El alcalde de Maldelacastaña Pilonga pide ofertas para pintar la fachada del Ayuntamiento, y le entregan 3 ofertas (de un marroquí, un alemán y un español).

La del marroquí asciende a 3 millones de euros, la del alemán a 6 millones, y la del español a 9 millones.

Ante tales diferencias, se entrevista con los ofertantes, por separado, para que justifiquen su propuesta.

El marroquí dice que él usa pintura acrílica para exteriores en dos capas, y que cuesta 1 millón; en andamios, brochas y equipos se va otro millón, y el otro millón restante es la mano de obra. Todo papeles regla, dejamos bonito, añade.

El alemán justifica su presupuesto diciendo que él ofrece una calidad insuperable, que usa pintura de poliuretano con tres capas, cuyo coste asciende a 2 millones. En andamios, otros materiales, equipos, seguridad, tratamiento de residuos, impacto ambiental y cumplimiento estricto demás legislación, se gastan otros 2 millones, y los 2 restantes es el coste de la mano de obra.

El último, que es el que finalmente gana la licitación, ya que el alcalde asegura que es el presupuesto mejor justificado y, por supuesto, el de mayor interés público, resulta ser el del español, que dice:

Mire Alcalde, 3 millones son para usted, otros 3 para mí, y con los 3 restantes subcontrato al marroquí para que nos pinte la fachada.