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La fábula del náufrago y los pericos
Robinson Crusoe, de profesión náufrago, necesitaba una balsa a toda costa. En la isla, gobernaba el Partido de las Cabras, que le prometió a su único ciudadano que la tendría justo en la Nochevieja de su vigésimo séptimo año de soledad. Pero no estuvo lista, porque las cabras sólo eran cabras y no pudieron prever que les sería muy difícil talar árboles, obtener los permisos para transitar por el territorio de las culebras, presentar al Consejo los proyectos y cumplir con todas las normativas de una isla de animales libres.
Aquella noche faltaban aún dos troncos muy importantes para la frágil embarcación y Robinson, que sólo era un hombre, razonó que tendría que estar allí al menos otro año, y se sintió desgraciado, pero menos que cuando no tenía los veinte que las cabras le habían llevado hasta la playa. Tenía una perspectiva, una ruta de escape en progreso y eso era algo a favor de su grave problema.
Fue entonces que el Partido de los Pericos presentó su moción al Consejo, porque era absolutamente injusto que el Partido de las Cabras traicionara de esa manera los intereses de los ciudadanos,o del ciudadano, para ser más preciso. Los pericos, que sólo eran pericos, no admitieron el incumplimiento de las cabras de modo alguno y volaron, de cocotero en cocotero, presentando a los habitantes de la isla su democrático parecer de que una balsa casi terminada no sirve a nadie y que los perjuicios ocasionados al señor Crusoe eran una muestra de incapacidad para gobernar.
Robinson, que a todas éstas sólo le interesaba solucionar la crisis que vivía por haberse hundido el barco en que navegaba, cuyo dueño era un tal Rothchield, se dijo: “Hostia, estos del Partido de los Pericos son mi salvación”. Y allá se fue, a protestar en la playa por la indecencia de una balsa que ni flotar podía.
De más está decir que el gobierno de las cabras duró apenas un par de meses más y los dos enormes troncos que ya venían siendo arrastrados por las marismas de los cocodrilos, se quedaron allí pudriéndose en el barro.
Lo primero que hizo el nuevo gobierno fue darle una fecha de salida al Señor Crusoe: la Nochevieja de su vigésimo octavo año de soledad. El pobre náufrago, desde su crisis, vio el lado bueno del compromiso y se dijo:”Hostia, estos del Partido de los Pericos son mi salvación”. Pero no supuso que los pericos tendrían graves dificultades para rescatar los dos troncos de las marismas, porque a los cocodrilos les resultaban cómodos para tomar el sol y llevaron al Consejo los derechos de propiedad que les concedía una vieja ley.
El proceso judicial fue largo y las apelaciones más largas que el proceso y como la Nochevieja estaba al doblar de la esquina, el gobierno del Partido de los Pericos, elevó una reforma legislativa para modificar una ley que ellos mismos habían promovido.
Y fue entonces que el Partido de las Cabras vio llegar su momento. Tras las doce campanadas, se reunió la Ejecutiva y al día siguiente, estaba en el Consejo la moción, que exponía los irrebatibles argumentos que explicaban el oportunismo político de los pericos en el caso del ciudadano Robinson Crusoe y lo intolerable que resultaba para la democracia que los partidos pusieran pegas a todo lo que pudiera significar que sus rivales hicieran su trabajo. Ni cortos ni perezosos, los del Partido de las Cabras, saltaron, de piedra en piedra, presentando a los habitantes de la isla su democrático parecer de que una balsa casi terminada no sirve a nadie y que los perjuicios ocasionados al señor Crusoe eran una muestra de incapacidad para gobernar.
Robinson, quien veía claramente que el grave problema de su crisis de soledad podría extenderse más allá de lo que él hubiera podido resistir, no esperó que tomara posesión el otro gobierno ni a que le informaran, por medio de una paloma, que en la próxima Nochevieja partiría para su país. El señor Crusoe se fue directamente a las marismas, sacó los dos troncos del barro y los arrastró hasta la playa haciendo grandes esfuerzos. Los unió a la balsa a medio construir y se dejó llevar por la corriente en una violación flagrante de las leyes.
Moraleja:
“Si naufragas, cuídate de los pericos”.
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¡Quien te entienda que te compre, campeón!
Pues se entiende muy bien, subcampeón.
Con los políticos (PP=cabras PSOE=pericos o viceversa) no se puede contar para solucionar ni los problemas de cada uno ni, lo que es más grave, los colectivos.
Los políticos están a su bola, a su sueldo, a sus sinecuras, a sus medallas. Y mientras tanto, la ciudad se hunde.
Y sólo sirve el sálvese quien pueda.
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