AntesDespués1Después2A estas alturas de su película, después de haber claveteado con pasquines los árboles del Parque de la Corredera y de haber cercenado de raíz los del Regajo, el concejal de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Béjar, de nombre Pedro Manuel Esteban Martín, ya debe saber que los árboles son seres vivos. Es de agradecer su esfuerzo explicativo a posteriori de los hechos, el concejal sube al estrado y da la cara y explica o trata de explicar. Lo que pasa es que la explicación es coja o parcial o insuficiente y debemos pedirle que explique más, si puede y quiere, porque lo que ha dicho no basta y, desde luego, no convence.
Et subvertentur condensa saltus ferro;
et Béjar cum excelsis cadet
Recordaremos que en el primer comunicado de su departamento para dar cuenta de lo acaecido en el Regajo, se decía, y transcribo: “Esteban ha explicado que los árboles de esta zona estaban en muy mal estado y que, a petición de los vecinos, se han talado y se van a sustituir por tilos, fresnos y prunos".
Así pues, en ese comunicado se daban a los ciudadanos dos argumentos. Primer argumento: LOS ÁRBOLES ESTABAN EN MUY MAL ESTADO, y segundo y principal: A PETICIÓN DE LOS VECINOS, SE HAN TALADO. Porque eso es lo que se deduce del comunicado, en el supuesto de que esté escrito en lengua castellana: Los árboles del Regajo se han talado a petición de los vecinos. Es decir, que si los vecinos no lo hubieran pedido, no se hubieran talado los árboles, aún cuando los árboles estuvieran, según explicó el concejal, en muy mal estado.

Más tarde, como sabemos, ha habido una segunda explicación del concejal, esta vez escoltado por dos compañeros del equipo de gobierno, a uno y otro flanco, se ve que el asunto lo requería, y es que se trataba, según palabras del mismo concejal, de “salirle al paso a ciertas cosas que se han oído, que se han escrito o que han corrido por ahí, porque aquí, desde luego, no ha venido nadie a decirnos nada; pero somos conscientes de que puede haber alguna confusión, alguna mala interpretación”.

Y en esta segunda oportunidad de explicar su acción de gobierno, consistente en talar, arrancar, acabar con los hermosos árboles existentes en un espacio público de recreo, en tanto que supuesto responsable del departamento de Medio Ambiente, y en cuanto a razones para llevar a cabo tal acción, el concejal dijo tan solo que los árboles talados estaban “todos en malas condiciones, que representaban un peligro potencial para las personas que visitan el lugar”.

Vemos pues que en la segunda explicación nada se dice ya de la antedicha petición de los vecinos, y solo se habla de las malas condiciones en que estaban los ejemplares talados, apareciendo un nuevo argumento, consecuencia, probablemente, del anterior: el peligro potencial para los visitantes del lugar.

Analicemos el caso un poco más, profundicemos.

Empecemos por el primer comunicado, el más creíble, en realidad el único creíble, un comunicado rutinario de las tareas de la concejalía, emitido antes de que “se oigan y escriban y corran cosas por ahí”, y por consiguiente, donde, presumiblemente, se dicen las cosas tal cual han pasado y sido. Y ahí, el concejal nos dice que los árboles se han talado porque lo han pedido los vecinos. Y esto es lo que hay que creer y no otro cuento. Así que el concejal, si quiere explicar la tala, lo primero que tiene que hacer es acreditar esa petición de los vecinos. Cómo y en qué circunstancias se ha producido. Cuántos vecinos lo pidieron, en qué fecha, cuándo se registró el escrito en el Ayuntamiento y qué ponía. Haga una copia y muéstrela. Enséñenos esa petición ejemplar, donde rectos y probos ciudadanos alertan al Ayuntamiento de las enfermedades que sufren ciertos árboles venerables y del peligro que suponen para los bucólicos visitantes de los parajes públicos en que se hallan. Y muéstrela como ejemplo de colaboración cívica, como paradigma de la dulce entente entre ciudadanos preocupados por la cosa pública y gobernantes atentos, como él, al sentir de los gobernados. Sr. Esteban, díganos: tantos miles de bejaranos se han manifestado delante del Ayuntamiento con pancartas, o bien tantos miles de personas han colapsado el buzón municipal de sugerencias pidiendo la corta del arbolado, o bien 3.000 vecinos han dirigido un escrito al Ayuntamiento solicitando, con su DNI y su firma, la tala de los árboles del Regajo, o fueron 300, o quizá 30, o puede que 3, o sólo 1, tanto da, y el Ayuntamiento ha atendido con diligencia la solicitud porque era cabal y necesaria, porque tenían razón, los árboles estaban muy enfermos y constituían un peligro público. Esa es la explicación que esperamos.

