Hoy se siguen dando datos sobre el record de parados, como una maldición para quienes amanecen con la incertidumbre de cómo conseguir los más elementales recursos para seguir viviendo, algo impensable hace unos años, donde la idea fomentada por el mercado del consumismo y la irreflexión de la mayoría de los ciudadanos llevaron al despilfarro basado en la creencia de que los alimentos, materias primas y energía eran infinitos, o pertenecían en su mayoría a los países desarrollados llamados de occidente, olvidando que en este planeta, cada día más globalizado, existen más de 7.000 millones de habitantes, que tienen las mismas necesidades de todos y cada uno de nosotros, así como aspiraciones, anhelos y, por qué no, ambiciones.

De esa inmensa población del llamado tercer mundo, una mayoría vive con recursos elementales, estando dispuestos a trabajar y a recibir un sueldo (que para nosotros es una ruindad) que les saque de su miserable existencia. En esta dinámica, esa parte de la población aumentará su economía y con ello su consumo, la globalización y los hechos actuales se demuestran imparables y, en esta vorágine de tener para consumir, las materias primas y los alimentos serán cada día más escasos, y por lo tanto, muy posiblemente vitales para subsistir.

Y ante esta realidad dramática, los distintos colectivos políticos y sociales siguen jugando a los eufemismos, llamando al hambre necesidad social, al desastre económico incidencia coyuntural, a las soluciones para crear puestos de trabajo viveros de empresas, a la supuesta reactividad económica “brotes verdes”, y así una interminable definición de situaciones, tratándolas de camuflar con estas bufonadas.

Después de una historia de desastres en todo el panorama público, que nos ha llevado a un empobrecimiento, no solamente económico, sino moral y social, donde, como paradigma de la aberración colectiva, está, como no podía ser de otra forma, nuestra Ciudad, a la que, para estar a la cabeza, sus dirigentes durante años han tratado, como si de una competición se tratara, de aupar a la lista de la atrocidad, el disparate y el desatino.

Y para seguir en esta espiral, en los medios digitales que los dos partidos mayoritarios no pueden manipular, como lo hacen con el resto, anónimas manadas de perros adiestrados para ladrar, dirigidos por los farsantes de sus dirigentes, tratan de que toda reforma o idea que se postule para cambiar las estructuras, sean abortadas, para que nada cambie, todo siga igual, y ellos, inútiles potenciales, puedan seguir gobernando.

En toda la historia humana, para llegar a Tirano han tenido que ocurrir procesos, y así primeramente se comienza por ser déspota, cacique, dictador, y se culmina como Tirano, tratando de hacer a quienes gobiernan sus esclavos.

Es imposible que estos personajes por sí mismos pudieran haber llegado al poder sin la aquiescencia y el apoyo de los colectivos sociales, sobre todo cuando han tenido que ser votados en varias legislaturas, después de hacer todo tipo de fechorías (ahí están los hechos que en posteriores trabajos enumeraremos, para justificar lo que decimos) y, en esta locura colectiva, nadie quiere dar un paso adelante para parar esta paranoia.

Se puede entender que una primera vez se engañe, lo que raya en la demencia es seguir creyendo en quienes durante años han adulterado la realidad y dilapidado los recursos tan necesarios ahora para haber creado fuentes de riqueza, utilizándolos para hipotecarnos, y para enriquecer su patrimonio.

Los talibanes, de un color y otro, seguirían votando incondicionalmente a quienes consideran los “suyos”; unos, porque así defiendes sus intereses espurios, y otros, por ideas trasnochadas que, como una grabación en la piel, la llevan de por vida.