.biz, que son muchos. Seguro que alguno se andaba preguntando, si había habido una primera parte dónde estaba la segunda. Bueno... aquí estaba, aquí está. Lean, es la memoria de Béjar. Habla Manolo Varillas. Gel nos lo cuenta. Gracias.
De cuando en cuando, la puerta dejaba entrar algún transeúnte atraído por el cálido rumor de la tertulia y el tufillo sabroso del café…
Manolo, como todos aquellos acostumbrados al trato personal, se siente cómodo en medio del murmullo y el rebufo de la cafetera; habla de los hospedados, estudiantes de buena posición, empresarios con sus familias que veraneaban todos los años en nuestra tierra, incluso huéspedes que encontraron en el Hotel Colón su hogar para el resto de su vida, como el caso de José Málaga; también cómicos de paso…
“El mundo de la farándula era muy complicado, -dice con cierto retintín- llegaban tardísimo del teatro, cenaban a las tantas de la mañana; claro, luego se levantaban a las tres de la tarde!!!, los había de todo, muy buena gente y otros no tanto, -cuenta una anécdota de Luis Aguilé en sus comienzos por el espectáculo, una historia de fiambre de pollo frío, consumiciones y desencuentros en cuanto a la cuenta se refiere, lo hace con cierto pudor, dado que esa persona ya ha fallecido- …y luego siempre hay quien dice lo que no debe -cuenta un episodio de unas monjas italianas que pidieron un sacerdote al darle infarto a una de ellas, el sacerdote de la parroquia de San Juan, bajó sin importarle la noche de perros que hacía y cuando lo acompañaron bajo el paraguas a la vuelta, fue acusado de borracho por ir entre dos camareros del hotel que lo llevaron de regreso a la parroquia-, se enfadó mucho, y yo le dije: “a que no eres capaz ahora de desmentirlo, a que no eres capaz!!!!!! Ya puedes estar contando la verdad a todos los que le has dicho semejante barbaridad… pero qué difícil es después de que ya lo has soltado!!!!!”
La verdad es que tengo mucha curiosidad, el hotel siempre me pareció un lugar atractivo…, le pregunto por esos huéspedes, un poco especiales. Así, alrededor de la camillita, me intriga saber cómo es la vida en un hotel, quizá esté un poco condicionada por la canción de Sabina: “hotel dulce hotel, hogar, triste hogar”, no comento mi reflexión con Manolo, pero sí que le pido su versión de los visitantes famosos o ilustres, estoy en la pista de la visita de Ernest Hemingway. Tuvo ocasión de conocer a Hemingway, le interrogo- “Sí, sí, llegó a Béjar un doce de septiembre, venía de Málaga, seguía las corridas de Antoñete, vino a hospedarse aquí, porque era muy amigo del director de entonces, se conocían, como los dos eran extranjeros… iban al día siguiente a los toros a Salamanca pero se retrasaron mucho, no sé qué había pasado con el torero, que había habido jaleo en la plaza porque tiró una oreja al público porque protestaba…, bueno se hospedó aquí. Recuerdo que durante la cena se bebió dos botellas de Paternina, y luego pidió whisky Johnny Walker y una jarra de limón… se pasó, se pasó y tuve que llevarle a la habitación, lo llevamos entre su mujer, Mary, que era poquita cosa, y yo, imagínate… era una humanidad. Yo era joven, no tenía mucho conocimiento de que era una figura de las letras, pero hubo gente que se presentó a que les firmara libros; luego, al día siguiente, estuvo dando una vuelta por Béjar. Lo que ya no sé es si hizo el comentario despectivo que cuentan, en la radio, a Ceferino García Martínez –sugiero que sería interesante consultarlo en el archivo de la Radio, me consta que la entrevista se produjo- ese señor, Garcimar, estuvo allí, se vieron, luego se marchó, no sé de lo que hablaron. Hemingway comió, bebió, se tomó un montón de copas, y se marchó a los toros y ya está”. -Lo dice como si acabara de pasar...
Parece que relincha la cafetera y las voces de los circundantes llenan los resquicios, volvemos al teatro… “del mundo de la farándula y de los artistas, todos los que venían al Cervantes, pasaban por allí, solían ser educados, aunque había de todo, ya sabes, los que menos valían eran los que más creído se lo tenían; sin embargo, recuerdo a Carlos Lemos, era educadísimo, un señor; me gustaba mucho”.
Recuerda a Zori, Santos y Codeso, (casi paisanos, Santos era de Salamanca), hicieron en el hotel una queimada, las fotos de ese día aún las conserva, instantáneas en blanco y negro con la compañía teatral firmadas por la primera vedette, una chica muy maja -que cree era valenciana-. Hace mención especial de los bailes en el salón y en la terraza, “hoy ya no tendría razón de ser al estar rodeada de edificios”, las orquestas que amenizaban eran de las mejores del momento, en algún caso tenían más de una docena de músicos, aunque sin duda la más popular fue la de Charles Boom, cinco músicos que tocaban a diario, gracias a los cuales, se produjeron varias parejas entremezclando a las distintas clases sociales de la entonces “muy clasificada” sociedad bejarana… -Ríe pícaramente recordando a los que gorronearon colándose en alguna boda-.
“Conocí entonces a grandes industriales, venían de Sevilla, Málaga, Madrid, del Corte Inglés, Galerías Preciados, venían a entrevistarse con los fabricantes y comían o cenaban en el gran comedor que ocupaba lo que hoy es el bar, sin que se interrumpieran unos a otros. Más de cien personas cabían allí, para mí que, al hacerlo así, lo estropearon. También venían técnicos y montadores, sobre todo catalanes”.
En ocasiones baja la voz, es en momentos en los que pone nombre y apellido, incluso apodo, a sus recuerdos, tiene cierto reparo y se autocensura… como si minimizara su memoria. Pero no quiere terminar sin hablar de su jefe, un hombre que trajo a Béjar los derechos sociales para los trabajadores de la hostelería, habla de los chicos que empezaron de camareros, incluso recuerda alguno que ha llegado a prosperar mucho en la costa… cuenta anécdotas, sonríe y sobre todo habla de la discreción en su oficio, su máxima: “ves este metro de diferencia entre nosotros y el cliente, pues como si fuera un kilómetro!”
No nos despedimos, simplemente nos separamos, con la conversación entretejida en su memoria, (setenta y ocho años tiene); queda la conversación abierta, a la intemperie, desfilando como desfila la vida, por delante de una barra de bar, una estancia provisional en el hotel del recuerdo. Llovizna, pero apenas soy consciente de ello… Manolo me ha devuelto a la memoria de unas tardes de verano, el paseo por la travesía de Santa Ana, en la terraza del COLÓN la orquesta toca una balada de trompeta… suena la vida, toda por delante. La vida, tanta ya, por detrás.
Gel Borrajo
Mayo 20 de 2011 / Octubre 29 de 2011
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