Y ahora vayamos por lo manifestado en la segunda comparecencia, cuando ya “se habían oído o escrito o corrido cosas por ahí” y, por consiguiente, el concejal iba, presumiblemente, preparado para contestar a lo “oído, escrito o corrido por ahí”. Esta vez, oh casualidad, no aparecen para nada los vecinos, no fueron nombrados, así que, nuestro gozo en un pozo, adiós a los ciudadanos preocupados por la salud de los árboles y por la seguridad de sus convecinos. Quizá no hubo petición alguna y el primer comunicado, el más creíble, era ya falso. Sin embargo, el concejal martilleó, eso sí, con las malas condiciones de los chopos y ahí se quedó. Pobres árboles enfermos. ¿Centenarios? Seguramente. ¿Ejemplares únicos? Quién sabe. ¿Peligrosos para la seguridad pública? Puede. En todo caso, el concejal taló, serró, seccionó, guillotinó, tajó, arrancó, limpió el paraje y lo dejó mondo y lirondo, cortó por lo sano, y acabó, según él, con el peligro.

Estos árboles talados eran ya grandes cuando yo era niño, por lo que, dada mi edad, si en la hora de su muerte provocada no eran centenarios poco les faltaba. Estaban en malas condiciones, nos asegura el concejal. A ver. A ver los informes del técnico de Medio Ambiente, que sin duda, habrá emitido a petición del concejal. A ver los informes de la empresa o empresas a las que sin duda el concejal habrá acudido para tratar de diagnosticar y frenar la enfermedad o el mal que tenían, si ello era posible. Un tratamiento fitosanitario, una poda controlada, quizá una tala inevitable de algún ejemplar aislado. Eso es lo que se hace en todo lugar donde haya llegado la civilización. Porque, quién quiere ver un árbol centenario talado o muerto. En todo el mundo los veneran. En muchos lugares están señalados y siempre son objeto de respeto e incluso de peregrinación, la gente acude a verlos, a observar esa belleza, esa fuerza que desafía al tiempo, que nos ancla a la vida y a la tierra, seres vivos que acompañan nuestros días, que nos dan paz, sombra y oxígeno. Venga, Sr. Esteban, a ver, muéstrenos, haga pública la documentación que acredita ese tan lamentable estado de los árboles que no tuvo más remedio que tomar, con gran dolor de su corazón, esa decisión dura y difícil: matarlos, acabar con ellos de una vez por todas, liquidarlos. Cuéntenos las gestiones que hizo con tal o cual empresa, o con tal o cual especialista forestal, que acabaron concluyendo que no había más remedio, que había que talar, cortar, arrancar, cercenar, darles pasaporte. Vamos, Sr. Concejal de la cosa esa del Medio Ambiente, acredite y muestre los informes que acreditan la situación terminal ineluctable de esos seres vivos que ha matado. Venga, desembuche y hable, informe a los ciudadanos, infórmenos, no es tan difícil.

En mi opinión, Sr. Esteban, debería efectuar una tercera comparecencia para explicar, esta vez en serio, esta vez acompañado del mismísimo alcalde, la barbarie perpetrada en el Regajo.