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Carta de fuera (3), 4 de septiembre de 2009
Querida Lucía: ya estamos en la Virgen, así, sin sentirlo. El tiempo pasa y nosotros con él, en el mismo vuelo.
Estaba pensando ahora en cómo festejábamos la Virgen en nuestros años mozos y cómo han cambiado las cosas, con todo ese invento de las peñas y casetas que se ven no sólo en Béjar sino casi por todas partes, de forma que cada vez se parecen más las fiestas de unos y otros pueblos, todo se iguala y la diferencia se pierde o difumina. Así es, mal que nos pese, y no hay forma de atajar esta marea de mediocridad que todo lo inunda y todo lo iguala, pero por abajo. Educación, participación, solidaridad, civismo, cultura, festejos, tanto da, estamos en los tiempos de “café para todos”, aunque se trate de una pócima aguada y destemplada.
Así, me he desayunado estos días con la noticia de la paellada para peñistas en la Plaza de Toros con cargo al erario público. Otra tarea más de nuestro heroico y despistado Ayuntamiento, como si no tuviera ya bastantes. Alimentar al pueblo en los días de farra. Me pregunto si la paella la ha cocinado y servido el propio equipo de gobierno, dirigido por el señor Cipriano González y la señora Concepción Pérez, los personajes que posibilitaron con sus graciosas firmas el fraudulento traspaso de propiedad de las parcelas municipales de la Condesa a manos privadas, oficiando el uno de camarero mayor y la otra de sumiller en jefe, escanciando limonada a los jóvenes o futuros votantes. Y me pregunto también si el Excelentísimo Ayuntamiento de Béjar acabará, con el tiempo, pagando los vinos a los ciudadanos. Primero, en las fiestas y luego, a diario. Total, qué más da, en la ciudad está todo resuelto y reluciente y dinero público hay de sobra. Si se llega a producir tal cosa (todo se andará al paso que llevan), no dejes de avisarme; me encantaría entrar en un bar y decir: “póngame un perro que paga el ayuntamiento”.
En fin, lo dejaré aquí porque no quiero empezar a enfilarme, que luego me tienes que reñir, como en tu última carta y no hay por qué. Las cosas son así y no tengo ningún derecho a irritarme, vienes a decirme. Mi tiempo pasó y la ciudad pujante de 18.000 habitantes que permanece en mi memoria es hoy un fantasma, convertida en un inmenso geriátrico, según comentan algunos de nuestros lectores.
En cualquier caso, perdóname Lucía, pero me resisto a asimilar esa imagen derrotada de nuestro querido pueblo. Me resisto y por eso me indigno, aunque no sea vecino ni peñista, y me gustaría que alguno de nuestros lectores, que fuera vecino y peñista a poder ser, también se indignara y se resistiera a aceptar esta ciudad abatida y en proceso de ruina, aunque sólo fuera uno.
Quizá debiera excusarme por la afirmación realizada, en mi anterior carta, de la presunta madurez de Béjar para hacer frente al parasitismo de la partitocracia y la posibilidad de que se organizara un grupo de ciudadanos competentes e independientes para dar un golpe sobre la mesa y tratar de levantar esta dramática situación al margen de los partidos políticos. Por lo que se ve, te ha parecido una hipótesis estrambótica. Ya sabes que soy un romántico empedernido y frecuentemente, a lo largo de mi vida, he confundido la realidad con mis deseos, y en lo que respecta a Béjar, siempre ha sido así. Probablemente tengas razón, Béjar no está madura para nada, si acaso para caer más y más rápido, como la fruta pasada en el árbol.
¿Qué habrá sido de tantos bejaranos que se han ido de su pueblo? ¿Cuántos habrá? Ignoro si se ha hecho algún estudio sobre esta cuestión, pero el año pasado, hablando con el director de bejar.biz un día de verano que coincidimos casualmente en el pueblo, me decía que calculaba, a partir de las estimaciones y extrapolaciones sobre datos de audiencia de la revista dentro y fuera de Béjar, que los bejaranos de fuera podríamos alcanzar un número no menor de quince mil. Es decir, que puede que haya tantos o más bejaranos fuera que dentro. O, diciéndolo de otro modo, que si los de fuera no nos hubiéramos marchado, Béjar tendría hoy una población no inferior a los 30.000 habitantes. ¿Te imaginas?
Pero el caso es que muchos nos marchamos, unas veces voluntariamente, pero las más de las veces, porque no había remedio, había que irse a buscar las habichuelas por ahí. Y por ahí seguimos.
Mi pequeña luciérnaga, es verdad, no he olvidado ese motecillo con el que contestaba a tus pillerías de niña traviesa, siempre queriendo jugar con los mayores, con más imaginación y lenguaje que nosotros, nos dabas cien vueltas, y ahora veo que aunque te llamaba luciérnaga por lo pequeña que eras, lo debería haber hecho porque tenías luz propia. Así que mantengo el apelativo que, después de todo, es bien lindo, pero rectifico el motivo, si me lo admites después de tantos años.
Voy a acabar evocando aquellas subidas al Castañar a la novena de la Virgen, toda la panda, cambiando de itinerario cada día, un día por la Centena, otro por Santana y la Fuente del Lobo, otro por el Arcamadre y los Rodeos, otro por la calleja del Cordel de Merinas, ésa en la que han hecho el apéndice alpino del instituto, y vuelta a empezar. Conocíamos de memoria cada trocha, cada atajo, cada machotera, cada regato, cada piedra, toda la montaña era nuestra tierra, nuestra casa, nuestro camino, allí habíamos nacido. Una vez en la ermita, escuchábamos aquella salmodia exótica de rosario con acento mallorquín y luego bajábamos a la velocidad de la luz, siempre por los Rodeos. Eso fue entre los 15 y los 20 años, y no teníamos ninguna motivación religiosa para hacerlo, que yo recuerde. Subíamos a la novena porque sí, era un rito, un acto atávico, por así decirlo, que no podíamos dejar de hacer. En la distancia, ahora, lo percibo como una suerte de reconocimiento del territorio propio en un tiempo en el que ya algunos habíamos comenzado a salir del pueblo para estudiar. Quizá, sin saberlo, estábamos comenzando a preparar el terreno de la futura añoranza, ésta que ahora me embarga.
Con un gran abrazo festivo, Juan
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Emotivos comentarios con los que me identifico plenamente por edad quiza pero también por afinidad o sentimiento de los comentarios que haceis en estas cartas desde fuera, es verdad que se echa de menos bejar,ahora figura el nombre en los mapas y los carteles de carreteras o ansiadas autovias, quizas quede alguno en la via muerta del tren pero son erroneos, el bejar que indican es otro al que yo conoci y ame,
Un abrazo nostalgico,jokin
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