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Es lo que hay 7: Necesidad de perderse por Sangusín
J. Francisco Fabián
Cuando supe que mi último artículo de esta serie llevaba 70 apasionados comentarios en 10 días colgado, comprendí que necesitaba un largo paseo de asilvestramiento por los picos de Valdesangil. Pero no fue suficiente con esa dosis, tantas veces terapéutica, entre peñascos y vistas excelsas: me tuve que ir también al valle de Sangusín como suplemento cuando, diez días después, los comentarios llegaron a los 125 (!!!!!). Tengo un botiquín de sitios para que me dé el aire dentro de la cabeza cuando siento que me puede explotar (Peña Negra-la Peña de la Cruz, el Cerro del Berrueco, la Teta de Gilbuena, el valle del Cuerpo de Hombre y algunos otros más). Sí. Pero no me fui a Sangusín por algún tipo de emoción ante los 125 comentarios, que deben ser un récord. No. Fue por preocupación y desencanto. Quise haber escrito al respecto de inmediato, pero me contuve, pensando, sobre todo, en dejar descansar a los comentaristas, que a esas alturas algunos debían estar ya exhaustos. Merecían un poco de sosiego, aunque al poco vi que se volvían a enzarzar lo mismo a propósito de otros artículos. Tengo que decir que en los comentarios la cantidad de ellos no es proporcionalmente estimulante para mí al nivel del tono en el que se desarrollan muchos de ellos, llenos de descalificaciones, exabruptos, cañonazos, insultos y multitud de desvaríos a temas (algunos recurrentes y ya muy trillados), que nada tienen que ver con el artículo madre, digámoslo así. Además, se trasluce en conjunto que no forman un debate sereno de ideas, sino una confrontación que tiene un fondo estructural, ideológico, y se lleva a cabo a veces con tan malos modos, que traduce la realidad de lo que pasa. Es lo que hay, ya lo sé, pero así no me gusta. En fin, que lo que debería haber servido ―viniéndome arriba― para morirme de éxito, si me tiene que matar de algo es de desilusión, porque esto, así no me gusta. Y, además, tienen efectos colaterales porque me llega que hay quién se molesta tanto con lo que escribo (debe ser un problema de intolerancia política, no sé…) que aprovecha las ventajas de las redes sociales para meter cizañas hacia mí con insana intención. Por ese aspecto no tengo problema, pero la acción, como tal sirve para retratar a quien lo hace y a su razón última para hacerlo, que no parece muy sana. De todas formas ―repito― eso no es inconveniente para que siga escribiendo. También forma parte de la salsa de saltar al ruedo. Se aprenden cosas. Siempre se aprenden cosas.
El valle de Sangusín y sus alrededores (Horcajo, Pinedas, Colmenar, Cristóbal, Valdelacasa, Valverde, Valdefuentes…) recomponen el espíritu en este inicio tan acuático de la primavera, después de esos sofocos dialécticos disfrazados de debate que no los provocan mis artículos en sí mismos (¡menos mal!), sino que se utilizan en mucho como pretexto para desahogos políticos, dada la carga de electricidad estática con que vivimos. Por ejemplo, te vas Cuerpo de Hombre abajo, te asomas (¡con cuidado!) al Tranco del Diablo, sigues después y cruzas el puente de la Malena camino de la zona de Puerto de Béjar y, sumergido en el bosque que hay a ambos lados, caminando por lo que fue la Calzada de la Plata, sientes la sustanciosa tranquilidad de encontrarte, entre muchos más episodios, en donde pasó el cartaginés Aníbal camino de Salmántica y de la Meseta en el 220 a.C., cuando necesitaba aprovisionarse de cereal para atacar a los romanos, puesto que no querían caber las dos potencias en el Mediterráneo. Lo habitual en la historia del mundo, vamos. Pero no solo eso. Si te pones a pensar allí, en ese camino ancestral, no solo de tiempo romano sino anterior y posterior, verás y oirás con la imaginación el trasiego de gentes para arriba y para abajo que transcurrieron en ese mismo espacio hace unos cuantos miles de años; gentes con sus circunstancias que pasaron por la vida como cualquiera sin que haya quedado rastro de ellos. A veces hay que sentir así la Historia, porque si no parece mera literatura en los libros.
