Me da pereza, rematar el garabatillo que se asoma, rondando el octavo día de marzo,
al borde mismo de mis pensamientos…
Me da coraje, acordarme una y otra vez de la fascinante Mafalda y su sentencia feroz:
“paren el mundo que yo me bajo”…
Me da indignación sentir la frase como mía, yo tan peleona siempre, ahora rendida.
Sería para morirse de risa, tener como patrón un dibujillo, si no fuera tan triste conciencia,
habiendo insignes mujeres que han luchado tanto por nuestra supervivencia a lo largo de la historia.
Me da, que para el común de los mortales (incluido el género al que pertenezco),
esto de los días conmemorativos es algo así como una pose que se lleva, cuestión de imagen en este tiempo,
una moda que se mantiene en los medios con cierta fatiguita, cantinelas hueras,
curiosidades más de forma que de fondo, sobre “la mujer”; conmemoraciones que nos pasan de refilón,
a veces por la izquierda, otras por la derecha (recientemente, la del señor Gallardón )… pero seguimos ancladas en la rutina,
sesteando al sol que más calienta.

Me da que no será esta reflexión bien acogida entre mis congéneres;
y mucho peor lo pillarán quienes ven llegar, frotándose las manos,
una época en que pasaremos de dormitar a fallecer, adiós a nuestros intentos de independencia.

Me da…
que el formar parte de este colectivo femenino parado (¿?) no es precisamente motivo de satisfacción.
Este interés repentino porque “las maduritas” entremos en el mercado de trabajo,
no es signo de buenos tiempos; es más, muy malamente deben andar las cosas,
cuando nos ofrecen trabajo a “las abuelas”, lo lógico es que la juventud aproveche sus energías. Pues…
me da que, a estas alturas, algunas ya estamos en edad de “dimitir” de tantas tareas!!!!,
de permitirnos el lujo de seleccionar dónde y cómo trabajamos,
porque ya hemos cubierto el plazo de la explotación hace tiempo,
y los salarios de casa se nos pagan con cariño, y los de fuera, los que pedimos por necesidad,
a menudo, no cubren las expectativas.
Hace unos días, en mi última entrevista de trabajo, esperé tranquilamente junto a un ventanal,
leyendo con deleite los versos de Tomas Tranströmer…,
no pude acreditar mis más de veinte años de experiencia,
cómo justificar las renuncias a la universidad por falta de rentas?,
se valora la prioridad de la maternidad sobre la profesionalidad en un momento dado?…,
Con tranquilidad simplemente sonreí (con el “Deshielo a Mediodía” aún en los labios) al jefe de personal,
el hombre fue muy amable. Naturalmente no me dieron el trabajo, me faltaba… bueno me falta(…),
pero pasé un buen rato con el libro en medio del mundo, el día gris entrando a raudales por la ventana,
sola entre la gente del pasillo.

Me da que los días de nombre propio nunca más me producirán congoja,
quizá busque risas como rebeldía en medio del miedo con el que pretenden atenazar.
Me da que, seguiré peinando mi cabello contra corriente, hacia arriba, soltando los ricitos algo canosos ya
en lo alto del cogote, repitiendo embobada:

“El arroyo congelado brilla y calla.
Las sombras yacen aquí profundamente,
sin voz.
Mis pasos para llegar hasta aquí fueron explosiones en el suelo
que el silencio vuelve a pintar,
vuelve a pintar.”

1. Me da que me repito. Qué lío!!!!
2. ¡¡¡¡Feliz Día, chicas ¡!!!
www.ine.es/revistas/cifraine/cifine12002.pdf)

Gel Borrajo
(Marzo, 8 de 2012)