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Lecciones de Brasil: ¿Por qué el país se recupera mientras otros mercados aún sufren?
Río de JaneiroFuente: Boletín de la Warthon University
“De importancia histórica”. Así es como Dilma Rousseff, jefa de gabinete del Gobierno brasileño, describía la victoria del país a principios de octubre para albergar los Juegos Olímpicos de 2016 en Rio de Janeiro. Rousseff –posible candidata a las elecciones presidenciales del próximo año-, declaraba que “Brasil ya no era un país del futuro”, en referencia a un dicho popular que los brasileños utilizan para describir su país tras décadas de oportunidades perdidas a pesar de su enorme potencial económico. Ahora “Brasil es un país del presente”, explicaba Rouseff, una opinión que muchos compartían mientras la gente se concentraba en las playas de Rio para celebrar la victoria.
La comunidad empresarial de Brasil también está feliz. Márcio Garcia, profesor de Economía de la Universidad Católica de Rio de Janeiro (PUC-Rio), afirma que desde que la hiperinflación de los 80 fue aplacada brevemente por el plan Cruzado de 1986 (que, entre otras medidas, congeló los salarios y los precios) no recuerda semejante entusiasmo entre los miembros de la Brasil corporativa.
Este estado de ánimo refleja sobre todo un cambio de percepción global hacia el país, que ha sido rápido y bienvenido. Pero a medida que el país se recupera de una crisis económica global –Brasil ha sido el primer país latinoamericano en apuntarse a la recuperación, que daba comienzo en el segundo trimestre de este año-, ¿qué podrían otros mercados aprender de esta extraordinaria recuperación?
Brasil ya ha experimentado antes altibajos en su reputación global. Durante la campaña presidencial de 2002 la deuda se disparó y la divisa se devaluó cuando los inversores empezaron a dudar de que Luis Inácio Lula da Silva, uno de los candidatos con mayores posibilidades, tuviese la intención de cumplir con las obligaciones de deuda del país. Fue un alivio cuando, tras ganar las elecciones, resultó evidente que en general consolidaba la orientación política general de la administración previa, algo que facilitó y en cierto modo fomentó un crecimiento que no se veía desde los años 60.
No obstante, esa trayectoria del crecimiento fue interrumpida por la escalada de la crisis crediticia global de hace un año. La onda expansiva de la crisis económica fue el detonante de diversas caídas en el índice bursátil Bovespa de Brasil, que pasó de 73.000 en primavera de 2008 a menos de 30.000 en el otoño de ese mismo año. Asimismo, en diciembre la cotización de su divisa era 2,55 reales por dólar; unos pocos meses antes cotizaba a 1,55 reales por dólar. El ajuste de inventario global, la crisis crediticia y la caída de la confianza de los consumidores unieron sus fuerzas para provocar un descenso del PIB anualizado del 13% en el cuarto trimestre.
Tras la respuesta de los responsables internacionales de política económica que sacaron a la economía global del borde del abismo, las políticas fiscales y monetarias adoptadas en Brasil permitieron que el país recuperase su equilibrio en la primera mitad de este año. Los principales indicadores sugieren una increíble recuperación de las cifras de crecimiento previas. Affonso Celso Pastor, consultor y ex presidente del Banco Central de Brasil, espera que el país crezca entre el 5 y el 5,5% en 2010, predicciones que otros muchos comparten.
El real ha recuperado los niveles previos al colapso global y el índice Bovespa ahora ha alcanzado 64.000, tal vez algo sobrevalorado dado que los beneficios empresariales deben aún recuperarse. No obstante, los inversores están volviendo, algo que resultó patente con la captación de 8.000 millones de dólares a principios de octubre por el Banco Santander –de los cuales tres cuartos procedieron de inversores extranjeros-, cuando su unidad local debutó en la bolsa. Hasta el momento se trata de la mayor oferta pública inicial de este año.
En crecimiento
¿Cuánto crédito se merece el presidente Lula y su administración a la hora de explicar el renacimiento de la robusta economía brasileña? Felipe Monteiro, profesor de Gestión en Wharton, señala que algunos observadores atribuyen los buenos resultados del país a la buena suerte de Lula. Pero compara a estos escépticos con los seguidores del fútbol, que insisten en que los jugadores estrella que marcan un gol en cada partido simplemente tienen suerte en lugar de reconocer que la capacidad y la estrategia de juego también son importantes. Pongamos por caso las exportaciones de Brasil: se han mantenido en los últimos años gracias a la demanda de China de soja y de mineral de hierro, algo que responde en parte a la preocupación del gobierno brasileño por mejorar los vínculos comerciales con África y Asia.
