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Béjar (Ay!)
En ocasiones las ciudades entran en procesos de degradación psicológica similares a los que les suceden a las personas. Las personas a veces caemos en procesos en los que una o varias causas traumáticas van provocando y encadenando otros sucesos que conducen inevitablemente a la pérdida del norte y, lo que es más grave: a no saber la manera de encontrarlo de nuevo.
Todo empieza por algo grave que nos pasa, conduciéndonos a una decadencia que en principio parece coyuntural. Enseguida a esa situación, si no le ponemos remedio, se le encadenan unos cuantos errores producto de la desgracia anterior, que hacen las cosas un poco peor.
Nos cogemos del primer brazo que se nos pone por delante, bebemos lo que nunca habíamos bebido, vamos donde nunca habíamos ido, hacemos lo que nunca habíamos hecho. Toda esa cadena de desaciertos se suman a lo primero, creando un bloque que lleva a nuevos desatinos, puesto que ya nuestra mente no está para analizar fríamente y con cordura lo que nos está pasando.
En medio de esa situación caen por nuestra compañía personajes de todo tipo. Unos tienen buena voluntad, pero como ya tenemos un desarreglo psicológico no los reconocemos como tales, se desaniman y se van. Algunos nos vienen buscando algo menos sano y circunstancial, sin preocuparse de que con su acción aprovechada nos van a hundir más aún en la miseria. Otros que pudieran hacer algo, viendo como estamos, se desaniman y aplazan indefinidamente su ayuda.
Entre tanto nosotros seguimos sobreviviendo a base de improvisar decisiones que nos permitan terminar el día y nos den para tabaco. En ocasiones, puesto que resulta lo más fácil, bebemos para olvidar sin darnos cuenta que en la borrachera hacemos el ridículo, apartándonos aún más de los que no han bebido y nos observan desde el otro extremo de la barra. ¿Quién nos podría sacar de tanta debacle? Cuando caemos tan abajo no podemos esperar que venga una belleza con la mente lúcida y se enamore de nuestra decadencia. Y como esperamos y no viene, nos seguimos dando a las malas compañías, al vino y al ridículo sin darnos cuenta de que así aún caemos más hondo.
El final nunca se sabe, pero tiene mala pinta. Hay gente que sale y otra mucha que no. Puede que un día, reflexionando a la luz de la luna digamos que basta y desde ahí empecemos a remontar. Para empezar habría que tener cordura en la esperanza y esperanza en la cordura.
A veces con las ciudades sucede esto mismo. Entran en un proceso de degradación psicológica tal que todo son desvaríos, llamando unos despropósitos a los otros y creando una situación que parece que no hay quien la arregle. Y se mire por donde se mire, es tal el entramado, que no se ve el horizonte ni hay nadie por entendido que sea capaz de dar una buena receta. No hay receta técnica ni tampoco psicológica y se instala la vida cotidiana en un lamentable caos del que ni los ciudadanos parecen darse cuenta, como no se da cuenta el enfermo que vive con el síndrome de Diógenes siendo como es tan evidente. Ni la buena voluntad ni el esfuerzo pueden con el puñado de ellos que se afanan por inventar algo en el caos para reflotar la cosa. Levantar cada kilo cuesta lo que costaba antes alzar una tonelada, así que se dan por vencidos y se van, pase lo que pase, caiga la ciudad en manos de quien caiga, se termine de hundir o se estanque.
Esa parece ser la situación de Béjar. Su degradación psicológica es tan patética que todos huimos de ella con el corazón cuarteado. Nadie tiene un proyecto para todos. No parece caber otra cosa que improvisar. Y como las improvisaciones tampoco son la solución y no nos gustan, las demolemos. No hacemos con ello mal ni bien, es que demoliéndolas estamos actuando también en consecuencia con la situación. O sea mal.
Nadie tiene una solución. Yo tampoco, pero me parece que el pesimismo no puede llevar a nada bueno. Tampoco el optimismo porque sí. Quizá, si se me permite la quimera, puesto que no parecen existir soluciones tangibles, haya que apelar simplemente a la responsabilidad individual, a la concienciación particular y encomendarse uno mismo hacer algo para levantar el ánimo. Tal vez con reflexión y cordura estemos más preparados para que alguien nos tome de la mano. Quizá usted dirá que todo esto son tonterías, que aquí lo que saca de los agujeros es el dinero. Yo le digo a eso que puede que usted tenga razón, que yo no tengo nada muy claro. Pero le pongo un ejemplo enlazando con lo que empezaba, con la persona degradada psicológicamente: suponga que a esa persona le toca una de catorce. ¿Sabría con la cordura perdida administrar tanto dinero o se haría lo primero la cirugía estética para borrar las huellas de la tristeza en el rostro y de paso hincharse los labios, retocarse la barbilla, ponerse pómulos y quitarse nariz? ¿Y si después del retoque no se reconocía? ¿Y si se lo gastaba todo en el juego, que siempre son emociones fáciles para un cerebro debilitado?... Sólo recobrando la cordura quizá volviera a la realidad y de ella con el tiempo y los progresos a la felicidad. Y quizá incluso, recobrada la base, no le hiciera falta buscar la suerte en una de catorce, con un buen trabajo sobraría para mantener la dignidad. (Feliz Navidad).
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103 han sido las personas que se han ido de Béjar en cuestión de un año según el INE, sería interesante que el padrón del ayuntamiento nos cuente hacia dónde son esos movimientos. Guijuelo ha subido en 131 habitantes, algunos de ellos seguro de Béjar. dentro de estos movimientos tenemos que tener en cuenta que hay gente que fallece pero lo que es evidente es que hay poco relevo generacional y pocos nuevos habitantes. Señores políticos, tenéis que hacer algo ya para evitar esta sangría y promover la instalación de empresas que es lo único que atrae población.
Promover empresas nó, las hemos creado querido invitado, por la altruista e inteligente gestión en doce años del Sr. Alejo, master en recursos de fabulaciones, y seguimos creándolas a través de otro de nuestros insignes hijos, como lo es D. Cipriano, catedrático en oratoria y mímica. Nuestros cursos, viveros de empresas, fundaciones como Premisa, etc.etc.etc.etc.etc. después de veintitantos años, habiendo dedicado aproximadamente 8.000. millones de las antiguas pesetas (ocho mil millones) repito en veintitantos años, consiguiendo la considerable suma de tres empresas con cuatro empleados, cuatro de dos, y dieciséis de uno, y ultimamente hemos invertido 8,2 millones de euros, y aprobado 22 millones más, es decir 30,2 millones (5.024,9 millones de pesetas) para desarrollar placas solares de ultima generación, creando 57 puestos de trabajo de alta cualificación. Este producto ya se ha enviado a china, esperando que si existen 400 millones de hogares chinos, nos compren por lo menos uno por cada dos familias, lo que equivale a doscientos millones de placas, que levantaran la economía aunque no nieve, no se termine el museo, no se mate en el matadero, se sequen los arboles del entorno, no vengan turistas, se prohiban las corridas de toros y vacas, se prohiba el calderillo, la recogida de musgo, y las procesiones.
Lo tienes claro
Totalmente, invitado de las 9:15
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