Fui también a Horcajo de Montemayor, cuando iban subiendo los comentarios, con su tono y a veces con su desvarío, porque noté que necesitaba más dosis de valle de Sangusín. En Horcajo entre muchos lugares, tengo uno preferido que se llama Valcerezos, al lado del curso del río Sangusín, camino del Alagón. Si, perdido por allí, visitando una vez más la elegante tumba doble excavada en la roca de un matrimonio altomedieval, no se me van los pensamientos feos, es que estoy muy afectado. Allí se dio el caso de un hispano-visigodo que le gustaban las cosas con buena factura, por lo que contrató a un cantero con mucho arte para que les hiciera una tumba a él y a su mujer. “La quiero a base de bien hecha, no como otras que hay por ahí, que son de cualquier manera”, le debió decir al cantero en un latín ya un poco mal hablado, en la senda del todavía lejano castellano en que derivaría poco a poco la lengua latina. Y el cantero se la hizo con inmejorable arte y en sitio tan aparente, que unos 1400 años después allí sigue, tan plantada y tan intacta al lado del camino, para que yendo a perderse por Valcerezos recordemos que hubo un tiempo en el que estas tumbas eran como un registro de propiedad a través del cual enterrar a los patriarcas era un acta notarial, a falta de un estado fuerte que protegiera las propiedades rurales a desmano del poder central. Con la burocracia de hoy esto parece mentira, pero fue así y demuestra que el ser humano se las ha arreglado siempre para solucionar los problemas, reflexión que da ánimos cuando hay que afrontar lo que ahora parece venirse encima después del vuelco loco al orden comercial establecido que pretende dar ese tipo de rostro anaranjado que es Trump, por si no teníamos pocas preocupaciones ya. Pero dejemos a Trump, no sea que por mentarlo aquí de pasada se vuelvan a enzarzar los comentaristas sensibles, que se sienten activados a la menor para terminar hablando al final, como siempre, de la Ayuso o de lo que sea, sin que venga a cuento ni a qué.
Foto 1Fui también a la paz de la ermita del Carrascal, en Valdefuentes de Sangusín, un remanso de tranquilidad en medio del tupido encinar, donde se respira silencio. Las ermitas en medio del campo tranquilizan. Se usan una vez o dos al año y luego permanecen solitarias, como aletargadas en el paisaje el resto del año. La de Valdefuentes, como tantas otras, la construyeron durante el Barroco, un tiempo de mucha religiosidad, en el que la Virgen tuvo mucho trabajo apareciéndose por todas partes como si no tuviera otra cosa que hacer. Fue un tiempo de crisis después del siglo XVI, rico y boyante. Quizá por eso las gentes se agarraban a la religión, pero como eran humanos, también necesitaban de la diversión, que en ese tiempo llamaban “el regocijo”. De ahí que, dado que había una afición taurina grande en la que el toreo a pie sustituía al antiguo toreo a caballo, en muchas de estas ermitas se edificaron placitas de toros con mucha humildad, pero hermosas en su sencillez. En el Carrascal hay una (también en las ruinas de la ermita de la Orden, en Puente del Congosto; en Fuente Santa, en Medinilla o en nuestro santuario del Castañar, que por estar más edificado es menos de libro que las otras, pero en su tiempo fue lo mismo, bien que lo retrató Ventura Lirios para el Duque de Béjar en 1726-27). La del Carrascal tiene el mérito de haberla restaurado con buen criterio y mucha delicadeza y eso honra a los que lo han hecho, prestigia al sitio y sirve para convocar a los amantes de mirar lo pretérito. Un día trataremos más detenidamente esto, que tiene su miga y, además, alguna cosa prehistórica de la zona muy interesante. Si me sigue este clima de desánimos, voy a tener que ir mucho más a estos sitios. De hecho, cuando me he enterado de que van a poner una especie de Sálvame en la televisión pública he dejado apalabrada conmigo mismo una caminata tranquila en cuanto brote la primavera, que está al caer, en el fondo del valle de Sangusín, por la Calzada de la Plata. Una caminata para todo un día de las de bocadillo de tortilla de patata con pimientos y bota de vino. Entre lo de TVE con su irrupción en el mundo del cotilleo de baja estopa y las ocurrencias por agitar el avispero mundial del hombre con la cara de color naranja, me va a petar la cabeza, como se dice ahora. ¡La tele de todos (siempre) conducida por quien gobierna, hoy (¡¡hoy!!) promueve un Sálvame! Impresionante. No quiero pensar en lo que van a decir las gentes del cine en la próxima entrega de los Goya contra quien promueve esa tan “genial idea”. Van a caer rayos y centellas en la gala contra el gobierno… (Que era broma, hombre…).
Ermita y plaza de toros de El Carrascal (Foto J. L. Sánchez Galán).
- Lea lo que respondí al
hace 12 horas 14 mins - ¡Menudo zasca, señor
hace 1 día 5 horas - Pues no. Lo de "ay
hace 1 día 11 horas - Pues ya lo sabe usted
hace 1 día 22 horas - Lo de "todólogo" es cosa
hace 4 días 5 horas - Con lo de Todólogo te
hace 4 días 7 horas - No preocuparse que aquí ha
hace 4 días 9 horas - Creo que el Ayuntamiento
hace 6 días 6 horas - Ese derrumbe no es novedad,
hace 6 días 10 horas - Los pequeños accionistas
hace 1 semana 13 horas
Qué cosas pasan !!!! Lo más nauseabundo , ruin y barriobajero está en las redes sociales y medios digitales . No se puede esperar nada bueno de todo éste tinglado .
Pues si le afecto el tema, si dura un poco mas el asunto se tiene que salir de la comarca para no sentirse perturbado por tanto comentario, Dios me libre de volver a comentar sobre sus escritos, no quiero ser culpable de su malestar.
Da gusto leerle. Saludos.
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