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Es preferible el bien de muchos a la opulencia de pocos
Bis repetita placent es una frase latina que, como casi todo en La Viña el Señor, es verdad y a la vez todo lo contrario. En los ámbitos de la humanidad, del hombre de las cavernas a esta parte, todo, absolutamente todo aquello que la especie humana piensa, defiende o deplora, está basado en la repetición de las ideas.
Pero, en la política, en cualquiera de sus figuraciones, la repetición es una manera de hacer recordar a los ciudadanos lo que hacen y piensan los partidos en el poder o en la oposición; pero como los que tienen la sartén por el mango tienen en contra a los que no pudieron llegar, la política se convierte en esa guerrita nuestra de cada día que polariza a la población de una misma localidad, o país, en amigos y enemigos. Y eso provoca que las sociedades, polarizadas políticamente, vivan en una eterna disputa.
Podría decir que las batallas, las incansables, persistentes y lamentables guerras por el poder no le hacen mucho bien a las sociedades, que se dividen artificialmente porque unos mandan y otros no. Y lo que es peor, que un país o un pueblito, también se divida. Por supuestísimo, no me refiero a las dictaduras, que son los escenarios donde la gente no puede pensar por cabeza propia, a pesar de que un dictador tiene absoluta potestad y poder suficiente para desarrollar un país, como lo hizo Franco, o tiene la potestad y el poder para sumir un país en la miseria. Por supuesto, Franco lo que desarrolló no fue más que la apertura de las puertas de una España medieval al capital extranjero, de modo tal que aún en la actualidad España sigue ocupada por esos intereses.
En fin, aquellas lluvias, han traído éstos lodos. O sea, tan pronto se cruza en el camino de las grandes empresas transnacionales un “peligro político”, éstas tienen dos armas poderosas: los intereses de sus aliados internos en el propio mundo de la política y la amenaza de irse con su música a otra parte. Y en eso se refleja que la independencia de España esté sentada bajo una espada. Pero es algo que no se puede permitir y son esos intereses tutelares los que rebajan la independencia al mundo de los negocios, aunque sea preferible el bien de muchos a la opulencia de pocos.
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Soy un agradecido lector de "Palmeras de sangre" y ocasional de lo que aparece en esta pantalla. Me gusta mucho que haya cubanos de una tercera vía, (hace muy poco descubrí a Pedro Luis Ferrer) Supongo que este último artículo de Reynaldo está inspirado en las historias de los taxistas y los VTC.
Yo tampoco sé tomar partido. Mucha gente habla de malas experiencias con los taxistas pero son autónomos y vivían de eso prestando un servicio aceptable. Ahora vienen otros a competir con ellos y compiten ventajosamente (parece ser). Para el público usuario es lo mejor porque pueden elegir.
Pero luego te enteras que hay personas físicas que se han comprado 1.500 licencias de VTC. Sin duda estos son opulentos que apuestan por agarrar la sartén por el mango, como lo serán los inventores del UBER y Cabifay en todo el mundo. Pero lo mismo pasa con las grandes cadenas de supermercados y el humilde comercio local (del que también la gente habla muy mal). El ejemplo más sangrante es Amazon que supongo que se va a cargar buena parte de las librerías, y otro montonazo de tiendas variopintas del mundo. El señor Jeff Brezzos en muy pocos años ha superado en riqueza a hombres de largo recorrido como Amancio Ortega o Bill Gates. El mundo económico es despiadado porque va a dejar sin futuro a la mayoría, y más que en ningún otro sitio lo sabemos en Béjar y en todos estos sitios que se vacían en nombre de la concentración de la riqueza en Amazon en Mercadona en Decatlón en Uber. El público consumidor debería unirse para salvar su entorno y sin embargo la mayoría aupamos más a los líderes porque nos lo dan un poco más barato.
Necesitamos gobiernos mundiales que velen porque haya biodiversidad empresarial y podamos vivir muchos, en muchos lugares y no solo estos monstruos de la globalización. Si no se empieza a poner "pie en pared" vaya siglo nos espera. JUAN
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