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Cirujanos de la Máquina del tiempo: “La familia Reig o la historia de la relojería en Béjar” (y 2)
Manuel Alvarez-Monteserin Izquierdo
El mecanismo posee fuelles que introducen el aire en un pequeño depósito, en el cual la apertura de unas válvulas y con una secuencia determinada, provocan el sonido en las flautas. Este mecanismo musical es básicamente un órgano con un cilindro que es el que acciona las válvulas para que suenen en las flautas las notas de las melodías. Este único y complejo artilugio incorpora artes y oficios como la música, pintura, carpintería, mecánica, marquetería, ebanistas, broncistas, ceramistas, escultores, matemáticos, neumática, etc. En este modelo de reloj aparece también un escenario con unos flautistas danzarines, policromados, que giran sobre sí mismos y en círculo cuando suena la música. Las flautas son de madera y los números de la esfera, estucada y pintada, del dial van en números romanos. Aparece una pintura cuya escena es la caza del cocodrilo, con fondo de río, palmera y pirámides que nos trasladan a los ambientes del Antiguo Egipto, con la leyenda, “der unglückliche Krocentilfänger” (El desafortunado cazador de cocodrilos). La caja del reloj es de caoba.
A Ignatz Bruder (1780-1845) y Andreas Ruth (1817-1888) se los considera como grandes maestros de este tipo de autómatas. Músicos como Mozart y Beethoven escribirían música para relojes de órgano y autómatas.
José Ángel Reig comenta que cuando se animó a su reparación y restauración, cuestión que le llevó cerca de un año, resultó muy problemática por la mecánica y por la complejidad de elementos que había en su interior.
En cuanto al reloj cuya caja talló Gil Laso, fechado el 8 de diciembre de 1955, presenta una mecánica sencilla, en torno a la cual se fabricó la caja realizada en madera de nogal y en cuyo frente está la esfera profusamente tallada así
(Winterhalder Uhrenfabrik , más tarde
Winterhalder & Hofmeier ), considerado como uno de los mejores fabricantes
victorianos de la época como las agujas, con gran delicadeza. Nos presenta una gran fiesta profana, en pleno delirio, grutescos, juego de querubines que, a modo de guirnalda, juegan y se mezclan con amazonas y caballos, sátiros, leones y otros pequeños animales tallados al milímetro y mezclados con campanas, cuernos de la abundancia, con frutos en su interior, y el símbolo del poder de la rapaz sobre la serpiente. A modo de peana, la base de la caja presenta una decoración floral con rostros de carnero en sus cuatro esquinas.
En su perfil, se representa tallada la evolución del ser humano desde la prehistoria hasta nuestros días, con figuras prehistóricas, con escenas de familia escuchando la radio (como curiosidad hay que pensar que la televisión no pudo estar en la mente del artista pues recordemos que el primer programa que se emitió por televisión fue la salida de la misa desde El Pilar en Zaragoza en 1956 y la caja fue tallada antes de 1955) y hasta de ocio en la sala de un teatro, todo ello coronado, y en la parte más alta, un reloj de arena, simbolizando el paso del tiempo.
Reig tuvo su taller y tienda de relojería en la calle Sánchez Ocaña, 25 y 41 de Béjar. Como buen artesano del gremio de relojeros, no se especializó en ninguna marca en concreto pero restauró y puso en marcha todo tipo de relojes, cronómetros, etc. En aquellos tiempos, prácticamente no había firmas españolas de relojes, eran todas marcas extranjeras, suizas, alemanas, francesas, inglesas, etc. Tal vez una de las más conocidas de procedencia española, y que más tarde relojeros suizos también llegaron a fabricar, siguiendo las orientaciones españolas, fue Kronos, iniciada en 1930 por Carlos Vendrell, perteneciente a una familia de relojeros de Barcelona.
Reig dejó su conocimiento y legado a sus hijos una vez fallecido y fue precisamente su hijo José Ángel quien siguió con gran esfuerzo el negocio familiar y continuó hasta la primera década del siglo XXI con el trabajo de la relojería y óptica.
Pasamos el testigo en estos momentos a José Ángel Reig Blasco, quien además de ser un maestro de la relojería, gracias a su tío Pedro y a su afición por el coleccionismo, inició en su momento la colección de relojes de bolsillo y otras tipologías, que a fecha de hoy es, tal vez, una de las más importantes de propiedad privada que existe dentro de la provincia de Salamanca, por no hablar de Castilla y León.
