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Fundas
Hortensia Mañas
Estoy deprimida. Me siento frágil y excesivamente vulnerable mientras observo la funda bien armada de mis gafas de lectura sobre el escritorio. De pronto acaparan mi atencion. Son unas gafas graduadas con las que me siento bien y el envoltorio te deja ver con claridad la marca.
En la playa me compré unas gafas baratas en el mercadillo de los sábados. La funda era de plástico, débil y útil tan solo para transportar el objeto, no para evitarle el dolor o la rotura. Creo que me acerco mas a esta versión del objeto y me deprime todavia mas pensar que no merezco una funda mejor.
El destino de las fundas es proteger los sofás, las sillas, los libros, los dientes, los móviles, los bolígrafos, los zapatos en los hospitales, los instrumentos musicales, las tijeras de costura, las armas, las cámaras de fotos o los ordenadores, los abrigos de pieles, las mesas de jardín, el dinero, los colchones y las almohadas, las tablas de planchar, las mascarillas o distintas partes de los cuerpos.
Hay que confiar en ellas. Se exponen, se dejan zarandear, asumen su destino. Son hermosas para las cosas hermosas, sencillas para las ocasiones puntuales y muchas veces desechables. Protegen, pero ¿quién las protege a ellas?
Puedo tratarlas como se me antoje, incluso no pensar en ellas. Están acostumbradas a recibir todos los golpes y si sufren, lo hacen en silencio. Como protectoras, jamás serán lo suficientemente importantes para tener su propia funda.
Pero hay otras clases de fundas que siguen un patrón similar tan solo en apariencia, aunque protegen otras cosas más valiosas. Yo misma viví en la funda de mi madre y protegí con mi cuerpo durante nueve meses a mis hijos. Y otras, que, aunque a primera vista no lo parezcan, son vitales y se manifiestan a través del mármol, del ladrillo, del adobe, la paja o incluso, sobre ruedas. En el peor de los casos, el cielo raso sería como la funda de plástico del mercadillo de la playa si no hay alternativas.
Para conseguir esas fundas esenciales nos protegemos con activos aceptados como medio de pago, como monedas, divisas, billetes, tarjetas de débito y otras variantes que, bien envueltos en ellos, nos procuran la funda perfecta para andar calientes y a salvo por la vida. ¡Pobres de aquellos que no sean lo suficientemente solventes para tener una mínima funda!
Las personas acabaremos encerradas en una funda retornando y alimentando a la naturaleza de donde salimos. En el caso de los hogares, no necesitarán su propia funda, porque alguien conseguirá su posesión para que siga ejerciendo de forro protector, aunque no esté suficientemente forrado.
Me estoy deprimiendo todavía mas con este asunto. Creo que voy a escapar de esta funda de cuatro paredes de mi habitación para salir al aire libre y que los árboles del bosque me saquen, con su silencio contagioso, de este bucle endiabladamente protector.
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