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El Caballero de París
Resulta muy, pero muy difícil ignorar en La Habana a quien se le conociera durante muchísimos años como El Caballero de París; un eterno caminante por la capital cubana,sin rumbo y sin techo, que vivía una indigencia elegante,respetada y protegida por los habaneros. Tal caballero de frac raído y cabellos largos y apelmazados no era un noble demente. Era un simple emigrante español que vivió casi toda su vida en algo más elevado que una locura común: dentro de un sueño.
El caballero, gentil e inofensivo, se relacionaba con cuantas personas pasaban a su lado, incitándolas a la lectura.Siempre iba cargado de periódicos y libros, que regalaba a los transeúntes junto con algún que otro buen consejo para la vida. En improvisadas tribunas narraba sus historias incoherentes en medio del silencio de la gente, que le atendía como a un erudito por el discurso mágico y tal vez por su gran parecido con el poeta José de Espronceda.
Vivió hasta 1985 y sus últimos años permaneció ingresado en el hospital siquiátrico de La Habana, pero no por su desajuste mental sino porque era ya un anciano en malas condiciones físicas que se negaba a vivir en ninguno de los tantos sitios que le ofrecieron.
El Caballero de París fue, de alguna manera, un personaje imprescindible de las calles de La Habana y su muerte, una triste noticia que muchos recibieron con lágrimas en los ojos. No era nada ni nadie; en cambio era parte del espíritu de la ciudad que lo acogió en 1914 como emigrante en busca de trabajo. No sólo lo encontró sino que progresó socialmente y adquirió una esmerada cultura que fue la base de su sueño de grandeza desde que perdiera la razón en los años treinta del siglo pasado.
En La Habana tiene el Caballero de París una estatua de bronce de tamaño natural frente a la Basílica Menor de San Francisco, donde también descansan sus restos. Otros personajes más famosos también tienen las suyas: Hemingway sentado a la barra del Floridita y John Lennon en el banco de un parque; pero ninguno de ellos por un motivo estricto de la condición humana.
Aquel caballero que no era de París, nació en el pueblo de Vilaseca, Fonsagrada, provincia de Lugo, en 1899. Se llamó José María López Lledín. Tuvo once hermanos y siete emigraron a América.
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Que historia más hermosa, gracias por compartirla.
Lo conocí personalmente, aunque parco en palabras en sus últimos años, siempre le preguntaba sobre su procedencia y nunca lo decía. Fue un personaje en La Habana por muchos años, todos lo querian, hasta los niños, aunque algunos, muy pocos se reían de él, a lo que respondia iracundo y con amenazas.
Gracias por recordarlo, en la habana lo han testimoniado con su figura quijotesca.
Pepe
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