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Crónicas hispano-cubanas: El Bismarck de la Armada española
La mejor flota de guerra española de todos los tiempos fue la que se hundió en la batalla de Trafalgar. Los grandes ingenios navales, de la guerra o la paz, han sido para muchas naciones un STOP de neón rojo o como las plumas de la cola del pavo real, ante la cual las pavas ponen el culo en remojo.
Nunca ha faltado en la historia de las naciones un buque legendario que ha hablado por sí solo: el portaviones USS Nimitz, los acorazados Bismarck, Yamato y Musashi, las vitrinas de Eje Berlín-Roma-Tokio. España también tuvo un navío mítico y fue bautizado con un nombre divino “Santísima Trinidad”.
Salvando las distancias tecnológicas que van entre la segunda mitad del siglo XVIII y mediados del XIX, el Santísima Trinidad fue una excepción absolutamente comparable al Bismarck en términos de efecto psicológico y símbolo de poderío. Era --como aquel-- la cúspide de un esfuerzo por la supremacía naval, que llevó adelante el Imperio de los Borbones, comenzando por Felipe V y terminado por Carlos IV, quien cargó con la derrota de Trafalgar y de paso… se cargó al Imperio.
Al Santísima Trinidad, construido en 1769, se le conocía como El Escorial de los Mares, lo que podría indicar que era una megamáquina de guerra digna de Discovery Channel; pero la monumentalidad de palacio y barco no fue el motivo del apelativo sino algo que ambos tenían en común: las maderas cubanas.
Todos conocemos o tenemos referencias de la carpintería exquisita de El Escorial: las mil cien ventanas, los portones para dar paso a la grandeza de los reyes, el mobiliario en el que cabía todo el Nuevo Mundo. Sin embargo, del Santísima Trinidad no sabemos tanto, a pesar de que pudo haber sido el Premio Guinnes de los mares desde la primera cayuca tripulada por un humanoide hasta 1805; o sea, Trafalgar.
La Marina de guerra española realizó un gran esfuerzo durante el siglo XVIII para igualar a la inglesa, ya que la lucha por la supremacía en los mares americanos estuvo en el centro de las reformas de los Borbones. En general, la Armada española dispuso de 237 navíos entre 1687 y 1853. Su astillero estratégico fue el Arsenal de La Habana, donde se construyeron la mayor parte de ellos. Las maderas preciosas cubanas, abundantes por entonces, y la seguridad del puerto fortificado de La Habana fueron, al parecer, lo que motivó el desarrollo de la construcción naval en la Isla.
El Santísima Trinidad fue el navío de línea más poderoso jamás botado; el barco de navegación a vela más grande de todos los tiempos. Fue el único en la historia naval con cuatro puentes. De tres puentes ya hubo muy pocos. Contaba con la bagatela de 140 cañones cuando otros con 50 ya eran considerados temibles. Su tripulación era de 1.071 marinos y 25 criados. Fue el buque insignia de la flota española. En Trafalgar, tras un encarnizado combate, terminó capturado por los ingleses, que intentaron de remolcarlo como trofeo. Pero el Santísima Trinidad prefirió hundirse.
De acuerdo al "Diccionario Geográfico, Estadístico e Histórico de la Isla de Cuba" de Jacobo de la Pezuela, fueron 127 los navíos de guerra habaneros construidos entre 1724 y 1850. Las mismas maderas cubanas que aún pueden verse en El Escorial en mil cien ventanas tuvieron también la forma de los navíos del imperio donde nunca se ponía el sol.
- A que tema te refieres? Al
hace 3 horas 54 mins - Ni mejor ni peor. Y tú
hace 4 horas 37 segs - Que aburricion, que la gente
hace 8 horas 45 mins - Seguid estirando ese tema
hace 14 horas 6 mins - Ni mejor ni peor. Y tú,
hace 17 horas 17 mins - Pues vaya lio, porque uno
hace 18 horas 21 mins - Gracias Luis por meternos
hace 18 horas 25 mins - Pues a mí me llaman por
hace 19 horas 43 mins - Sin duda se trata de un paso
hace 20 horas 52 mins - Tu eres un ciudadano de esos
hace 1 día 2 horas
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