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Los 37.000 millones de euros de deuda militar. ¿Quién los paga?
Supongamos que España tuviese tales enemigos que hubiese que instalar alarmas aéreas en sus ciudades, que los radares detectaran vuelos de reconocimiento sobre su territorio, los satélites remitiesen a diario fotos de grandes concentraciones de efectivos bélicos y las informaciones de todos los espías coincidieran en que sus letales enemigos están a punto de declararle la guerra. ¿Sería posible hoy un escenario como ese? ¿Qué poder militar enemigo queda en el mundo? ¿Son tan fuertes las tensiones militares hostiles contra España que sus Fuerzas Armadas deben gastarse cada año 18,000 millones de euros con factura y otros 12,000 millones en negro para estar preparada para vencer a un enemigo que alguna vez tendrá pero que aún no sabe quién es?
Los que sacan esas cuentas, que son los militares y los pactos militares y la industria de armamentos que mama de esa teta, podrán decir que es insuficiente, que el resto de los países de Europa está mejor armado y que hay que seguir gastando para ser un país seguro. ¿Contra quién? No se trata de que las fuerzas armadas, de España o de cualquier lugar, estén de más. Ya alguna vez en el futuro tendremos la posibilidad de declarar la inutilidad de los ejércitos, a menos que sin saber qué hacer con tantos recursos bélicos la emprendamos unos contra otros y tengamos sólo la posibilidad que volver al paleolítico.
¿Qué efecto tendría que España redujera su gasto militar sensiblemente y que esos fondos del saco sin fondo de la defensa sirvieran temporalmente para que los españoles que son protegidos por esas Fuerzas Armadas pudiesen sobrellevar mejor la crisis? ¿Quedaría obsoleto el material militar español si no se renovase en dos años o tres años? Son éstas algunas de las infinitas preguntas que un parado puede hacerse en la cola del INEM, antes de llegar a hacerse otras peores.
Un interesante artículo titulado Gasto militar oculto y Presupuesto del Estado, publicado por el digital Nuevatribuna ofrece un marco de referencia bastante amplio para que nuestros lectores tengan una visión más objetiva del tema de la defensa y de lo que cuesta a los españoles. Terrorismo aparte, que es harina de otro costal.
Artículo publicado el 15/4/2012
La lectura del proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado ha suscitado muy variadas críticas, principalmente centradas en el porcentaje de recorte de los gastos sociales y ministeriales y en la sostenibilidad mayor o menor de los principales soportes y prestaciones del micro-estado de bienestar que hasta ahora ha mantenido España.
Significativamente, el gasto militar ha quedado arrinconado del análisis y de la crítica, si no es para decir que éste ha sufrido un recorte menor de la media de gastos públicos.Sin embargo, como intentaremos explicar aquí, el gasto militar no sólo no ha sufrido el recorte anunciado de un 8´8%, sino que no se corresponde con los 6.316 millones de euros presupuestados como gasto del Ministerio de Defensa, sino que llega al menos a 18.000 millones de euros, de los que más de 12.000 millones se encuentran “disfrazados” en diversas partidas de otros ministerios y organismos. Todo ello implica, nada menos, la escalofriante cifra de más de tres billones de pesetas y, lo que es peor, que dos de cada tres euros de gasto militar están ocultos a la ciudadanía y a la sociedad, que desconoce la magnitud de nuestro gasto militar real.
Si a esta triste realidad sumamos la ya reconocida sin tapujos deuda militar de cerca de 37000 millones de euros (más de dos veces la deuda que mantiene sanidad tanto en las partidas del estado como de las comunidades autónomas) por inversiones aplazadas en adquisición de programas de armamentos desde hace una década, la realidad es que el militarismo es uno de los elementos más caros a sustentar con los recursos de todos los españoles. Esto no es de ahora ni únicamente imputable al Rajoy presidente o al Morenés ministro de defensa (los cuales tuvieron responsabilidades en la anterior etapa del gobierno del PP en la generación de esta verdadera burbuja impagable), sino que sucede desde los primeros presupuestos de la democracia con total continuidad e igual responsabilidad por parte de los diversos gobiernos, aunque esta realidad ni es conocida ni es transparente.
Podríamos preguntarnos las razones de esta singular práctica de ocultación del gasto militar español y a nosotros solamente se nos ocurre una: tan inaceptable es tan abusivo gasto, que la élite político-militar que compone el núcleo duro del poder se ha blindado en la opacidad ante el temor de que la ciudadanía no acepte este desafuero.
