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Dulce compañía
A primera hora bajo a la isla, dulce compañía…
Apenas esbozado el sol sobre el horizonte, las aguas tienen prisa, sin embargo, por alcanzar el mar.
La canción del río lleva versos conocidos, iguales a los que recita la fuente chiquita, pero en sus venas rocosas los amplifica y esos jirones de alma retumban en el puente y llenan el aire de mensajes limpios.
Dulce. Es dulce la compañía del verde que levanta mareas de frescor sobre mi piel, leve mapa del tiempo que me desvive, escalofríos que aún recuerdan el poso de la mirada como si se pudiera tener un pacto de eterna juventud.
A veces DULCE pierde la referencia que le proporciona el estribo del ama y, al privarla del muslo, el brazo o el hueco entre el hombro y la cabeza, busca un sucedáneo en el muñeco inerte, como si la goma rosada del muñeco de infancia, pudiera sustituir la persona que añora… dulce compañía…
Entonces, curva su lomo para adaptarse al arco cóncavo de la improvisada protección y muy lentamente su pupila negra se hace una fina línea sobre el espejo verde del ojo inquieto… ronronea, canta extasiada como el río y la fuente, suavemente pasa su blanda mano sobre una pata del infantin desgreñado y lo acaricia con deleite a la forma de gato, su única forma.
Miro al animal como miro la isla, con los versos de Colinas rodando en mi boca:
“De ti brota armonía, que genera la música.
En ti nacen los números, que explican los símbolos.
Fue como ir ascendiendo de un mar de culpa y miedo
hasta el sol que abrasaba el dolor de mi noche.
Y allá arriba ardía en luz de oro el mundo,
los siglos que han sido y aquellos que serán.
Yo cerraba los ojos en busca de lo negro
que siempre hubo en mí, pero ya era lo blanco
recibido de ti, hoguera entre tus piedras.”
(Antonio Colinas / Noche más allá de la noche)
Sones de mi dulce compañía…
DULCE busca su sitio y, solo cuando no encuentra a la mujer con gato, recurre a su siesta cotidiana sobre el viejo edredón y el tobillo engomado.
Es posible encontrar sabiduría en los hechos más extraños, verla avanzar río arriba ascendiendo desde la playa lejana, el abrazo de mar calmo inundando hasta la misma fuente donde nace anónimo. Allí, dulce compañía, llega el braceo con cada mañana…
Me es necesario, como a DULCE, encontrar un buen lugar para sintetizar sueños.
Florezco sin remedio desde la playa a la orilla, me alejo más y más… más allá incluso de la higuera… Ala de ángel, luna o nube…
El canto de agua me acompaña, dulcísima compañía que, embebiéndome, viene conmigo.
Gel Borrajo
(Julio 18 de 2010)
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