No obstante, es cierto que los principios fundamentales del marco de política económica en Brasil fueron sentados antes de la llegada de Lula, por el gobierno de Fernando Henrique Cardoso en los 90. Estos principios incluían la fijación de ciertos objetivos de inflación, un tipo de cambio flexible y superávit fiscales primarios (esto es, los superávit previos al pago de intereses se destinan al pago de deuda).
Pero los observadores recuerdan que Lula ha consolidado y aumentado el modelo en muchos sentidos, dando al Banco Central una mayor autonomía operativa, aumentando el objetivo del superávit fiscal primario, “des-dolarizando” la deuda pública y creando un enorme colchón de reservas de divisas extranjeras para reducir la vulnerabilidad externa. Es más, expertos también señalan que la diversificación de las exportaciones brasileñas, alentadas por una política comercial más activa y un mayor énfasis en el comercio “sur-sur” bajo la presidencia de Lula, ha contribuido a mitigar la caída en la demanda de los países OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) durante la recesión (así como a ganar votos para Brasil para los Juegos Olímpicos).
El profesor de Gestión de Wharton Mauro Guillén señala que Brasil ha “puesto su casa en orden” consolidando las finanzas públicas y controlando la inflación, y ha logrado un “feliz equilibrio” entre el papel a desempeñar por los sectores público y privado. A diferencia de muchos países de la región, donde existe un amplio consenso entre la clase política y empresarial sobre la orientación de la política macroeconómica, a pesar de la falta de acuerdo sobre los impuestos y cierta decepción con la poca velocidad a la que se realizan las reformas estructurales, “Brasil está en alza”, explica Guillén.
Según Guillén, el punto de inflexión de resurgimiento a nivel internacional del país se produjo en 2003. Ese momento se produjo cuando Goldman Sachs se refirió por primera vez a los países BRIC (Brasil, Rusia, India y China), como las economías en desarrollo de mayor crecimiento del mundo. Otro hito se marcó el pasado año cuando en abril y mayo S&P y Fitch subieron la calificación del país; Moody’s hacía lo mismo este septiembre. Son inevitables las comparaciones con otros países de la región como Argentina, con su desastrosa falta de pago de la deuda en 2001-02 y su persistente falta de credibilidad, o México, cuyos débiles programas de reformas han obstaculizado el crecimiento del PIB.
Mejor que otros
¿Por qué Brasil ha tenido una mayor capacidad de recuperación que otros mercados? El ministro de Hacienda Guido Mantega ha señalado que, la presión fiscal necesaria en Brasil para mantener la economía a flote -apenas un 1,5% del PIB-, ha sido mucho menor que en otras grandes economías, en particular en comparación con los países OCDE, los cuales deberán flexibilizar la solvencia del sector público en el largo plazo.
No obstante, en parte la capacidad de adaptación de Brasil está relacionada con su estructura económica, señalan los expertos. El país posee un mercado doméstico de gran tamaño y creciente, y sus exportaciones suponen menos del 15% del PIB. Esta cifra es inferior a la de otros mercados emergentes, y la demanda local se ha mantenido gracias a algunas reducciones fiscales y a la política monetaria. Asimismo, con el respaldo del enorme colchón de reservas acumuladas en los últimos años, el Banco Central pudo ofrecer liquidez frente al dólar en plena crisis financiera global a las empresas con necesidad de refinanciación. Es más, se inyectó liquidez suavizando los requisitos de reservas, mitigándose así la falta de crédito.
Banco do Brasil y Caixa Econômica Federal –dos bancos comerciales que cotizan en bolsa y que durante los embriagadores días de innovación financiera global fueron considerados demasiado conservadores-, junto con BNDES -el capitalizado banco público de desarrollo-, intervinieron para ofrecer crédito. El Gobierno les convenció para hacerlo, ya que los bancos privados -como Itaú y Brades-, se habían vuelto excesivamente precavidos y habían restringido las líneas de crédito. Ahora los bancos privados están estudiando ampliar el crédito de nuevo y así mantener su cuota de mercado. Por ejemplo, tal y como anunciaba su consejero delegado. Roberto Setubal, a finales de septiembre, Itaú tiene pensado abrir 150 nuevas sucursales el próximo año.
