Manso Cuadrado
El título de este artículo hace referencia al libro “Ciudades hambrientas. Cómo el alimento moldea nuestras vidas”. En él, su autora Carolyn Steel investiga sobre el desarrollo urbano y la influencia que los alimentos han tenido sobre este.
Lo primera fase que afecta a este proceso es la producción de alimentos, en muchas ocasiones esta se realiza fuera de los núcleos de población, especialmente en las grandes urbes que han cedido el suelo a otros menesteres. Esto genera una relación urbana-rural que ha podido ser en ocasiones una relación sirviente en la que el campo se ha visto como productor de lo que las ciudades necesitan. Existen incluso ejemplos de pueblos construidos para tal fin.
La producción, en un sistema capitalista como el que vivimos va orientada a incrementar los beneficios económicos, esto lleva asociado dos grandes problemas medioambientales. Por un lado, la pérdida de variedad de especies devenida de una selección de aquellas más rentables en detrimento de otras menos rentables, sin tener en consideración los efectos que esto pueda tener sobre el planeta. A este respecto, todos los gobiernos del mundo son conscientes de la importancia de la diversidad, en 2008 se inauguró el Banco mundial de semillas de Svalbard en Noruega, conocido popularmente como “la cámara del fin del mundo” ya que está diseñado para resistir cualquier tipo de catástrofe y poder preservar así la biodiversidad global. Por otro lado, el transporte y los intermediarios existentes entre la primera fase y la recepción de los alimentos. Debido a las diferentes condiciones laborales y fiscales de los países unido a la globalización y el libre comercio muchos de los productos que consumismos están fabricados a miles de kilómetros. Además, a lo largo de la historia, se ha desprestigiado el trabajo vinculado a este sector y se han perdido muchos puestos de trabajo debido a la dureza de muchos de ellos y una vida cada vez más rápida: el pastoreo, la trashumancia o la agricultura extensiva han sido sustituidas por macrogranjas y explotaciones agrícolas intensivas con unos efectos medioambientales y sobre la salud nefastos. El desprestigio del sector y los bajos precios en origen han hecho que quienes verdaderamente controlen la producción sean los intermediarios y no los clientes ni los productores.
Al otro lado de la alimentación tenemos la recepción y venta de los productos, y con ello el gran debate entre el pequeño comercio y los supermercados. La compra de alimentos ha evolucionado hacia un modelo cada vez más sedentario, la máxima expresión la vemos en los “riders” o como hemos dejado de lado los restaurantes para comer en casa productos preparados sin movernos. En los supermercados, cada vez con más frecuencia, encontramos una amplia gama de productos precocinados que intentan hacernos la vida más fácil, o al menos eso es lo que dicen los miles de envases de plástico en los que estos nos son presentados. Al respecto de este tipo de productos sucede algo paradójico ya que en muchas ocasiones el argumento esgrimido para elegir los supermercados como opción de compra es un menor precio que en tiendas a granel, pero sin embargo si hacemos el balance entre lo que nos pueda costar, por ejemplo, una ensalada envasada o fresca es muy probable que la segunda opción reduzca el precio, por no hablar de la reducción de plásticos.
En Béjar, se ha producido una evolución en como los ciudadanos nos alimentamos. Desde las primeras tiendas de alimentos a los actuales supermercados sin olvidar el mercado itinerante que desde siempre se celebra en nuestro municipio.
Comencemos hablando de la ubicación del mercadillo y los cambios que esta ha sufrido que bien pueden tener una explicación vinculada al desplazamiento de población entre la zona oeste y este de nuestra ciudad. Antiguamente este mercadillo se celebraba en el ágora principal de la ciudad, cambiando su ubicación a la zona que actualmente conocemos en la barriada de Los Praos ¿Es posible que este cambio venga incentivado por la existencia de un mayor número de compradores en la ubicación actual respecto a la situación demográfica?
De igual modo, las pequeñas tiendas de alimentación han dejado paso, en parte, a las grandes superficies. Éstas, en el caso de Béjar, se ubican todas en la misma área que coincide con la anterior, haciendo que la accesibilidad a los alimentos sea claramente diferente entre las zonas más y menos alejadas. Esto puede haber tenido efectos sobre la despoblación del conjunto histórico ya que, según varios autores, el tiempo de desplazamiento medio para garantizar una calidad de vida digna en relación a las actuales expectativas de vida, sería de unos 10 minutos a pie hasta las tiendas de comestibles que requiramos, cosa que no se cumple en Béjar.
El transporte es un tema fundamental también ya que como hemos visto no producimos los alimentos en el mismo sitio que los consumimos, esto conlleva de nuevo que la alimentación tenga efectos sobre cómo se modelan nuestras localidades. Bien es cierto, que como se ha dicho antes, en Béjar los supermercados se ubican todos en la zona este de la ciudad. Esto puede responder a dos condiciones: los intereses de mercado y una mayor población habitando en esta parte de la ciudad, así como las condiciones urbanas que no permiten un cómodo acceso a los camiones en determinados puntos, lo que unido a la necesidad de grandes infraestructuras imposibilita la implantación de estos en determinados puntos.