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Editorial nº 282: Cuando un amigo se va. In memoriam de Carlos y Pablo
Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va... (Copla popular)
Sabemos que el viaje de la vida se acabará algún día para todos, pobres, ricos, altos, bajos, de aquí y de allá. Caronte nos aguarda para llevarnos a la otra orilla, pero nos aferramos a la vida, porque es lo único seguro que tenemos. Por eso, cuando unos amigos como Carlos García Manso o Pablo Gómez Rodulfo nos abandonan, se nos muere algo de nuestra vida y esa anticipación nos produce desolación y tristeza, que solo el tiempo palia con una capa de olvido.
Nos quedan los recuerdos, de unos momentos hermosos (siempre el pasado recordado lo es), de cánticos en El Bodegón o en Las Columnas, con las guitarras y las risas de la juventud, de los muses interminables en El Biarritz y en Hoyamoros, con miles de historias antiguas y disparatadas sobre los bejaranos, de los guateques en cualquier local con la música de Adamo, con las caricias y los besos frenéticos a escondidas, con los partidos de fútbol en El Castañar o en Puerto de Béjar, con los panfletos distribuidos clandestinamente clamando por la amnistía y la libertad, con los debates sobre la estrategia a seguir para acabar con el Dictador, que si eran galgos, que si eran podencos, que si ese Suarez es más de lo mismo (y luego no lo fue, ¡¡que cosas!!), con los retos profesionales, con las decepciones y el desencanto, con el tiempo que se acaba y pasan los años y no nos hemos visto, con los hijos que se hacen mayores y nos hacen sentir orgullo de padres, con a ver si nos vemos y no lo hacemos, con todos esos hermosos recuerdos que dan sentido a una vida, que siempre es corta y que ha tenido como música de fondo nuestra condición de bejaranos.
Me quedo con esos recuerdos, más que con la amarga certidumbre de vuestro temprano abandono, me quedo con un abrazo muy fuerte, aunque sea virtual para todos los vuestros, me quedo con la esperanza de que vuestros hijos logren tener una vida digna en la que honren vuestra memoria
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Querido Antolín
Gracias por tus cariñosas y sinceras palabras (compartidas) a mi hermano Pablo.
¡Qué tristeza me da no volver a verle para comentar, criticar y reírnos de lo que pasa en este "bendito" país y mundo.
¡Qué pena me da no hacer más viajes y excursiones juntos!
¡Qué desolación encontrarnos los hermanos y que falte él... con su vitalidad, sus excesos, su humor, su amor!
Quisiera pensar, para consolarme, que su energía no ha desaparecido (¿no decís eso los científicos?), que estará en algún lugar de este inexplicable e inabarcable universo, enviando y recibiendo mensajes, mentales, virtuales...
Pero de lo que estoy segura es que no se ha ido del todo porque no le olvidaremos nunca: quedan en nosotros muchos recuerdos, muchas vivencias compartidas, muchísimos momentos felices, divertidos, entrañables. Y sobre todo pervive en sus hijos y en sus nietos, trocitos directos de su ser, de su grande y amorosa humanidad.
En su despedida, leímos un poema de José Hierro que parecía escrito para él. Te envío un fragmento:
"Morirán los que nunca jamás sorprendieron
aquel vago pasar de la loca alegría.
Pero yo que he tenido su tibia hermosura en mis manos
no podré morir nunca.
Aunque muera mi cuerpo, y no quede memoria de mí."
Guarda los recuerdos de Pablo, querido Tolique, y entre todos transmitamos a nuestros hijos los viejos ideales de dignidad, honradez y solidaridad que nos dieron tanta felicidad y que aún hoy son válidos.
Un fuerte abrazo
Carmen Gómez-Rodulfo
Amigo Antolín:
Aunque nos hemos visto hace dos días quería agradecerte de todo corazón, por escrito, los cariñosos recuerdos que le has dedicado a mi hermano Carlos y que tanto le hubiera gustado comentar contigo.
Seguramente lo primero que te hubiera dicho es ¿Quién es ese Caronte de los coj...?, luego hubiera ampliado con muchos detalles los buenos momentos que hemos pasado, discutiendo si esto o aquello había ocurrido en Las Calabazas o en las Pulgas o quién llevaba la mochila más pesada a la sierra o cuántas veces bajaste a jugar a Santa Bárbara, donde tanto disfrutaba.
Hace poco me comentaba su buen amigo Serafín Gilart lo bién que dominaba la peseta con el zapato de tafilete. La verdad es daba gusto jugar al fútbol con él. era un jugador exquisito como diría Nito.
Ya sólo podemos disfrutar de su recuerdo, pero me consuelo en pensar que Caronte, como tú dices, le dejó en la orilla buena camino del Cielo. Porque dejó huella y con todos sus defectos,era bueno,alegre,cariñoso,guapo, padre y abuelo ejemplar,un gran hermano y mi mejor amigo.
Un fuerte abrazo, Pedro
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