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Grapadoras, tanques submarinos y teleféricos
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Los marketinianos a veces nos olvidamos de mirar atrás y aprender de nuestra historia, donde hay ejemplos que no sólo alientan sino que instruyen.
José Hermida, periodista y experto en Entrenamiento humano y Comunicación persuasiva forma parte de Acción Training, empresa asociada aSaber Plus
Resumen
- Partimos muchas veces de premisas equivocadas.
- El ejemplo de una gran idea en el Marketing.
- Pedir comprensión muchas veces es perder el tiempo.
La gente suele creer que un panorama económico favorable, con poco paro y dinero en abundancia, es el escenario perfecto para hacer buenos negocios. La experiencia, en cambio, nos indica que no tiene por qué ser siempre así. Tras la crisis de 1929, las pequeñas industrias españolas sufrieron las consecuencias de un mercado sin blanca y un pesimismo mundial de campeonato (la globalización está inventada por lo menos desde la época de los romanos). Por ejemplo, en la provincia de Guipúzcoa, los pequeños talleres, muchos de los cuales se dedicaban o bien a la fabricación de armas, o bien a la de piezas para armas, se estaban viniendo abajo, entre otras razones, porque la guerra europea había terminado en 1919, así que no había mucha demanda de artillería. Una de esas empresas se llamaba El Casco, un nombre comercial de lo más apropiado para un negocio relacionado con la industria del armamento. De modo que tuvieron que inventarse algo. Os recomiendo veáis la historia de esta empresa en su Web: http://www.el-casco.es
El invento se llamó… ¡grapadora! Sí, ni más ni menos que la típica grapadora que tienes en tu escritorio. Aprovecharon la tecnología de la que ya disponían para aplicarla a una nueva perspectiva de negocio. Esto sucedió en 1934, pero dos años antes, un competente empleado de MZA (empresa que después formaría parte de RENFE) llamado Adrián Álvarez, fabricó el primer tanque submarino con un sistema propio de renovación de aire y que presentó en el Lago de la Casa de Campo de Madrid. El tanque funcionaba a la perfección.
Lo interesante de todo esto es que desde la idea de El Casco se han fabricado millones de grapadoras. Pero hoy no hay tanques submarinos: el inventor de este último ingenio pidió ayuda al Gobierno para sacar adelante su proyecto, pero nadie le apoyó (algo parecido había sucedido años antes con el submarino y el autogiro o avión de despegue vertical, ambos inventos españoles), mientras que los guipuzcoanos se las ingeniaron para financiar la fabricación de sus grapadoras en serie.
La moraleja está más que clara: si crees en lo que quieres y puedes hacer aquello en lo que crees, no pierdas el tiempo pidiendo comprensión al prójimo. Uno de nuestros genios nacionales, Leonardo Torres Quevedo, quien a principios del siglo pasado fue uno de los precursores de la informática, inventó, entre otras cosas, el teleférico para transportar personas entre las montañas. No sólo le rechazaron la idea en España, sino también en Suiza… ¡los países más montañosos de Europa! Pero Torres creía en lo que quería y además, podía hacerlo. No pidió comprensión a nadie. Fundó su propia compañía, The Niagara Spanish Aerocar Co. Limited.
Si vas a ver las cataratas del Niágara, podrás contemplar el abismo de agua desde el mismo transbordador que construyó Torres Quevedo… ¡en 1916!
Repetimos: si crees en lo que quieres y puedes hacer aquello en lo que crees, no pierdas el tiempo pidiendo comprensión al prójimo.
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