Pero vayamos a la explicación prometida. Señalemos en primer lugar que todos los voceros del ministerio de defensa y la mayoría de los responsables de defensa en los partidos políticos tienden a decir que el gasto militar español es bajo, muy bajo en comparación con nuestro entorno, e insuficiente. Y para ello nos ofrecen de forma inalterada las reducciones sufridas año tras año en el presupuesto del ministerio de defensa, donde, por usar estimaciones de los últimos cuatro años, los presupuestos del ministerio de defensa han ido descendiendo desde los 8.240,7 millones de euros de 2009 a los 7.698,86 en 2011, a 7.156,51 en 2011 y 6.316,45 en los actuales presupuestos. Nada nos dicen del sucesivo abuso de los fondos de contingencia para sobrepasar, año tras año, lo presupuestado, de forma que a los 1.000 millones de euros gastados de más en 2009, se cedieron 1.254 en 2010, 1.377 en 2011 y, al menos se estima que en otros 1300-1400 millones en 2012.
Ahora bien, el criterio de cómputo del gasto militar de la OTAN incorpora no sólo los presupuestos de los ministerios de defensa, sino también los que se corresponden a las clases pasivas de los militares, los que se corresponden con su sistema social (en nuestro caso el ISFAS), los de los diversos organismos autónomos de carácter militar (en nuestro caso seis organismos autónomos cuyo presupuesto está fuera del del ministerio de defensa), los de la inteligencia (en nuestro caso CNI), las operaciones internacionales militares y la política de fronteras (lo que en nuestro caso obliga a computar tanto las partidas principalmente consignadas en el ministerio de asuntos exteriores para operaciones internacionales y las contribuciones españolas al Frontex y operaciones de Guardia Civil, como cuerpo militar o militarizado que es), las contribuciones españolas a organismos internacionales militares, los créditos públicos a las industrias militares, la amortización de contratos militares, y, en general, todas las partidas de gasto que tienen que ver con el sostenimiento del entramado de la defensa y la seguridad.
Desde nuestro punto de vista, a todo ello ha de sumarse la parte de intereses de deuda pública contraída por el estado para financiar el gasto militar, cantidad que este año, podemos aproximar a los 1.600 millones de euros. Podríamos discutir si éste es todo el gasto militar o si faltan partidas imputables que, desde diversos sectores pacifistas, se reclaman como gasto militar, como puede ser la parte de la cooperación internacional que se destina a países en conflicto o a instalaciones “humanitarias” de uso militar como hospitales, etc., o las partidas y subvenciones que tienen que ver con el ensalzamiento de la defensa desde cultura, o las transferencias a comunidades autónomas o ayuntamientos que tienen aplicación militar, o, incluso más, si toda la partida de lo que podríamos llamar de forma genérica “control social” es también gasto militar, pero al menos lo es todo aquello que la OTAN dice que lo es, es decir, los gastos militares disfrazados en partidas externas al ministerio de defensa.
Y lo cierto es que, consignadas las partidas que se encuentran dispersas en los presupuestos generales del estado, nos llevamos la desagradable sorpresa de que el gasto militar español, al menos, supone en España unos 18.000 millones de euros y que si lo comparamos con el gasto militar del año pasado la rebaja presupuestada no es del 8.8% sino sólo del 1,3, es decir, 290 millones de euros.
Ahora bien, desvelada la magnitud de este gasto militar que soporta el estado español, resulta asombroso y turbador comprobar la actitud de quienes lo apoyan al respecto. Si observamos la furibunda campaña que se ha lanzado para recortar los gastos de sanidad e introducir no sólo recortes presupuestarios, sino también reducciones draconianas de prestaciones y otros mecanismos que por respeto a la inteligencia no vamos a calificar aquí, y ello por la necesidad de parar la sangría, se dice, de una deuda sanitaria de cerca de 15.000 millones de euros, y ponemos esta realidad en comparación con las fórmulas previstas ante la escalofriante sangría de la deuda militar (37.000 millones de euros, más del doble de la deuda sanitaria) o la no menos abusiva cifra de gasto militar anual (más de 18.000 millones de euros), podemos sacar consecuencias muy esclarecedoras.
