Linaje de servidores de lo público, de contratados por las urnas, siempre al albur de una prebenda o una consigna. La manifiesta simpleza de la ministra obedece a su mediocridad, y a la de sus coetáneos. Algo falla, y es general
Conozco de sobra, mas de los que algunos creen, a Ana Mato, tanto su trayectoria, ambos empezamos nuestra aventura política en aquella AP, con sede en la calle Silva de Madrid, y ambos formando equipo de Acción Territorial , como su linaje. Pertenece a una casta, extraña pero muy extendida en este país, la casta de los políticos, la que hace del servicio público una profesión, algo que no debería producirse jamás. El servidor ha de pertenecer al funcionariado público, caso contrario estaremos ante un panorama de servilismo, el cargo como una forma de vida, las elecciones como un contrato de renovación.

Mato Adrover, Ana, es hermana del también político Gabriel Mato, ex esposa del antiguo alcalde de Pozuelo de Alarcón, Jesús Sepúlveda (a quien conocio en aquella etapa en la que ambos trabajaban bajo el paraguas de uno de los políticos más injustamente tratados de AP, Alejandro Martín Carrero), un niño mimado del PP desde los inicios, aupado a la alcaldía por intereses generales del partido y repudiado directamente tras ser “descubierto” en una trama en la que, ni mucho menos, es el único actor. La entonces novia, luego esposa, ahora ministra, no podía permanecer ajena a los tejemanejes de su compañero de alcoba, pero este es un tema tabú, señores. Bien es sabido que las esposas o compañeras de imputados en España tienen una común enfermedad, parecida a la amnesia, que les impide recordar con claridad si tuvieron o no algo que ver en los negocios de sus maridos. No es preciso recordar el caso de la Infanta. Es el mismo, clavadito.

Mato Adrover, Ana, no ha sido brillante en su vida, ha incumplido el Principio de Peter desde el minuto uno y confirma que Mariano Rajoy falló estrepitosamente en su intento de rodearse de mentes brillantes para su primer gobierno como Presidente. No es una lumbrera que digamos, y sus “hazañas” políticas apenas rellenan un par de líneas de su expediente. Eso sí, ha sido capaz de ascender en el partido de manera fulgurante, casi sin oposición, ocupando puestos vacíos por la clara división interna tras los fallidos intentos de descabalgar a Rajoy del primer peldaño de la calle Génova. El río revuelto de entonces trajo ganancia de pescadores hoy, y Mato Adrover, Ana, es una de las pescadoras con mayores y mejores capturas. La otrora integrante del denominado “clan de Valladolid” (aunque sea natural de Madrid) se alineó con las directrices de Aznar cuando éste fue elegido presidente de la Junta de Castilla y León, y tras pasar por varios puestos de responsabilidad, sin pena ni gloria, obtuvo un “premio” a su fidelidad ocupando cargo de parlamentaria europea. Posteriormente, la número tres por Madrid accedió a su puesto actual, la de titular del ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Por cierto me llama poderosamente la atención que nadie haga referencia de su paso por la ex AP, y empiecen a hablar de ella y sus logros desde el momento en que empezó a acompañar a José María Aznar en su aventura vasilloletana, una vez que este logro hacerse con la presidencia de la comunidad de Castilla y Leon tras ganar una elecciones anticipadas convocadas tras la dimisión del entonces presidente Demertri Madrid.

Ahora, la trama Gürtel ha llamado a su puerta y Mato Adrover, Ana, ha decidido esconderse tras el sofá esperando que las llamadas al timbre cesen. Pero será inútil, tanto que su complicidad aceptando regalos, obsequios, vacaciones pagadas y diversas dádivas no tiene parangón alguno. Ni siquiera los trajes de Camps alcanza su nivel. Pero no se apuren, Mato Adrover, Ana, no tiene la culpa de lo que pasa. El verdadero responsable es el lumbrera que pensó que tal personaje daba el perfil para ocupar una cartera ministerial. En España necesitamos políticos sin tacha, con un expediente pulcro, minucioso e inmaculado porque es lo que se precisa para poder funcionar sin la necesidad de echar la vista atrás y desmentir dimes y diretes, pero como quiera que la mayoría de dirigentes, los de ahora, pertenecen a una casta que se ha beneficiado de los días de vino y rosas, resulta complicado por no decir imposible encontrar a alguien que se salve de tanta barrabasada servil. No es tema baladí, señores. Mato Adrover, Ana, pinta igual que la mayoría de sus contemporáneos. Y no sólo en el PP, también en otros partidos en los que las salpicaduras les atascan la lavadora. Miren donde miren hay Correas, trajes, cruceros, reptiles, ERES y sinvergüenzas de tomo y lomo.

Y que conste que me da exactamente igual que Mato Adrover sea más o menos culpable, más o menos responsable o más o menos lista. Su conducta invita a su salida. Y cuanto antes.