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Memoria de Béjar. Episodio 10: Habla Manuel Maíllo Anaya (II de 2)
(continuación)
Mi padre también era muy aficionado al teatro, yo por desgracia no le conocí, murió cuatro meses antes de nacer yo, oí hablar que lo hacía bastante bien. Ya te digo, la cosa nació conmigo, era genético, disfrutaba haciendo teatro, cambiamos un poco el estilo, los veteranos hacían dramas, “el Rey Padre”, “Justicia y Lealtad”, “Las Coplas a la Muerte de mi Padre” de Jorge Manrique… y nosotros, los más jóvenes, empezamos a hacer teatro cómico.
-Es como más agradecido por el público ¿no?
-Sí, dicen que es más fácil hacer llorar que reír, para mí no lo era. Interpretamos obras de Arniches, Muñoz Seca…, aquellas obras estaban adaptadas para hombres. En la galería bejarana ponían solo hombres, por ejemplo “Traidor Inconfeso y Mártir” de Zorrilla, “El puñal del Godo” de un solo personaje… las obras las arreglaban los Salesianos, dicen que Muñoz Seca, que era el autor del que más había, les tenía autorizados a que adaptaran sus obras, evitando personajes femeninos. No se puede hacer nada sin permiso del autor, por los derechos, pero Don Pedro tenía especial consideración por los Salesianos y les concedió permiso, lo hacían tan bien que en las obras que se representaban no se echaba de menos a las mujeres!!!
Suelto una sonora carcajada, inevitable para alguien que cree que las mujeres forman parte de la tragedia y la comedia desde el principio de los tiempos, imposible eludirlas en teatro. -Jajajjjjjjjjjjj ¡qué bueno!-
-Se las arreglaban de tal manera, que las escenas que había de amoríos, ellos lo cambiaban por dinero… Hicimos muchas de Muñoz Seca, recuerdo por ejemplo “Los Chatos”, para mí es lo mejor después de “La venganza de don Mendo”, me pasé muchas ganas de hacerla, yo pensaba: cómo habrán podido adaptarla si la protagonista es una Sra. Furcia que engaña al marido con el rey, con el otro y todos los demás…
Dibuja la picardía con un gesto de manos, flotando en el aire. -Un éxito rotundo-, añado yo.
-Sí, se puso varias veces, luego recuerdo que hicieron una adaptación en el Hogar del Jubilado, ya con mujeres, la adaptaron porque es una obra bastante larga. Recuerdo también, con agrado, “La Oca”, “La voz de su Amo”. Yo solía trabajar con mi amigo Aniano Gago, no sé si lo conociste, (asiento, con la voz y el gesto), hicimos mucho teatro y zarzuelas, tenía una biblioteca que yo no sé si habrá muchas personas que tengan semejante número de obras; le gustaba muchísimo el teatro, a mí me dejaba libros, obras de todo tipo, pero no los dejaba fácilmente, porque había libros que los había dejado y se habían perdido, pero a mí sí me los dejaba, porque sabía que yo los cuidaba y se los devolvía. Le pregunté… (y hace el gesto con toda su persona, como si sujetara una interrogación imaginaria para regocijo del público) ¿oye, tú tienes la venganza de Don Mendo, adaptada solo para hombres?, me dijo: sí; le dije: ¡pero hombre, déjamela!!! Y pensaba: cómo han podido arreglar esto con los líos que tiene de faldas! Dicen que Muñoz Seca felicitó al adaptador diciéndole: ni yo mismo hubiera podido hacer una cosa como la que usted ha hecho.
Hacemos una pausa para que se sosiegue la risa, le cuento que en mis recuerdos de niña hay imágenes de obras policiacas, detectives persiguiendo pistas…
-Sí, se pusieron algunas cosas, una que se puso fue “Murió hace Quince Años”, una historia de un prisionero… otras de asesinatos…
-Debe tener muchas anécdotas.
-Ah!, muchas, muchas, de bambalinas para dentro y bambalinas para fuera, lo pasábamos muy bien, la vocación de mi vida era el teatro, no la seguí por circunstancias de la vida y, porque claro, era arriesgado marcharse por ahí, tampoco tuve ninguna compañía que me ofreciera irme con ellos, no.
-Pero aquí sí que estaba reconocida su interpretación, como buen actor, y daba mucha confianza que trabajara “Manolín”, que era como se le conocía. Manolín Maíllo… y estaba todo dicho, un buen rato asegurado.
-Sí, sin menospreciar a nadie, al público, en general, le gusta casi todo, he visto obras de teatro hechas por profesionales y aficionados, la gente aplaudiendo, qué bonito y qué bien, pero vamos, a mí no me salía el aplaudir, recuerdo ahora “Don Juan Tenorio”, no me salí porque estaba con mi hija y una amiga suya… (sale el entendido en la materia), a veces, esas cosas no… no.