No obstante, todos los bancos brasileños deberían dar las gracias por no haberse visto afectados –hasta cierto punto-, por los activos tóxicos que intoxicaron a bancos de países desarrollados. A diferencia de sus homólogos de otros países, los bancos brasileños no estaban tan expuestos al sector inmobiliario y a los derivados crediticios, y los indicadores de solidez financiera eran muy buenos cuando se desencadenó la crisis, explica Fabio Barbosa, director de Banco Santander Brasil y de la Federación Brasileña de Asociaciones de Bancos (Febraban). Barbosa señala los estrictos requisitos de capitalización como el principal factor a la hora de explicar la capacidad de recuperación del sector. En Brasil el requisito mínimo de capital es 11% frente al 8% bajo los acuerdos de Basilea a los que se adhieren otros bancos del mundo. En diciembre de 2008 el ratio promedio del sector en Brasil era del 20%, y para los cinco mayores bancos del país (se suponen el 67% del total de los activos) el ratio era 18,5%. Asimismo, Brasil tampoco tenía un sistema financiero “fantasma” –como en Estados Unidos-, gracias a una estricta regulación y supervisión. Todas las instituciones financieras (incluyendo los bancos de inversión) están bajo el control del Banco Central.
Los bancos de pequeño y mediano tamaño que para crecer dependen de los mercados monetarios fueron los que más sufrieron, pero los responsables de las políticas económicas relajaron rápidamente la legislación en 2008, permitiendo que provisionalmente el Banco Central y los bancos estatales comerciales adquiriesen las carteras de bancos en dificultades para contribuir al fortalecimiento del sistema. Esto permitió por ejemplo a Banco do Brasil, el mayor banco público comercial, adquirir bancos de menor tamaño, y más débiles, como Banco do Piauí y Nossa Caixa.
Otros factores subyacentes en la economía de Brasil también han sido relevantes. La estabilización macroeconómica ha facilitado mejoras en los mercados de capital, y el crédito al sector privado ha pasado del 22% del PIB en 2002 al actual 45%; se espera que siga creciendo. Mientras, según algunos observadores, la fuerza laboral de Brasil ha crecido y es uno de los principales factores que a medio plazo contribuirá al consumo doméstico.
El potencial de Brasil se hacer realidad
Nada de esto resulta ajeno a los inversores extranjeros, señala Monteiro. De hecho, en 2008 la inversión directa extranjera alcanzaba la cifra récord de 45.000 millones de dólares, la segunda mayor cifra entre los mercados emergentes, por detrás de China. Este año la llegada de inversión directa extranjera seguirá en niveles envidiables –alrededor de 25.000 millones de dólares-, aumentando de nuevo en 2010 hasta llegar a los 30.000 millones.
Monteiro no cree que vayan a producirse cambios radicales de política económica bajo la nueva administración que tome el relevo en enero de 2011. (La Constitución brasileña no permite un tercer mandato de Lula). Después de todo, las políticas económicas que gestionan el tipo de cambio han funcionado bastante bien. Pero con la esperada apreciación del real a medida que el crecimiento económico de Brasil supera con creces el de los países OCDE, habrá presión de los exportadores, en particular en el sector manufacturero, para que el tipo de cambio se debilite. De hecho, el 19 de octubre el gobierno introdujo un impuesto del 2% sobre la entrada de capitales para poner freno a la reciente apreciación del real, una medida controvertida que ha provocado cierto temor hacia la intervención del gobierno. Un cambio radical para conseguir determinados objetivos en el tipo de cambio sería un problema mucho mayor. Según García, de PUC-Rio, dicha política sería un retroceso y los inversores harán un seguimiento exhaustivo de las campañas electorales en busca de cualquier señal de alarma.
Mientras, en otras áreas también han surgido ciertas preocupaciones. Marcelo de Paiva Abreu, profesor de Economía en PUC-Rio, señala la fachada “populista y electoralista” de Lula, que ha provocado un “explosivo incremento” del gasto público. Según Paiva Abreu, representa la “corrosión de la prudencia macroeconómica”.
Luego está el fantasma de la intromisión del gobierno en el sector privado, que ya ha resultado evidente cuando empezó a presionar a la multinacional brasileña Vale para que incrementase sus inversiones locales en lugar de centrarse, tal y como la empresa minera venía haciendo, en su expansión internacional. Según Paiva Abreu, los cambios de política económica de la administración Lula durante el año electoral podrían provocar que la senda de crecimiento del PIB brasileño en 2011 volviese al "voo de galinha" (“vuelo de gallina”) experimentado entre 1980 y 2002.