José Ángel, bejarano de nacimiento, se formó en Béjar como tantos otros niños en las Escuelas de Da Irene y Da Repa para pasar después a la Academia Losada desde el año 1954 hasta 1957. Alternó las materias de mecanografía y taquigrafía impartidas por el profesor Juan José Fernández-Espina, y francés, por Francisco Álvarez-Monteserín, en régimen nocturno y en lo que se denominaba “Perfeccionamiento Industrial Textil” en la Escuela de Maestría Industrial de Béjar, con el trabajo de aprendiz de relojero en el taller
de su padre. Ya en el curso 60/61 se matriculó en Oficialía y Maestría Industrial en la especialidad de Mecánico Fresador, y terminados estos estudios, en Peritaje Industrial con resultados académicos sobresalientes. Recuerda a alguno de sus profesores de los que habla con mucho respeto y cariño: Anselmo Blázquez, Amable García, Ricardo Álvarez-Monteserín, Valentín Domínguez, Román López Poza, Pedro Montero, etc. A mediados de los años setenta se formó también en Madrid en la Escuela de Relojería durante varios cursos, viajando a Suiza como complemento a su formación en España.
Desde temprana edad, compagina siembre estudios y trabajo en el taller de su padre, pues éste tiene la salud cada vez más delicada, falleciendo el 7 de mayo de 1969 a los 57 años de edad. A pesar de la carga lectiva y laboral que tiene que afrontar durante años, José Ángel finaliza también los estudios de Óptica en Madrid en el Instituto de Óptica “Daza de Valdés”, si
José Ángel se casa en 1970 con Manuela González García, natural de Rollán (Salamanca). Estudió Magisterio y, con la oposición recién aprobada, tuvo como primer destino Aldeacipreste. Solicitó la excedencia y trabajó con su marido en tareas administrativas y de estilismo de las tiendas fundamentalmente en la etapa final hasta la jubilación de este.
Durante unos meses José Ángel fue profesor en la Escuela de Peritos Industriales. En aquellos momentos, el negocio de relojería que compartía con su hermana Julia, desde el fallecimiento de su padre, se deshace y abre nueva relojería en el número 18 de la calle Sánchez Ocaña, años más tarde en la calle Colón y por último en la Plaza de España no 10 (siempre en la ciudad de Béjar, en estos momentos un centro público de investigación perteneciente al Consejo Superio de Investigaciones Científicas (CSIC).
En esta última sede (comienzos del siglo XXI), se decanta por la óptica y deja apartada la relojería. Son años duros pues su esposa soporta una enfermedad que le obligará a estar, tanto a él como a su hija Marta, pendiente de ella.
Desde niño sus aficiones se centraron en el futbol, la gimnasia, el culturismo, tiro con arco (federado en Béjar), etc. La montaña es otra de sus pasiones, siendo de las primeras personas que practicó el esquí en la sierra de Béjar y participó en el diseño, desarrollo y construcción de la carretera de la actual Estación de Esquí La Covatilla junto con el Grupo Bejarano de Montaña y otros bejaranos (nombra a Jaime Carmona). Según comenta José Ángel, los comienzos de la creación de una estación de esquí en la sierra de Béjar supusieron una gran lucha y largo proceso. Los primeros contactos fueron con el ayuntamiento de Candelario y los propietarios de los terrenos. El nivel de trabas y un sinfín de problemas motivaron declinarse por el ayuntamiento de La Hoya quien al final dio los permisos oportunos. Se hicieron reuniones en la antigua Casa de la Cultura (en el Palacio Ducal de Béjar), y se creó la “Comisión pro-acceso a la Covatilla”. Se consiguieron subvenciones desde distintas organizaciones, hubo suscripciones de particulares en el semanario Béjar en Madrid, se hicieron participaciones de lotería, gentes de Béjar y la zona colaboraron con su esfuerzo, pico y pala... se llegaron a obtener más de un millón de las antiguas pesetas y fueron ellos , gracias a su tesón y esfuerzo, los auténticos pioneros de nuestra estación de esquí. La carretera fue inaugurada por el alcalde D. Pedro Carbajo.
Sus primeras tablas de esquí de madera se las proporcionó un carpintero “manitas” de Béjar, llamado Delfín, de color negro y con perfiles en rojo. Como anécdota, comenta que su padre se negó a comprárselas pues no era partidario de que su hijo practicara el esquí y además Delfín no quería dinero sino un reloj Duward a cambio. Fue su tío Pedro quien le ayudó con la adquisición y poco a poco José Ángel fue pagándole el reloj del intercambio. Fue la primera persona que cronometró una competición de esquí en Béjar. Estaba también muy vinculado a las “Semanas de la Juventud”, que se desarrollaban en Béjar allá por los años sesenta con los sacerdotes del momento, como D. Antonio Muñoz, D. Carlos Muñoz... teniendo las reuniones en el convento de San Francisco de Béjar, y a los Boy Scouts, movimiento juvenil con una ideología basada en el aprendizaje de valores como solidaridad, la ayuda mutua, etc
Hicieron acampadas en la sierra y muchos bejaranos se identificarán con estas actividades como por ejemplo los hermanos Hernández, Caselles, Calzada, Rodríguez, entre otros.
