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Editorial 359: U-NI-DAD
Si tiene algo bueno esta crisis del coronavirus es que ha puesto ante nuestros ojos un espejo para que nos podamos ver tal y como somos y podamos centrar nuestra actividad en lo importante, en lo esencial, en aquello que nos une, en lo que da sentido a nuestra vida, más que en lo que nos separa o en temas insustanciales o accesorios.
El virus ha demostrado que no entiende de colores políticos, ideologías, religión, sexo, clase social, raza o territorio, es por eso por que ante ese enemigo suenan ridículas esas discusiones y debates que se han producido y se mantienen de forma irreductible entre los partidos políticos y que en muchas ocasiones mantienen a los ciudadanos en estado de incredulidad y depresión.
Este es el momento de la unidad, de aparcar temas que no son esenciales y centrarse en el objetivo común de erradicar el virus, acatando las decisiones del Gobierno y colaborando para que esas duras medidas surtan efecto.
Al mismo tiempo los partidos políticos pueden pensar si no hay en Béjar intereses y objetivos comunes para que se centren en aquello que nos une y dialoguen y acuerden medidas para sacarlo del agujero económico y social en el que estamos
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Esta aparente unidad durará lo que tarden los investigadores en encontrar una vacuna. Y como siempre, la aparente unidad la produce el miedo a aquello que no distingue a unos de otros. Si de verdad el ser humano tomara conciencia de lo insignificante que es frente a la naturaleza, posiblemente nos dedicaríamos a buscar una vacuna contra el cainismo y la envidia. Que Dios me perdone, pero casi estoy por desear que hubiera más pandemias, si fuera preciso como la de la mal llamada "gripe española", a ver si a fuerza de buscar unidad y tomar conciencia de nuestra realidad e insignificancia desarrolláramos la costumbre de la unidad, sobre todo para aquello que nos hiciera la vida más agradable.
Mientras escribo, no escucho ningún ruido. Nadie hay en la calle, no circula ningún coche. Esta mañana de domingo toda la ciudad está recogida, cada familia en su casa.
Ayer sábado por la mañana, ya comenzaron a cerrarse bares y establecimientos. Todo el mundo hablaba de lo mismo con preocupación y voluntad responsable; a la hora de comer casi todas las rejas estaban bajadas.
Casi de manera espontánea, todos nos aplicamos durante el sábado para disponer todo lo necesario cara a un recogimiento prolongado. Al llegar la noche, recibimos las instrucciones que regirán a partir de ahora para limitar la posibilidad de contagios. Nadie se volvió loco, ni se saltó la partitura, la ciudad recibió la noticia con calma y normalidad.
Justo cuando dieron las diez, los balcones comenzaron a llenarse de aplausos. Yo, que no sabía nada de la convocatoria efectuada en redes sociales, y que caminaba en solitario por la calle después de haber guardado el coche hasta que me pueda volver a hacer falta; me vi sorprendido por la salva de aplausos dedicados a los profesionales de la sanidad y recorrí el camino envuelto en su sonido.
Y entonces me emocioné un poco al comprobar que estaba rodeado de sentido común, de solidaridad y espíritu colectivo para la colaboración y que somos capaces de actuar de manera solidaria, cuando la urgencia o la gravedad del asunto nos enfrenta a un desafío trascendental, sin que haya dudas o diferencias de colores (Ójala nos diéramos cuenta, como dice el editorialista, que esto es, exactamente, lo que necesita nuestra ciudad para remontar el vuelo).
Así ha pasado esta vez, porque varias horas antes de ser declarado oficialmente el Estado de Emergencia, la práctica totalidad de los bejaranos (como el resto de todos los españoles) lo teníamos asumido y aplicado. Tal y como corresponde a un país adulto y responsable, donde las instituciones funcionan y los medios de comunicación cumplen su papel para que todos sepamos lo que pasa.
Reconfortado por todas estas sensaciones y convencido de que venceremos al virus entre todos, no quiero dejar de significar mi amargura al comprobar cómo hay quien, ante esta grave situación, todavía aspira a conseguir un beneficio político a costa del interés común. Pero no es momento ahora de entretenernos en lo despreciable, sino de atender a lo encomiable.
Con mi más conmovido agradecimiento, un abrazo para todos.
Alberto Segade Illán.
Estoy de acuerdo con Vd. Alberto y, por cierto, también pertenezco a Béjar Emprende. Pregunto a todos los paisanos que me lean: Por qué tiene que ocurrir una desgracia para que nos sintamos solidarios?. Por qué todo se nos tiene que imponer para que seamos capaces de mostrar un poco de cordura?. Por qué en el caso concreto de Béjar, con el problema que tiene, no se toma conciencia como si de una enfermedad se tratara y nos pusiéramos todos a tratar de curarnos? Observo por lo que leo en este medio, que se sigue discutiendo si son galgos o son podencos, quién lo hace o lo hizo peor, y mientras tanto la ciudad se muere, y se perderán las ayudas que se nos brindan. Por qué no se ignoran las diferencias personales? Es que no nos damos cuenta de que se lo llevará todo el diablo, como en las peores familias?
Un bejarano ausente.
Buenas noches,me pregunto yo.Nosotros que hemos sido pioneros en textil,,No nos queda algo de capacidad para hacer batas y mascarillas,quizas es una gilipoyez mia,esque me da tanta rabia que la gente que esta en primera linea no tenga los medios adecuados,como si un electricista no tubiera un medidor y combrobara si hay corriente con los dedos.Se me ha caido el alma a los pies cuando el vicepresidente Igea pedia estas cosas,,y esto no ha hecho nada mas que empezar,Esto marcara una antes y un despues.
Qué bueno y enternecedor su comentario. Mis deseos de salud.
Si las que fabrican los catalanes, que están vendiendo al extranjero, fueran confiscadas por el gobierno, en uso del decreto de alarma, no haría falta pasar necesidades. Pero claro, cuando se tiene el cu... arrendado, no se puede ir al baño sin permiso.
Sobresaliente. Me uno en cuerpo y alma a su comentario.-
Salud y suerte para todos. Repito...PARA TO-DOS
Fdo.- Winston Smith
Paz y bien, hermanos. Y feliz aislamiento. No nos queda otra que ser resilientes, evitar el tedio y el aburrimiento, y aprovechar la oportunidad que se nos ofrece para reflexionar acerca de lo divino y lo humano e incluso de buscar la manera de implicar a Alejo en este asunto. Faltaría más.
Eso, eso, !!que le impliquen!! !!que le impliquen!! Que hace mucho que no hablamos de Alejo. Muy irónico su comentario "Paz y bien". Saludos cordiales.
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