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Crónicas Hispano-Cubanas: El rey que nunca existió
Al personaje de la crónica de hoy pocos lo recuerdan. Su último amigo se llamaba Avelino Hernández y era cubano, fabricante de habanos. En España no tuvo ninguno, al menos no lo recoge la historia. De él se ha escrito poco, tal vez porque no haya existido una razón histórica para que trascendiera o porque sí haya existido una razón para que fuera olvidado. Lo cierto es que a pesar de que sus restos reposan dese 1985 en el Panteón de los Infantes de El Escorial, nació para ser inhumado en el de los Reyes. Pudo ser Alfonso XIV y no fue "nada ni nadie", según él mismo expresara.
El 10 de mayo de 1907 nació Alfonso de Borbón y Battenberg, primogénito de Alfonso XIII. Pero nació imperfecto. Era hemofílico. No obstante, fue el Príncipe de Asturias hasta el día en que España quedara abandonada por su Rey ante el hecho de la República y fue el Príncipe de Asturias en el exilio hasta 1933, sin que hasta entonces la hemofilia constituyese un impedimento para su destino de soberano. Vivió sólo cinco años más. No hubo otro verdadero Príncipe de Asturias hasta el nacimiento en 1968 del hijo del monarca reinante, Felipe de Borbón, a quien el destino llevó a esa elevada posición y no a la que debió ocupar como hijo de un sobrino del rey que no llegó a existir.
Nadie sabe a ciencia cierta cuándo comenzaron los conflictos ente Alfonso XIII y su primogénito, que era un tío alto, rubio e inteligente. Pero lo que sí parece evidente es que el Rey llegó a no desearlo como sucesor. Y el motivo para alejarlo del Trono fue el amor por una cubana: Edelmira Sampedro.
Alfonso, bastante desvinculado de la Familia Real en la diáspora y sin un pelo de tonto, seguramente conocía por dónde venían los tiros cuando el Rey se negó aceptar el matrimonio con la cubana, que era miembro de una multimillonaria familia de la sacarocracia de la Isla. La Casa Real le aplicó la Pragmática Sanción de Carlos III que obliga a los herederos contraer matrimonio con mujeres de la realeza. La misma que no le aplicaron a Don Felipe.
Entonces, Alfonso de Borbón y Battenberg renunció a sus derechos en una carta, aunque sabía que no era un acto legal, lo que manifestó reiteradamente con posterioridad y así se lo hizo saber, en medio de la Guerra Civil, en otra carta a su padre, quien también había obligado a renunciar a Jaime, el segundo en la línea sucesoria… por sordomudo.
De esta forma, Alfonso se convirtió en la oveja negra de los Borbones y el Infante Don Juan, en la esperanza de una restauración el día en que Francisco Franco necesitara de nuevo de los reyes de España. Pero eso ya es más conocido.
El matrimonio con Edelmira Sampedro, fue naufragando de a poco y terminó en divorcio en 1937. En ese tiempo, Alfonso de Borbón intimó con los cubanos y con Cuba, donde permaneció por largos períodos alternando con Francia, Nueva York y Miami.
Uno de sus amigos fue el compositor isleño Eliseo Grenet. A partir de esa amistad entró en contacto con la música cubana, a la que admiró muchísimo y con la que acompañó su vida solitaria y triste de Borbón sobrante. Y fue precisamente en el piso neoyorkino de Eliseo donde conociera a Marta Rocafort, la cubana modelo de modas con la que se casaría en La Habana el 3 de julio de 1937, a menos de dos meses de su divorcio de Edelmira en la misma ciudad. Pero la convivencia duraría semanas, tal vez días, quizás horas. El segundo divorcio se efectuó en la capital cubana el 8 de enero de 1938.
Alfonso conoció a Avelino Hernández en la fábrica de habanos Partagás en los días que mediaron entre el primer divorcio y el segundo matrimonio. Avelino fue un señor muy serio y un joven muy divertido que intimó con Alfonso, quien a la sazón parecía padecer de un sentimiento autodestructivo motivado por sus propias culpas ante el genocidio entre hermanos de la Guerra Civil Española y el resentimiento hacia su padre.
La música cubana y las mujeres les llevó a ambos hasta la Playa de Marianao, que era un tumulto de tugurios donde se hacinaba la prostitución, las “escuelas de baile” y donde se gestaba, desde la pobreza, la música popular cubana. Alfonso bebía en exceso y se había habituado al consumo de morfina, con la que combatía los dolores durante sus crisis hemofílicas. Fue Avelino, precisamente, uno de sus acompañantes durante los días en que se vio obligado e ingresar en la Clínica Cubana en el barrio de El Cerro para atender su dolencia crónica.
A la boda con Marta Rocafort, hija de un odontólogo habanero, asistió el Presidente cubano, Federico Laredo Bru, lo que no impidió que Alfonso terminara perdidamente borracho y Avelino se viera obligado a ayudarlo a subir hasta la habitación del Hotel Regina. Todo parece indicar, que ni siquiera hubo una luna de miel.
Tras algunos meses en La Habana sin ningún objetivo en la vida, Alfonso se trasladó a la Florida, donde fuera asiduo de un burdel y donde tuvo una novia americana que trabajaba vendiendo cigarrillos en un night club. Murió en Miami a los 31 años. Un camión invadió la senda de Biscayne Boulevard por donde circulaba el auto de la cigarrera. Ambos regresaban, a medianoche, de un casino donde él le rogó a la chica que no lo dejara y le había dicho: “Soy muy desgraciado. Desde que nací he estado caminando por una cuerda floja y en cualquier instante puede suceder algo que me haga precipitarme al abismo”.
La causa de la muerte no fue una hemorragia, como algún historiador afirma. Fue un trauma craneal, que extrañamente resultó inadvertido en el primer hospital donde fuera atendido por los servicios de emergencia y del que Alfonso salió por sus propios pies. De regreso al Colonial Hotel, donde vivía, recibió horas más tarde la visita de su médico personal, quien lo encontró muy grave. Falleció en el hospital Jackson Memorial el mediodía del 6 de septiembre de 1938. La declaración de una amiga, madame de afamado burdel, afirmaba que Alfonso le había dicho, en su agonía, que aquello no había sido un accidente. Pero fue ése un testimonio de dudosa reputación…
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