Pero volvamos a la auténtica vocación y devoción de José Ángel que es la relojería y el coleccionismo.
Fue capaz de construir un reloj esqueleto, allá por los años setenta, aprovechando las ruedas de un reloj de pared fabricando las diminutas piezas a base de segueta, lima y torno.
Lo sorprendente e interesante está en que cuenta con una de las mejores colecciones de relojes fundamentalmente de bolsillo, a la que se suman otras tipologías no menos importantes. En esta colección podemos destacar piezas de distintas procedencias y nacionalidades: suizas, francesas, alemanas, italianas, portuguesas, españolas... por citar algunas. Dentro de esta tipología se podrían hacer dos grandes clasificaciones: caballero y señora, y asociadas a ellas otras subdivisiones: de profesiones, militares, aviación, enfermería, etc. Pasaríamos a los relojes de sobremesa o chimenea (franceses normalmente) fabricados con diferentes materiales, siempre metal para la maquinaria, normalmente bronce, y mármoles y maderas para la caja u otros adornos, pudiendo estar profusamente decorados con tallas y policromía. Los denominados de pie o antesala generalmente son de madera policromada y en otros casos decorados con diversas filigranas o motivos varios en bronce, bronce dorado o plateado, según los casos. Hay muchísimas denominaciones y clasificaciones en función del fabricante y del país productor. José Ángel en los días de su jubilación ha conseguido poner en funcionamiento prácticamente la totalidad de los relojes de su colección y les sigue haciendo el mantenimiento oportuno.
Es posible que en España tengamos grandes coleccionistas de relojes prácticamente desconocidos.
Si nos adentramos en los museos que se dedican a este tipo de piezas históricas, destacaríamos las pertenecientes a Patrimonio Nacional con 721 relojes, catalogados entre 1583 y primeros años del siglo XX, que se encuentran repartidos por los distintos palacios y monasterios reales, principalmente en el Palacio Real de Madrid. Los monarcas españoles mostraron afición por los relojes, sobre todo Carlos V y Felipe II, a quien se le adjudica el reloj más antiguo de la colección, en forma de candil y fabricado en Madrid en 1583 por Hans de Evalo, maestro de Bruselas. Se trata de un reloj denominado “de custodia”, en bronce dorado y labrado, con una sola aguja. Evalo fue nombrado relojero del rey el 18 de enero de 1580 según certificado de Ramiro Zabalza, secretario de Felipe II.
Otro gran relojero fue Giovanni Torriani (natural de Cremona), llega a España
en 1556 llamado por Carlos V, y fue conocido con el nombre de Juanelo
Turriano. Fabricó “El Cristalino”, un reloj capaz de indicar la posición de los
astros en cada momento. Gracias a este tipo de inventos, Carlos V le encargó
el mantenimiento de los relojes del palacio-monasterio de Yuste, fabricando
algunos y autómatas de cierta complejidad. Existe una pintura de Miguel de los
Santos Jadraque y Sánchez de Ocaña(Valladolid, 5/7/1840 - Madrid,
10/1/1919) en la que aparece Carlos V con el relojero en una estancia del monasterio de Yuste, con cinco frailes dominicos observando las evoluciones de dos autómatas.
Se deben también a Torriani dos relojes de sol, uno en la fachada del monasterio y otro en el claustro.
A Juanelo se le conoce fundamentalmente por el invento “El Artificio de
Toledo”, capaz de subir agua del río Tajo hasta lo más alto de la ciudad.
A Amelia Aranda Huete se debe la conservación de relojes y plata de las Colecciones Reales de Patrimonio Nacional. Especialista en el reloj cortesano francés e inglés y en joyería. (Información obtenida de Patrimonio Nacional)
Otro de de los museos más importantes de España lo encontramos en Jerez de la Frontera (Cádiz). Se trata del Palacio del Tiempo, que recoge el Museo de los Relojes, perteneciente a la Fundación Andrés de Ribera y cuya directora comercial es Miriam Morales Lara. La colección cuenta con unas 300 piezas, de las cuales unas 280 están expuestas y además pone de manifiesto las diferentes técnicas relojeras de países como Inglaterra, Francia, Italia, Suiza, Austria y Alemania.
