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Corrida con picadores en la Ancianita el 8 de septiembre
La plaza de toros 'La Ancianita' acogerá una corrida de toros el 8 de septiembre con el siguiente cartel: Pedro Gutiérrez ‘El Capea’, Damián Castaño y Manuel Diosleguarde estoquearán una corrida de toros de la ganadería de Orive.
En el acto de presentación estuvo el alcalde de nuestra ciudad, Luis Francisco Martín, junto con los concejales del equipo de Gobierno Purificación Pozo, Javier Hernández y Jonathan Martín, el edil socialista, José Ángel Castellano, y, también, aficionados e integrantes de la asociación de Amigos de la Plaza de Toros de Béjar.
En cuanto a la venta de entradas, ésta se realizará los días 5, 6 y 7 de septiembre en el quiosco de la Plaza de España con precios populares y con las localidades de la barrera de sombra numeradas.
- Apreciado Alberto, me
hace 12 horas 31 mins - Título de la película:El
hace 18 horas 1 min - Título de la pelicula: y
hace 20 horas 52 mins - Título de la película,
hace 2 días 6 horas - Tal vez no ha entendido lo
hace 2 días 16 horas - Aclarado lo del apellido.
hace 2 días 17 horas - Se equivoca mucho... La
hace 2 días 17 horas - NO fastidies, no dimite el
hace 2 días 17 horas - Si no fuera por que a la que
hace 2 días 22 horas - Disculpe por lo de Sr.
hace 2 días 23 horas
Para cuando vamos a utilizar esa anciana plaza exclusivamente para actos culturales, y no para asesinar pobres animales??
A ver si nos aclaramos. En las plazas de toros se celebran espectáculos taurinos y es su razón de ser. Para actos culturales existen los teatros, auditorios, ateneos, etc...Y para asesinar pobres animales existen los mataderos. De primero de parvulitos.
Cierto, esa es la función más obvia y primitiva de una plaza de toros, pero hay ciudades en las que estos edificios tan nuestros se dedican al maltrato animal (como en los viejos tiempos medievales) y también a espectáculos de todo tipo, mucho menos sangrientos (los innumerables conciertos en Las Ventas de Madrid, por poner un ejemplo mayúsculo, o el mismo coso bejarano durante el Festival de Blues cada mes de julio). En un paso civilizatorio más, también hay ciudades cuyas plazas de toros ya no son "de toros", sino que se utilizan para otras actividades, generalmente culturales (sería el caso de las de Canarias y Cataluña, por ejemplo). En las plazas de toros se asesinan animales igual que en los mataderos, pero a diferencia de la sangrienta tauromaquia, el procedimiento legal de un matadero está exento de maltrato y de espectáculo (otra cosa es que ese procedimiento se cumpla), se asesinan reses para la alimentación humana, no para ese contumaz regodeo en la tortura y muerte que es la lidia. Si en vez de toros se tratara de personas, un juez no dudaría en reconocer tortura y ensañamiento en el caso del torero que asesina al toro, un asesinato con agravantes; en el caso del matarife, reconocería un asesinato a secas. No sé si aprovechó usted bien sus años de parvulito. José Muñoz Domínguez
Gracias por sus doctas, dogmáticas y particulares informaciones sobre el mundo taurino. Las tendré en cuenta para mi próxima tesis doctoral, que está al caer. Para gustos los colores y si a usted no le gustan los toros (a mi tampoco) tiene usted la opción de no ir, como yo.
En cuanto al aprovechamiento de mis años de parvulito no se preocupe usted, sabio doctor, aprendí sobre todo a respetar, y también a distinguir y mantenerme alejado de charlatanes, cuentistas, sabelotodos, falsos redentores y vendedores de humo.
Cómo se ve que le escuecen las verdades. Todo lo que digo está perfectamente acreditado, así que deje de insultar: las ideas no tienen por qué ser respetadas (las mías y las suyas, las de todos), las personas sí merecen esa consideración. No sé qué idea tiene usted de respeto, eso que dice haber aprendido desde el parvulito, yo sólo veo resentimiento e impotencia cuando se queda usted sin argumentos: esfuércese un poco más (y, de paso, abandone el cómodo anonimato). En cuanto a lo de no ir a espectáculos taurinos, pero tolerar que se celebren, es la opción que usted ha elegido, pero no la mía. Considero que el maltrato animal de las corridas (y otros espectáculos que tanto defienden catalanes y valencianos, por cierto), son la peor muestra de barbarie de nuestro país, un atraso cultural y una aberración del comportamiento humano, así que debe ser combatido hasta su abolición. Ahora puede usted poner a parir mis ideas al respecto (con argumentos, obviamente) y dejar clara su postura, pero evite las descalificaciones hacia mi persona. José Muñoz Domínguez
Menos vida que la foca de la Corredera.