Haciéndose global
En el ámbito empresarial existe otro factor que también empieza a pesar: “Custo Brasil”, esto es el coste adicional de hacer negocios en el país debido a su pobre infraestructura, a las insuficientes reformas fiscales y laborales, amén de otros problemas. Bajo la administración de Lula, la reducción de dicho coste ha sido lenta y poco sistemática. No obstante, incluso si el proceso de reformas bajo la siguiente administración resulta desalentadora, Guillén no cree que Brasil vaya a acabar en una situación difícil, como por ejemplo la de México, donde la falta de reformas provocó que el PIB se detuviera en seco incluso antes de iniciarse la recesión en Estados Unidos. La economía de Brasil está “más diversificada y existe un mejor entorno para las empresas privadas y la competencia”, explica.
Asimismo, el sector privado mirará cada vez más fuera de sus fronteras domésticas para conseguir diversificación y crecimiento. En opinión de Monteiro, a medida que las fusiones y adquisiciones globales se descongelan, las estrategias de internalización llevadas a cabo por emergentes multinacionales brasileñas –como Vale, la petrolífera Petrobás, el grupo siderúrgico Gerdau, BRF Brazil Foods, la empresa de cosméticos Natura o el conglomerado de la construcción y productos químicos Odebrecht-, continuarán y es muy probable que otras empresas sigan la misma trayectoria. Pero esto no significa que los retos se acaben. Para sobrevivir en el ámbito internacional, señala Monteiro, estas empresas tendrán que aprender a reproducir el éxito de emergentes multinacionales, como las españolas Banco Santander y Telefónica o las coreanas Samsung, Hyundai y LG, que se han internacionalizado rápidamente en los últimos 10-20 años y hoy en día tienen destacadas posiciones en sus sectores respectivos.
Hacerse global puede ser difícil para muchas empresas brasileñas. Según Aldemir Drummon, director académico del programa BRICs en la escuela de negocios Fundação Dom Cabral en Belo Horizonte, en Brasil una cultura “que mira hacia dentro” todavía es predominante, y un reto para la nueva administración será prestar apoyo a toda operación de salida al exterior de las empresas con presencia nacional en lugar de que, como ocurría en el pasado, acaben siendo catalogadas como algo negativo, acusadas de exportar capital. Drummond también sugiere que los políticos de Brasil deberían aprender de sus homólogos chinos y desempeñar un papel más activo a la hora de ayudar a las empresas en su expansión internacional.
¿Cómo podría el país mantener su buena racha de los últimos meses? Guillén señala que la respuesta reside en la capacidad de sus sectores público y privado para enfrentarse a su mayor reto: tender puentes entre los “países separados” de Brasil, esto es, el primer mundo –sus grandes ciudades, con empresas líderes mundiales y alto poder adquisitivo-, y el tercer mundo –donde millones de personas viven en condiciones de pobreza en pequeñas ciudades o un entorno rural-. A pesar de las mejoras que dieron comienzo en los 90, según el Banco Mundial Brasil aún tiene una de las mayores desigualdades en renta y riqueza del mundo. Guillén sostiene que para acabar con esto se necesitan más inversión en educación y la ampliación de los programas sociales nacionales, como Bolsa Familia, el cual abona pequeñas cantidades mensuales a 12 millones de hogares pobres para que sus hijos puedan seguir yendo a la escuela y les proporciona servicios médicos.
Con este telón de fondo, Monteiro considera que la sensación de urgencia generada por la celebración en Brasil de la Copa del Mundo en 2014 y los Juegos Olímpicos en 2016 puede ser “muy positiva” al alentar a los sectores público y privado a invertir en unas muy necesarias infraestructuras. El transporte –poner al día los aeropuertos y construir un tren de alta velocidad entre São Paulo y Rio de Janeiro-, está en la lista de prioridades. Según el Presidente del Banco Central, Henrique Meirelles, Brasil dispone de un fondo de 240.000 millones de dólares para destinar al desarrollo nacional, el cual ya está siendo gastado en programas de capital para Rio 2016.
El Banco Mundial predice que, si Brasil continúa en esta misma trayectoria en la que se encuentra en la actualidad, pasará de ser la décima economía por tamaño en el mundo a la quinta posición para 2016. Hace unas semanas, el 26 de octubre, Lula declaraba en su programa semanal de radio “Desayuno con el Presidente” que para lograrlo, Brasil necesitaba seguir creciendo. La economía brasileña “es como una noria que no puede detenerse. ¿Y qué estamos haciendo? Estamos haciendo que se tuerza”.
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