May Ruiz Troncoso, jerezana y licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla, es quien ha inventariado gran parte del patrimonio de Jerez de la Frontera, incluida la colección de relojes del antiguo Museo de relojes de RUMASA y ha escrito el libro El Palacio del Tiempo donde quedan, perfectamente catalogadas estas piezas. El museo expone relojes desde el siglo XVII hasta el XIX, magníficas piezas fabricadas por relojeros como Lepine, Lepaute, Guydamour, Le Roy, entre otros muchos. El libro de Ruiz Troncoso nos abre otras vertientes como el estudio de los materiales, técnicas de fabricación, glosario de términos...perfecto para los profanos en la materia y con ganas de hacer una incursión en el mundo de la relojería y su trayectoria en el tiempo, por no hablar de la influencia y consecuencias del conocimiento y empleo del tiempo por parte el ser humano.
A nivel privado existe otra colección importante en Madrid de relojes perteneciente a la familia GRASSY (cuyo emblema son dos caballitos de mar enfrentados). Alexander Grassy nace en Argelia, de origen italiano y nacionalidad francesa, provenía de una familia de orfebres milaneses, que llegó a España en los años veinte del siglo pasado y se afincó en Madrid. En la actualidad esta familia sigue perteneciendo al mundo de la alta joyería y relojería. La primera tienda-taller que abrió estaba en la calle Infantas, especializándose en relojes, tema que a Alexander le apasionaba. Su seriedad en el trabajo y su honorabilidad contribuyeron a la apertura de una segunda tienda en el primer número de la Gran Vía madrileña, en un magnífico edificio construido en 1916 por el arquitecto Eladio Laredo Carranza, inmortalizado por el pintor Antonio López, donde se pueden apreciar los relojes, en la parte baja del edificio, como museo antiguo del reloj. Las visitas son exclusivamente privadas pues como diría May Ruiz Troncoso “es un rincón cargado de historia donde el tiempo se convierte en arte”.
Más próxima a Béjar se encuentra la colección de relojes del Palacio del Arzobispo Fonseca, una recopilación de relojes populares donada a la
Universidad de Salamanca por Andrés Santiago Zarzueloen 1989. Las personas que visiten esta colección se adentrarán en el mundo de la relojería
a lo largo del siglo XIX y principios del XX (de 1800 a 1925). El “Consorcio
Salamanca 2002” con motivo de la celebración de la Ciudad Europea de la
Cultura abrió la exhibición de esta colección para el público en general.
A estas alturas del relato muchas personas se habrán identificado con la vida
de esta familia de relojeros de Béjar, sus máquinas del tiempo, los avances y
la evolución desde el primer reloj, que normalmente nos regalaban en la
primera comunión, y los relojes digitales, por no hablar de los atómicos que
muchos mantenemos en nuestros trabajos, empresas y tal vez en la propia
muñeca. El paso del tiempo nos seguirá importando al margen de la
tecnología y de la estética del reloj.
Para los asiduos a museos y centros de arte, teniendo en cuenta la escasez
de museos con peso específico relacionados con el reloj y su historia, les
habrá venido a la mente la posibilidad de que la colección de José Ángel Reig
Blasco, así como todo tu “atelier”, mesa de relojero, herramientas , limas
torno, etc. en su día pueda pasar a formar parte de alguna de las salas de los
museos de Béjar, enriqueciendo el patrimonio cultural de la ciudad y
recreando en ellas el “concepto tiempo” captado en las distintas tecnologías y
cuantificado en los distintos soportes, fruto de la evolución, conocimiento e
imaginación del ser humano.
Desde estas líneas, invito José Ángel Reig a que madure esta idea, permita
que la tradición de esta familia de relojeros perviva en el tiempo, sirva para
que no caiga en el olvido y además para que las nuevas generaciones, tan
obsesionadas a veces con actividades profesionales de poca enjundia y peor
futuro, vean en esta profesión y su aprendizaje, además de un arte intemporal
un futuro ilusionante y prometedor.
Mis mayores agradecimientos a José Ángel Reig, quien ha tenido la
delicadeza de abrirme las puertas de su casa y relatarme gran parte de las
vivencias profesionales y a veces personales de su familia, centradas
fundamentalmente en su padre y en su propia vida, permitiendo imbuirme y
aprender algo más del mundo del control del tiempo materializado en un
objeto de cierta complejidad como es el reloj.
Mi reconocimiento y agradecimiento también a tres mujeres, autoridades en
estos instantes sobre el conocimiento de las mejores colecciones de relojes
que tenemos en España, May Ruiz Troncoso, Miriam Morales Lara y Amelia
Aranda Huete, por las conversaciones y la información derivadas de ellas
que han permitido que este relato biográfico se haya podido enriquecer con
sus conocimientos y por sus ánimos para trabajar y conseguir que esta
colección forme parte, en un futuro, de las importantes colecciones nacionales
de relojes en espacios museísticos de España. Gracias.
Manuel Álvarez-Monteserín Izquierdo
(Miembro Numerario del Centro de Estudios Bejaranos)
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