Si yo fuera el dictador en España prohibiría las corridas de toros; como no lo soy no me pierdo una.
Para el señor José Muñoz que le voy a rebatir con argumentos sólidos de porque son importantes los Toros, Solo lee el enlace, y veras como alguien cientificamente te explica porque son importantes los toros.
https://www.elcorreo.com/politica/curiosa-explicacion-ayuso-sobre-motivo...
Y ya me dirás que prefieres pasar sed o ver una corrida de toros.
Supongo que este comentario anónimo va de coña, o así me lo tengo que tomar, porque en el enlace no hay nada que se parezca a un argumento, sino sólo una de tantas paridas de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, para estar permanentemente en candelero. En el artículo del enlace, firmado por Silvia Osorio para el diario El Correo y con el titular "La curiosa explicación de Ayuso sobre los toros y la sequía en Cataluña", únicamente se recoge esta breve referencia a la enésima gilipollez de Ayuso que ya oí en su día: "Este viernes (por el 2 de febrero pasado), la presidenta madrileña ha ofrecido una curiosa explicación sobre el motivo de la sequía en Cataluña, donde se han tenido que poner en marcha restricciones totalmente excepcionales por la falta de lluvias. Según ha asegurado, esta situación está vinculada con el cierre de la plaza de toros de Barcelona. No conozco un lugar donde la prosperidad y la libertad se hayan abierto camino tras cerrarse una plaza de toros. Todo lo contrario, le ha seguido la sequía, el control político y el adoctrinamiento». La forma de "razonar" de esta señora ya me parece asunto de psiquiatría avanzada, salvo que la parida venga directa de la inefable creatividad de su ventrílocuo, Miguel Ángel Rodríguez. Yo diría que se le ocurrió a ella solita, porque las maquinaciones y argumentarios de de MAR suelen ser productos más elaborados. José Muñoz Domínguez
Pues efectivamente esto va de coña.Pero hay gente que se lo cree a pies juntillas, que es lo lamentable.
No sé si será oportuno o no el cierre de los cosos taurinos. Leyendo hoy la prensa me encuentro con este interesante artículo.
https://www.abc.es/cultura/toros/gonzalo-santonja-desvela-verdadero-orig...
No he podido acceder al artículo porque se requiere suscripción, así que tampoco puedo formarme una opinión al respecto. Seguro que se trata de un texto de interés, aunque el origen de la tauromaquia en la Edad Media ya era un hecho bien conocido. De hecho, es una de las costumbres residuales del amplio conjunto de festejos populares que divertían a los habitantes de los reinos hispánicos de entonces, y sin duda son cuestiones de gran interés para ser investigadas, pero de ahí a mantener viva la barbarie taurina de nuestros antepasados media un abismo. Investiguemos sobre el canibalismo, pero dejemos de comer carne humana (por suerte ya hemos pasado esa pantalla); investiguemos sobre la pederastia, pero persigamos judicialmente a los pederastas (afortunadamente nuestras leyes persiguen a estos degenerados); investiguemos sobre la tauromaquia, pero dejemos de masacrar toros para la salvaje diversión del público como en todo el último milenio: ¿estamos en el siglo XXI o en el siglo XI? José Muñoz Domínguez
He aquí el artículo completo. Texto copiado del ABC cultural. No aparecen las fotos del capitel (origen del artículo), que son la parte más importante del contenido del mismo.
Un testimonio románico del toreo a pie
Basta con ir a Toro y entrar en el Palacio de los condes de Requena, edificio de finales del XV, para asumir a primera vista que el origen del toreo a pie está en la Edad Media
Un testimonio románico del toreo a pie
Gonzalo Santonja
14/09/2024
Actualizado a las 09:06h.
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En la 'Epístola a Lucilo', Séneca sostiene: «Los hombres dan mayor crédito a lo que ven que a lo que oyen» («Homines amplius oculis quam auribus credunt»). Y si aquel lejano pero siempre actual sabio latino de Córdoba está en lo cierto, entonces bastaría con ir a Toro, villa que atesora un patrimonio histórico-artístico deslumbrante, y entrar en el Palacio de los condes de Requena, edificio de finales del XV, para asumir a primera vista que el origen del toreo a pie está en la Edad Media. La demostración o el tapabocas descansa en el capitel que corona la columna que saldrá al encuentro del visitante en cuanto traspase la puerta, capitel procedente del convento de San Ildefonso, levantado por disposición de María de Molina, esposa de Sancho IV, entre 1285 y 1290 y del que ya di noticia hace cerca de tres lustros en 'Por los albores del toreo a pie' (2010), pero ya se sabe que, como sentenció Azaña, en España la mejor forma de guardar un secreto consiste en desvelar su misterio en un libro.
