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Carta de fuera (5), 3 de noviembre de 2009
Querida Lucía, aquí estoy de nuevo, esta vez no he tardado tanto como la anterior, cuando me surgió aquel imprevisto en forma de un viaje a mi adorada París que no pude soslayar en modo alguno. Y es que hay tentaciones en las que sabes que caerás, irremisiblemente, desde antes que aparezcan.
Ya veo que si me has perdonado ha sido a regañadientes, y bien me recuerdas que tenemos aún una cita pendiente en el Regajo. Tendré que aplicarme, pues, y no fallar en Navidades, si no, a la niña Lucía le saldrá el genio y a eso no me expondré, voto a bríos. Y pienso, ¿no sería que te hubiera gustado acercarte a ti también por la ciudad de las luces? Aunque no, qué digo, la chica bejarana de raíces fuertes y profundas no se mueve así como así del terruño, es una de sus señas de identidad, por así decirlo. Y es bien sabido que el centro del universo debería estar en nuestro pueblo, ¿no es así? ¿Dónde mejor para admirar el arte o la cultura? ¿Dónde mejor para atisbar lo que se cuece por el mundo?
yo pondría en primer lugar de todo al PAISAJE, esa topografía retorcida y amable a un tiempo, esa montaña interminable alfombrada de castaños y la sierra pelada detrás, coronada de nieve cuando la hay y allí se queda y lo alumbra todo
Hablaremos de Béjar, por tanto, mi pequeña luciérnaga, de esa ciudad que te enamora tanto. Y te propongo unas preguntas para irlas respondiendo tú y yo, por turnos. ¡Qué es lo mejor de este pueblo de tus entretelas? ¿Dónde está su encanto, si es que alguno tiene? ¿Dónde reside su belleza, su fatal atracción, aparte de ese ombligo enorme que atesora?
Cierro los ojos para responderme a esas preguntas que me hago y te hago. Tan lejos vivo de ella, de la ciudad estrecha. Tan lejos en la distancia y en el tiempo, que a veces no me acuerdo bien de cómo es.
Sí, yo pondría en primer lugar de todo al PAISAJE, esa topografía retorcida y amable a un tiempo, esa montaña interminable alfombrada de castaños y la sierra pelada detrás, coronada de nieve cuando la hay y allí se queda y lo alumbra todo, y los riscos de Valdesangil al otro lado, redondos y brillantes, y la llanura salpicada de colinas que se pierde hacia el oeste, con la Peña de Francia en lontananza. Y en medio, el pueblo omnipresente, centro y punto de fuga de una perspectiva múltiple donde todo queda expuesto a la visión ensimismada, el alargado escenario de la historia entre dos ríos, orientado a todos los vientos, siempre allí, principio y fin de la mirada inacabada. Sí, me quedo con el paisaje de mi pueblo, para mí es lo que más vale, en él me reconozco todavía.
Y después del paisaje, pondría el PATRIMONIO INDUSTRIAL, con todos esos edificios firmes como rocas, sobrios y elegantes, jalonando el río. Las antiguas fábricas de pisos con sillares esquineros de granito, los huecos recercados como ojos implacables, las chimeneas orgullosas, las acequias, los ingenios de agua, los puentes imposibles. Esos edificios abandonados, solos, que nos hablan de un pasado esplendoroso, del esfuerzo titánico de un pueblo.
Y después del paisaje, pondría el PATRIMONIO INDUSTRIAL, con todos esos edificios firmes como rocas, sobrios y elegantes, jalonando el río. Las antiguas fábricas de pisos con sillares esquineros de granito
Se me abren las carnes cuando pienso en el Tinte del Duque, por ejemplo, demolido hace unos años con premeditación y alevosía, presa fácil de la ignorancia y la codicia. Políticos sin alma, técnicos ineptos o vendidos, promotores con una caja fuerte por cerebro. ¿Es que ni siquiera viaja, esa gente sin entrañas? Les podría mostrar mil ejemplos, por toda España, de edificios y conjuntos industriales obsoletos plenamente recuperados como equipamientos públicos o como viviendas, en Asturias o el País Vasco o en Cataluña, en Terrassa, en Sabadell o en las Colonias del Llobregat, en Alcoy, allá en Alicante, o bien en Portugal, en la ciudad de Covilhá, a poco más de doscientos kilómetros de Béjar. Y no hablemos de Francia o el Reino Unido o Alemania. Catetos, son unos catetos integrales, miopes y, finalmente, despreciables.