¿Qué se propone desde las ortodoxias económicas en el caso de los gastos sociales? Reducir prestaciones. ¿Qué se propone en el caso del gasto militar? Saltar al vacío e invertir más en militarismo. Efectivamente, desde el ministro hacia abajo, por supuesto respetando el escalafón, toda la cúpula militar y todo el partido militar tácito ramificado hacia el PP y otras fuerzas políticas señala que la inversión militar es poca, que no es posible cumplir los objetivos marcados con este exiguo presupuesto y que se deberá acudir a fórmulas imaginativas para no parar de echar carbón a la máquina militar, como son la de exportar más armas, vender parte de nuestro material de guerra obsoleto, renegociar la impagable deuda militar para conseguir plazos de pago (¿a intereses más altos!) más lejanos en el tiempo, o emitir “bonos de guerra” para que los inversores interesados ayuden a la financiación del ejército. ¡Todo menos recortes!.
¿Cabría predicar aquí la reducción en vez del fraude? Por supuesto que sí. Italia o Alemania, e incluso Estados Unidos, ante una tesitura de gasto militar desbocado y similar (en lo cualitativo se entiende) a la nuestra, se apresta a reducir tropas en un 30%, a reducir inversiones y compras y a reducir presupuestos.
Podríamos renunciar al armamento ofensivo (cazas, tanques Leopard, aviones de abastecimiento en vuelo, fragatas, portaviones, submarinos, misiles de medio y largo alcance, etc). Podríamos renunciar a la injerencia en otros conflictos. Podríamos obligar a que el ejército se desprenda de su ingente, mal utilizado y caro patrimonio en beneficio de la sociedad. Podríamos evitar duplicidades e hidrocefalias en la estructura militar. Podríamos...
Digamos, por último, que esta preferencia por el gasto militar que muestra este gobierno de halcones no es ni inocente ni neutral. En una situación de recursos excasos, la preferencia por cañones, parodiando al primero que tuvo tal ocurrencia, supone renuncia a mantequilla. Los gastos militares detraen la posibilidad de inversiones sociales. Optar por cañones es optar por cañones y condiciona todo lo demás. De hecho es triste la ya célebre opinión de nuestro ministro de defensa de que, en esta crisis, dado que España no puede destacar en el mundo por nada más dada nuestra posición en la crisis, es creíble gracias a sus ejércitos y su contribución a la causa de disciplina militar planetaria en la que andamos embarcados. Lógicamente es una mera opinión, aunque sea la opinión ministril Morenés, y hace un flaco honor a la verdad (¿qué dirán nuestros científicos, artistas, tecnólogos, movimientos culturales y sociales, y otras personas de reconocido valor y prestigio al verse relegadas en el aprecio del poder a escoria frente a los mamporreros que se presentan como lo mejor de nosotros mismos?), pero deja a las claras la orientación de su pensamiento y de una práctica política militarista que lo acompaña.
¿Por qué tanto interés en esconder el gasto militar y en fortificar el argumentario militarista? Dejemos la respuesta a la opinión de cada cual, pero señalemos un último dato: ¿se han preguntado quiénes son los accionistas tanto en España como en otros lugares, del complejo militar industrial? ¿Se han preguntado cuántos intereses bancarios están comprometidos en la deuda militar que existe, cuánto de su accionariado participa de este tinglado, cuánto crédito tienen concedido en ello? ¿Se han preguntado qué intereses protegen estos ejércitos aplaudidos por una casta política militarista? Pues pregunten, pregunten, que tal vez encuentren respuestas nada gratas.
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Recientemente,he enviado a través de Internet,"un decálogo de soluciones para salir de la crisis",y que seguidamente,reproduzco por coincidir en el apartado nº uno,con el costosísimo e ineficaz gasto militar.
1º ANULAR TODO GASTO MILITAR Y ARMAMENTÍSTICO,QUE SÓLO CONDUCE A MUERTE Y DESTRUCCIÓN.
Se dice en el artículo que el presupuesto en defensa,nos cuesta 18.000 millones de euros y que el recorte aplicado debido a la crisis,es ínfimo.En mi opinión,deduciendo en cada ejercicio un porcentaje importante en éste escandoloso gasto inútil y destructor,se conseguía doble efecto positivo;
Acabar con ésta lacra armamentística,y dejar sin efecto los efectuados sobre Sanidad,Educación y Servicios Sociales,entre ellos uno tan importante como es la ley de Dependencia,que en algunas comunidades ni tan siquiera se comenzó a aplicar.En definitiva,las reformas y recortes llevados a cabo por el Gobierno Español som injustos e innecesarios,porque recaen sobre las capas sociales más desfavorecidas,y por el contrario.se rescata a las entidades financieras,verdaderos culpables de éste desaguisado.
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