El capitel en cuestión, que salta a la vista en cuanto se accede al patio central, un espacio de serenidad y hermosura presidido por los blasones de varios linajes nobles, expone con coherencia y en orden las secuencias de la fiesta popular del toreo a pie castellano (y español, porque estoy persuadido de que el toreo es de todos, también por los orígenes). Prescindiendo de las dos escenas iniciales, la primera a considerar es la de un caballero que acude en amparo de los toreadores a pie, función apuntada en el memorial en defensa de los toros dirigido por el doctor López de Velasco en 1570 a Felipe II: «En las plaças concurre muy ordinariamente gente de cavallo, que guarece a los de a pie», imagen aquella y texto este que desmienten el cuento de esa lidia desordenada o hasta caótica que algunos se empeñan en dar por única, porque haberlas, lo que se dice haberlas, pues sucede como con como las meigas: que haberlas sin duda las habría, pero que de ningún modo marcan ni representan la personalidad de la Fiesta, presidida desde muy pronto por la voluntad de un orden al servicio tanto de la seguridad de las personas como de la integridad del toro, preocupación esta palmariamente consignada, verbigracia, en las Ordenanzas abulenses de 1334, con dos caballeros comisionados para preservarla «so pena de quinientos maravedís» para los infractores, multa nada venial y disposición pionera.
La escena central reviste especial interés. Nada más y nada menos que un toreador y un toro. Este le ofrece la capa por abajo, inclinándose para arrastrarla y atraer su atención, atención que consigue fijar, evitando que el astado se cebe en otro objetivo. ¿En cuál? En el compañero cogido que yace a sus pies, inerme e indefenso, conmocionado y al pairo de sus cornadas. Por ahora se trata de la primera representación conocida de un quite.
Un testimonio románico del toreo a pie
Pero no es sólo esto, porque el morlaco de la peripecia se demuestra temible. Por los aires aparecen unas posaderas, dicho en el román paladino de Gonzalo de Berceo, «en qual suele el pueblo fablar a su vecino»: un culo pajarero y desabrigado. Son las partes traseras del propietario del rostro espantado que asoma por detrás de la cabeza del toreador del quite. El toro lo ha lanzado por las alturas y él se muestra, a su pesar, desgalichadamente, exponiendo el capitel a las claras que a fuerza bruta siempre gana el animal, o sea, que el toreo es otra cosa.
El autor de estas labras no sería un tallista de segunda ni un picapedrero más. Cincela los movimientos, da forma a la expresividad, capta el sentido de las acciones, esculpe una historia viva y graba la verdad de un festejo popular. Lo repito: nada de tumulto. Un jinete amparador y un subalterno al quite, ¿no denota esta composición una lidia gobernada por el concierto? El toro, por lo demás, presenta en el costado una banderilla, luego ha sido banderilleado.
Y para que nada falte, a continuación aparece la representación de la suerte suprema. No queda ni el menor resquicio para la duda: lo que hay es un torero preparándose para entrar a matar. La muleta por abajo y cruzada, la espada en la mano derecha y la vista al frente. La muleta, insisto, no el capote: compárense sus dimensiones con las de la pañosa que en la escena precedente ofrece al toro el protagonista del quite. Si «hay cosas que a cosas llegan», como escribe Cervantes en Don Quijote, aquí tenemos la de la estocada en el siglo XIII. Otra evidencia, por reveladora, desveladora de sueños rancios.
Un testimonio románico del toreo a pie
Y ya consumada la suerte suprema, al toro caído se le echaba la jauría, perros adiestrados, guiados por vaquero, no perros montunos al estilo de los que aparecen al comienzo del capitel, seguidos éstos por unas figuras simiescas (dos machos y una hembra, a la que uno parecería estar despulgando) y por un perro disputándose una gallina con un zorro, tres escenas que fijan el dominio de lo silvestre. En esta representación final, dos perros prenden al toro por las orejar mientras otro, arrastrándose por debajo, lo aferra por el hocico, inmovilizándolo entre los tres. La lidia concluía como este capitel revela: abatido el astado, se le despenaba y a otra cosa, figuradamente como recomienda Muñoz Seca en 'La venganza de don Mendo': «Y entonces, sin embarazo,/ se le atiza un estacazo,/ se le mata y a otra cosa».