Ahora que es el tiempo de las castañas, no puedo por menos que comentar lo que está pasando en Candelario, con la contumaz negativa de su alcalde a la declaración de la sierra como Parque Natural y las sucias maniobras con que anda entorpeciendo la libre expresión de las gentes de su pueblo que es también un poco nuestro. Este señor tampoco debe haber viajado. No debe haber salido nunca de la caverna, por decirlo llanamente. Conozco muchas zonas con declaración de Parque en España y en el resto de Europa, también en Nueva Zelanda o en América, el mundo es grande, ya sabes, y, por sólo hablar de los aspectos económicos, que son los únicos que les pican a esos cavernícolas con corbata, puedo asegurarte que se trata, en la mayoría de los casos, de zonas en auge, tienen turismo en todo tiempo, se constituyen en foco de atracción de viajes de un turismo selecto que practica senderismo, deportes de aventura, contemplación de la naturaleza, observación de aves o animales salvajes en su medio, qué sé yo, y donde, al mismo tiempo, proliferan los alojamientos rurales, las empresas de todo tipo dedicadas a responder a esa demanda, los centros de gestión cultural, y donde, complementariamente, la gente del campo tiene numerosas líneas de ayuda o subvención institucionales.
lo que está pasando en Candelario, con la contumaz negativa de su alcalde a la declaración de la sierra como Parque Natural y las sucias maniobras con que anda entorpeciendo la libre expresión de las gentes de su pueblo que es también un poco nuestro
¿A qué se opone, pues, ese alcalde prohibidor de calbotadas? ¿A la prosperidad de su pueblo amordazado? ¿Y qué hace el alcalde de Béjar, metiendo la cabeza debajo del ala, como siempre que se plantea un problema grave, en vez de mostrar beligerancia y dar la batalla en Candelario, en Valladolid o donde haga falta? ¿O es que a Béjar no le afecta el que se declare el Parque o no?
Ay Lucía, siempre me acabo acalorando con estos paquidermos sin chicha que pululan por la política de Béjar y comarca.
Ya veo el reto solapado que me lanzas y que lanzas a los que vivimos fuera para que nos impliquemos en los asuntos de la ciudad enfangada, para que peleemos por lo de dentro, que también es nuestro. Y a mí particularmente. Tú no te andas por las ramas. Directo y a la mandíbula. Pero ahí es nada. Implicarse más en Béjar. ¿Y cómo eso? Tendríamos que mudarnos otra vez, regresar los que nos fuimos y volver al pueblo, con lo cutre que anda todo, con lo mal que se respira (en sentido figurado). Pero quizá tengas razón. Habrá que pensárselo cuando llegue el momento. Ya veremos.
Tú bien sabes que, para mí, el principal escollo es el conformado por los partidos políticos, que se olvidan del interés general, del proyecto colectivo de ciudad, y acaban representando sólo a los que están arropados por las siglas o apoltronados en los cargos. Prometen y, a continuación, se meten en su cueva, laminan la discrepancia de los suyos que se atreven a criticar o a pensar de modo diferente y, cegados por el corto plazo, dan palos de ciego, qué remedio. Fíjate en el alcalde González, la oportunidad que ha perdido él y con él, el pueblo entero, con tanta gente ilusionada que hubo con el cambio tras la época negra de Riñones, y todo se ha quedado en equinoccios y circunloquios variados, en agua de borrajas.
el reto solapado que me lanzas y que lanzas a los que vivimos fuera para que nos impliquemos en los asuntos de la ciudad enfangada, para que peleemos por lo de dentro, que también es nuestro
Chiquita, para acabar te voy a responder a esa pregunta que me haces en tu carta de que por qué, en nuestros años mozos, no te pregunté nunca quién te gustaba a ti. Qué cosas tienes, hacerme decir esto ahora, a estas alturas, pero ahí va, te lo mereces.
Cuando éramos niños, yo te sacaba tres años, lo que era un mundo, aunque tú siempre estuvieras con los mayores y fueras más adelantada, que aprendías antes y con más criterio y corazón. Luego, cuando adolescentes, cuando tú me consolabas en el portal por las muchachas pijas que no me hacían ningún caso, como la más que hermana mía que eras sin serlo, y cuando acabé por comprender que eras estupenda, la mejor con diferencia, yo ya me había subido a un tren con una maleta de madera en la mano, atada con una correa, y la vida se me puso de repente por delante, como un muro, y ya no tuve tiempo para amores inocentes, no en aquel momento crucial de mi existencia. Después, ya sabes, nuestros caminos divergieron, como en ese relato de Borges en el que se encuentran sendas y más sendas que se bifurcan. Y en ese caminar, tú te quedaste dentro y yo fuera.
Sí, debí haberte preguntado entonces que quién te gustaba a ti.
Con un fuerte y otoñal abrazo, Juan
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Juan, sin conoceros pienso que Lucia nunca te hubiera confesado lo obvio cara a cara.
Yo tambien deje pasar un amor de juventud, y ahora en la segunda etapa de mi vida lo añoro tremendamente, muy especialmente en los melancólicos Otoños bejaranos.
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