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La cometa 40. ISABEL MUÑOZ: Entre la sofisticación y la antropología
Amalia Hoya
De vez en cuando, me gusta hacer el panegírico de los fotógrafos que admiro, aunque son tantos que me cuesta elegir. En noviembre de 2023 presenté, en esta misma sección La Cometa, la obra de la americana Vivian Maier, y en el mes de julio de este año, hice un pequeño homenaje al fotógrafo londinense Terry O’Neill. Mi deseo es que algún lector comparta este interés, ya que pretendo escribir alguna reseña más sobre el tema.
Del magnífico plantel de fotógrafos que posee nuestro país, hoy elijo a la fotógrafa Isabel Muñoz porque su obra me parece fascinante y casi adictiva en su contemplación, desde las fotografías más sofisticadas del comienzo de su carrera hasta las actuales más comprometidas.
Isabel Muñoz, Barcelona (1951), reside en Madrid desde los 18 años, estudió en Photocentro y también en Nueva York, en el International Center of Photography (ICP), donde se especializó en el gran formato. A partir de los años 80, se dedicó a la fotografía en prensa y publicidad. Expuso su obra por primera vez en Madrid en el Instituto Francés (1986). Más tarde, viajó con el ballet de Víctor Ullate a diferentes países de África y Asia, fotografiando el movimiento y la danza. Realizó fotografías para las películas Sal Gorda, de Fernando Trueba y Óscar Ladoire (1983) y Penumbra, una película argentina de Ramón García Bogliano, (2011).
Isabel Muñoz ha obtenido numerosos premios: en 1999 y 2004 World Press Photo; en 2009 Premio PhotoEspaña, Medalla al Mérito de las Artes, y el Premio Nacional de fotografía en 2016. En 2023 ingresó en la Real Academia de San Fernando. Sus fotos forman parte de colecciones, como la de la Maison Européenne de la Photographie (París) y el New Museum de Nueva York, y se han expuesto en numerosas ciudades de Europa y América.
Fascinada por la belleza del cuerpo humano y de la textura de la piel, las fotografías de Isabel Muñoz a veces son pura sinécdoque, puesto que se relacionan entre sí mediante la inclusión o, por el contrario, elige fotografiar solo una pequeña parte de la persona y a través de ella nos hace partícipe de un todo.
Si seguimos la trayectoria de Isabel Muñoz vemos cómo su fotografía ha evolucionado desde sofisticados y sinuosos cuerpos de mujer (foto 1); parejas bailando
de las que emana un gran erotismo (foto 2); el movimiento de los bailarines atrapados en el aire (foto 3); vaporosas mujeres envueltas en telas (foto 4) y los detalles de los trajes de la fiesta nacional, hasta su interés actual por la antropología y la denuncia social; aunque, en todos los casos, el cuerpo humano es el protagonista absoluto, visto en todas sus facetas.
Isabel Muñoz ha expuesto en Madrid en dos ocasiones, la primera en la galería Blanca Berlín con el tema: La contaminación marina por el uso excesivo de plásticos. En dicha exposición pudimos ver cuerpos parecidos a medusas e incluso a cadáveres amortajados que denunciaban, a través de una belleza arrebatadora, al ser humano como el único depredador que no es capaz de respetar ni proteger su propio hábitat. Fotografías impactantes que sirven de vehículo para la denuncia social (foto 5).
La segunda exposición de Isabel Muñoz fue en el espacio Tabacalera (hoy por desgracia cerrado), donde expuso casi cien fotografías y varios audiovisuales, siempre con el cuerpo como su leitmotiv. En esta ocasión, lo usaba para mostrar todas las manifestaciones anímicas posibles: espiritualidad, locura, deseo, sexualidad, emociones, expresión corporal, expresión de lo social, etc., partiendo desde los orígenes del hombre hasta el momento actual y agrupadas bajo el título: La antropología de los sentimientos.
En esta exposición, Isabel Muñoz mostraba fotos de India, Brasil, Bolivia o del continente africano en las que se podía ver como los niños son obligados a prostituirse, a exiliarse (foto 6) o a luchar como soldados; las transformaciones que algunos individuos hacen en sus cuerpos por medio de tatuajes, piercings o deformaciones con el único deseo de encontrar sus señas de identidad y ser aceptados por el grupo al que pertenecen (foto 7); por último, en algunas culturas los locos son torturados al no ser considerados como enfermos, sino poseídos por el diablo.
Isabel Muñoz manifiesta en sus fotografías que los sentimientos humanos más profundos apenas han variado desde la aparición de Homo sapiens y que, en todos nosotros, perdura el miedo, el atavismo y lo tribal, todo ello encubierto únicamente tras la máscara de la convención social.
Según las propias palabras de Isabel Muñoz: «La vida no es solo oscuridad, es necesario buscar la luz. Hay mucho dolor en el mundo que el ser humano no quiere ver, y a través del arte, la belleza y la esperanza, se puede conseguir que llegue al público, porque si no escuchas y no eres capaz de transmitirlo, la historia no existe.»
Las fotografías de Isabel Muñoz, casi siempre en blanco y negro y de gran formato, nos obligan a observar, a comprender, a empatizar con lo que miramos y, a través de sus imágenes bellas, sugerentes y magnéticas, nos hace comprender los sentimientos y el sufrimiento más profundo, al tiempo que nos obliga a reconocernos en ellos.
Madrid 24 noviembre 2024
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