-Recuerdo también, hace muchos años, una compañía de Salamanca se llevó a una chica que tenía buena voz de tiple, aunque era un poco tímida, se llamaba Leo. Luego, años después, vinieron aquí a poner “Luisa Fernanda”, venía un barítono bastante bueno y buena orquesta, pero no lo tenían muy bien preparado, me acuerdo que tenía entonces lo de la sociedad de autores y lo fui viendo… cuando entró el personaje del “saboyano”, que cantaba eso de “marchábase el soldado…” y se le olvidó la letra, me puse tan nervioso que estaba arañando la butaca! (Vuelvo a reír viéndole repetir el gesto). Entonces estaba Isabel de taquillera en el Cervantes y me dijo que porqué me marchaba, le dije: mira, estoy pasando un mal rato!
Sigue contando anécdotas, gazapos…
-Anécdotas de esas, en los Salesianos teníamos a montones, lo hacíamos por diversión, a veces no se preparaba lo suficiente, a uno se le olvidaba el papel…
-Sí, pero ahí estaba el apuntador, ¿no?
-Sí, pero yo tenía a un compañero, con el que trabajé muchos años, que era Enrique Nevado, hicimos muchas cosas juntos, (yo le quería mucho a Enrique porque era una bellísima persona) y tenía una bis cómica natural, el tipo… Había trabajado con los veteranos, pero se pasó con nosotros para poder hacer obras cómicas, a mí me hizo pasar apuros tremendos, porque no se callaba nunca, él seguía hablando, le daba igual si se le olvidaba, lo que dijera el apuntador, él seguía hablando y metía todo lo que se le ocurría, cosas que, algunas veces, no podíamos de risa, le decíamos cállate, por dios Enrique cállate, porque no podíamos seguir, muertos de risa… lo pasábamos muy bien. Meterse en escena a destiempo…
-Pues muchas veces tendrían que salir del paso como se podía-, apunto divertida también.
-Me acuerdo de una que fue famosa, creo que en una obra de capa y espada, que se metió uno a destiempo y los demás en sottovoce diciéndole que no tenía que entrar y tal… cuando dijo: “volveré”, y quedó como los ángeles. Después vino la época de salir al teatro Cervantes, se constituyó el “Cuadro Artístico Bejarano” (sugiero los años ochenta) no, esa fue la segunda etapa, yo hablo del año cincuenta y cuatro, Valentín Sánchez, el músico, y Aniano Gago habían hecho una zarzuela en el año treinta y se les ocurrió hacer “Los claveles”, que hacía veinticuatro años que no se había representado, después hicimos “La Alegría de la huerta”, también participó Lino en la dirección musical, en obras desde el año cincuenta y cuatro hasta el sesenta, que fue la última “Katiuska”. Después volvimos al teatro de los Salesianos, ya con participación de mujeres, con la obra “Soy un Sinvergüenza”, gustó mucho a la gente. Fue lo último. Me he pasado muchas ganas, en ocasiones, de volver, pero hay que prepararlo mucho, los ensayos, en fin es muy pesado, me llamaron del Hogar del Jubilado para que fuera, luego vino de directora Isabel H. Polo, es una actriz estupenda, esta mujer tiene talento, podía haber sido profesional perfectamente; yo no lo fui por pereza, entonces trabajaba mucho.
Hablo del tiempo de ocio y de cómo ha cambiado nuestra forma de vivirlo, las actitudes personales, sugiero terminar con algún fragmento que se haya quedado en la memoria, sus últimas lecturas, finalmente se arranca con una parrafada: -Sí… (habla Don Mendo a su novia Magdalena):
-Hoy no vengo a tu lado
Como otras noches
Loco, apasionado,
Porque tengo una pena que a mi pecho
Destroza, Magdalena.
-(ELLA) Tú apenado? tú sufriendo?
Relátame tus cuitas,
Oh Don Mendo, acomódate aquí.
-Preferiría aquel de cuero blando catrecillo,
Pues de razón sin duda vida mía,
No sé si…
Tengo un grano o un barrillo…
-(ELLA) ¿Y has venido sufriendo?
-Mucho! Mucho
Como vivir sin ti
Que te idolatre.
-(ELLA) Ocupa el catre y cuéntame tu mal que ya te escucho…
Ocupa su voz la pequeña salita y los versos de Don Mendo y su amada rebotan risueños por el pasillo, las escaleras, los recovecos y salones del Casino, eternamente teatrales y sin embargo tan serios… Baja el telón, no hay despedidas, este final queda abierto aunque acabe la función. Es la parodia de una tragedia, dice él, y lo bueno es hacerla en serio. Se queda con su gran pasión, acompañado de los grandes maestros: Rafael Rivelles, José María Rodero, Lola Herrera, Amparo Rivelles, las hermanas Gutiérrez Caba… Todavía da un repaso a las últimas óperas que se han visto, siendo concejal de cultura Luis Francisco Martín, y a los conciertos de cuerda del Casino de Béjar, propiciados por Rafael Muñoz. Y finaliza con el deseo de que se prodigue más el teatro, mientras mi corazón le agradece toda esa magia que regaló a la Ciudad.
Gel Borrajo
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Manolo es una persona muy culta, entrañable, respetuosa, de buen corazon, amigo de sus amigos, gran conversador, en fin buena gente.
Lo conozco desde siempre.
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