Recupero, después de casi un año sabático para atender asuntos personales, esta ventana de comentarios relacionados, más o menos, con todos los ámbitos de la actualidad nacional.
Los acontecimientos sociales, políticos, y sobre todo los económicos y financieros, están tan presentes en nuestra cotidianeidad, que me siento incapaz de particularizar uno de ellos para mi comentario de esta semana. Trataré de hacer una introducción sobre sensaciones generales, pidiendo disculpas de antemano por la simplicidad de hechos y argumentos ante un tema tan global y tan complejo. Se trata al fin y al cabo de exponer sensibilidades entre la duda, siempre presente, de “bajarse en marcha” o como el sindicalista de la vieja película de Alain Tanner, (“Jonás que cumplirá 25 años el año 2000”, mucho ha llovido), “seguir adelante con su gorrilla y su motocicleta”, trabajando diariamente en esas pequeñas cosas que algo cambian la sociedad real, mientras se sigue buscando ideológicamente, las utopías de una izquierda que parece desorientada, desideologizada, desmotivada y sin liderazgo.

Cada día, los responsables de esta crisis económica y financiera, de sus órganos de regulación, (FMI, OCDE, Bancos Centrales), de sus órganos de vigilancia, esas Agencias de Clasificación de riesgos que no se enteraron de nada, que lo mismo daban la triple-A a los bonos basura que originaron la crisis, como rebajan actualmente la solvencia de entidades y países, poniendo su estabilidad a los pies de los caballos. Esos mercados financieros, que ya han normalizado beneficios a costa de las múltiples ayudas financieras institucionales recibidas, que están, como casi siempre, gestionando la salida de la crisis, aumentando la cuenta de resultados, pontificando que esto se recuperará, eso sí, lentamente, pero sólo si se continúan aplicando sus recetas de ajuste: una fuerte reducción del déficit público, y un cada vez mayor desmontaje del estado de bienestar. Asunto al que nuestros gobernantes se están aplicando diligentemente, como “verdades reveladas indiscutibles”, tanto para nuestro país como para la Unión Europea.

En el campo contrario, el de la inmensa mayoría, cada vez nos queda más claro que seremos como siempre los paganos de la crisis. Por definición me considero optimista histórico y no voy a exponer los males que todos percibimos y sentimos: del paro a la precariedad o de la congelación a la futura modificación de las pensiones.

Seguiré con las sensaciones. Frente a una pretendida justificación política de las reformas sociales emprendidas, “la única de izquierdas posible”, basada solamente en el argumento tan poco ideológico de “por mis frutos futuros me reconoceréis”, a los sindicatos no les quedaba otra que sacar la bandera de la responsabilidad en la defensa de tantos años de lucha para conseguir las mejoras sociales que todos disfrutamos, en replicar una vez más a los empresarios que el camino de la competitividad no pasa por continuar con los salarios basados en la emigración o en instaurar el modo chino de producción.

A pesar del furibundo desprestigio mediático ejercido por la derecha y las coacciones de todo tipo ejercidas por los empresarios y sus organizaciones, no dejan de sorprenderme esos debates académicos, en el que muchas veces se deja atrapar la izquierda, sobre los “piquetes informativos”. Sin defender de ninguna manera la violencia, los piquetes tratan lisa y llanamente de ejercer la máxima coacción sobre los esquiroles que pretenden trabajar, en defender los intereses de todos, incluido de esos que sin participar, serán los primeros en pasar por caja para recoger los posibles beneficios obtenidos. La misma misión coactiva que ejercían, por ejemplo, los 200 policías que rodeaban El Corte Inglés el día de la huelga general.

La inacción de tantos jóvenes “suficientemente preparados”, ante la precariedad y la explotación laboral que sufren, mientras se entretienen horas y horas contando sus penas personales y profesionales en las redes sociales, sin hacer nada por plantarse, por emprender nuevos caminos, bueno, tal vez para quedar a un macrobotellón, me produce profundo desasosiego. Tienen de alguna manera, una cierta responsabilidad en la situación en que se encuentran, es posible que también la tengan las centrales sindicales, sin hacer nada para cambiar la posibilidad de dar salida a la crisis por otros caminos, o mientras que, desgraciadamente, los más lúcidos y mejor preparados se plantean cada vez más la única salida de la emigración técnica y científica.

Mientras, la derecha espera regocijada y estupefacta, a recuperar el poder sin mover un solo dedo, pensando ya en la vuelta de tuerca definitiva a dar a los restos del estado de bienestar: menos sanidad y peor enseñanza pública, privatización de las pensiones, de las oficinas de empleo, desaparición total de los restos de la empresa pública…
La Comunidad de Madrid puede ser un buen ejemplo de este estado de cosas. Donde el camino de desmontaje de partes del estado de bienestar es un hecho, el Partido Socialista Madrileño se entretiene en unas primarias para elegir candidato, eso sí, ejemplo de democracia interna, teniendo la percepción de que se está dando una pura lucha entre la nomenclatura, que sale descalabrada, y una victoria pírrica de las bases, a lo que seguirá un futuro ajuste de cuentas, pues de lo que se trata es de situarse en las futuras listas electorales, con una ausencia total por ambos aspirantes, que de momento se mantiene, sobre los planteamientos ideológicos y políticos que los sustentan, solo generalidades, incensario, autocomplacencia o esperar esa venganza, cuando se produzca la derrota, que siempre se sirve fría.

O la izquierda recupera la batalla ideológica y de liderazgo, para desmontar los axiomas neoliberales que nos hacen creer que sus dogmas políticos y sobre todo económicos son indiscutibles, evidentemente en el marco complejo y global en que nos encontramos, o la salida a la crisis que indudablemente se producirá, en mi opinión antes de los pronósticos de tanto economista aplicado, será contra la inmensa mayoría.

Emilio Sánchez Álvarez
8-10-2010