Fuente: Ruperto Fraile Alvarez
D. Romualdo era de Valdesangil (un Curiel) y tenía una figura tan diminuta que le pusieron El Comino. Buen trabajador, simpático y no se enfadaba por nada. Hacia los años 20, muchos niños padecían anemia. Todas las semanas había 4 o 5 entierros. El tío Comino se dio cuenta de ello y compró media docena de burras paridas y mató las crías. Todas las mañanas bajaba a Béjar desde Valdesangil con sus burras de leche, que así las llamaban, de cuyos cuellos pendía una esquila.

Cuando las madres oían las campanillas, bajaban al portal con los niños y con un vaso (de cortadillo). El Tío Comino paraba sus burras, tomaba con su mano izquierda el cortadillo y con la derecha ordeñaba a una de sus burras hasta llenar el vaso, que de forma inmediata le hacían tomar al niño, quisiera o no.

Muchos fueron los niños que tomaron esa leche, que además de ser buena para la anemia también lo era para la tos. La medicina fue eficaz, pues los niños dejaron de morir.