Las cosas en su sitio
En fin, hace falta empeñarse en profesar de ciego de entendederas, aferrarse al tedio de las repeticiones a machamartillo, cuidarse los sabañones mentales con agua de rosas y, ante las evidencias, frotarse la razón con ortigas para no reconocer en este capitel románico del siglo XIII las raíces de la llamada «corrida moderna» y seguir alimentando la especie de que el toreo a pie surgió en el XVIII cuando los nobles abandonaron las plazas al pasar la corona de los Austria a los Borbones y mostrarse estos contrarios a la Fiesta. En dicho sentido, este capitel toresano pone las cosas en su sitio, lo cual, como puntualizó Bergamín, no es lo mismo que dejarlas en donde estaban. Suele ser lo contrario, y aquí lo es. Qué esto desmonta algunas lecturas, bueno pues vuelvo y termino con otro aforismo bergamesco: «–¿Tienes dentro de ti todo lo que has aprendido?/ –Lo tengo a mi lado; en el cesto de los papeles». Contra figuraciones y equívocos, desde este capitel se proclama y en él resplandece la verdad del toreo a pie en los siglos del románico.
Gracias por el texto íntegro del artículo, que he leído con interés. Del capitel que lo motiva se pueden ver hasta tres fotografías en Internet, supongo que las mismas que ilustran el artículo, y son lo bastante claras como para asegurar que su autor se columpia soberanamente. No tengo nada que objetar al análisis e interpretación que hace Santonja de la iconografía representada en esa pieza arquitectónica: lástima que no se trate de un capitel románico, sino de una talla muy posterior.
No tengo a mano la tesis doctoral de Luis Vasallo Toranzo sobre la arquitectura en Toro (1992), aunque posiblemente no contenga mucho sobre el convento de San Ildefonso por referirse a la etapa renacentista, pero según otra tesis más reciente sobre conventos de Zamora, Toro y Benavente, la de Alicia Álvarez Rodríguez (2015, dirigida por José María Monsalvo en la USAL), "Del convento de San Ildefonso de Toro se conservan algunos restos del monasterio, ubicado en la calle de Santo Domingo, así como la portada del convento, hoy día en la iglesia de San Julián de los Caballeros de Toro". No menciona el capitel estudiado por Santonja, pero sin duda ese capitel y la portada conservada no responden a las formas del Románico, sino al Gótico Hispano-flamenco que fructificó en los reinos hispánicos durante la segunda mitad del siglo XV, es decir, siglo y medio después de la atribución estilística y temporal de Santonja, que relaciona la fundación del convento de San Ildefonso en la etapa de María de Molina (ca. 1285-1290) con una pieza que corresponde a una reforma muy posterior, pues el convento se mantuvo en poder de la Corona de Castilla hasta 1494, cuando pasó a manos de los Ulloa, señores de La Mota: de esa última etapa real o incluso de los primeros años de los Ulloa podrían datar tanto la portada como el capitel (me inclino por esta segunda posibilidad, pues la totalidad de capiteles del patio del palacio de los condes de Requena, sus columnas y arcos fueron obra de los Ulloa y pertenecen a la etapa del tardogótico que se desarrolló entre finales del siglo XV y principios del XVI). Por otra parte, es interesante comparar el capitel toresano con los del claustro de Santa María de Nieva (Segovia), considerado de forma un tanto forzada en el elenco románico a pesar de haberse construido entre finales del siglo XIV y primeras décadas del XV: en los capiteles historiados de este claustro se muestran escenas populares, caballerescas, de oficios, etc. semejantes a las del capitel de Toro, pero sobre estructura, composición y molduras de un Románico retardatario, a diferencia de las formas poligonales, facetadas, del capitel toresano, indubitablemente tardogóticas. Me temo que Santonja tendrá que seguir buscando antecedentes románicos del toreo a pie, pero la cuestión aquí planteada era otra: ¿debemos mantener festejos en los que se inflige tortura a un animal para el refocile del público?, ¿es lícito y ético mantener las bárbaras costumbres de nuestros antepasados medievales del Románico, el Gótico, etc.?, ¿por qué renegamos de la antropofagia, de la pederastia, de la tortura, del maltrato, pero seguimos empeñados en perpetuar la brutalidad y el salvajismo de llamada "fiesta nacional"?, ¿las elaboradas torturas de un nazi irredento como el doctor Mengele, revestidas de cientifismo, eran menos torturas?, ¿las elaboradas reglas de la tauromaquia exculpan en algo la tortura de un animal hasta la muerte? José Muñoz Domínguez
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