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34 La Cometa: Hogar
Amalia Hoya
Le gustaba cambiar de casa y, a pesar de que lo había hecho en infinidad de ocasiones, nunca encontraba la adecuada. Buscaba el lugar idóneo que se convirtiera en su hogar definitivo para así recuperar el que tuvo cuando era niña, una vivienda de tres plantas, diseñada con poco criterio: la cocina ocupaba el tercer piso y los dormitorios el primero. Sin embargo, era un refugio cálido y confortable en el que jamás se apagaba el fuego de la estufa, ni del amor de los que allí vivían, donde los pucheros borboteaban exhalando aromas prometedores y el sonido de las risas y el chasquido de los besos se mezclaba con la música que sonaba en la radio.
Hasta que, un día, una persona murió y con ella, la cocina. Y el hogar dejó de serlo para convertirse solo en una casa, barco desarbolado por la tempestad del imprevisto y, a partir de ahí, desfallecidas las velas y perdido el rumbo, comenzó la deriva. A veces, percibía destellos en las habitaciones vacías, a pesar de que no lograba encender la luz, y en la oscuridad de la noche escuchaba crujir los escalones bajo pasos ligeros que no traían a nadie ni llevaban a ningún lugar. Por eso el peregrinaje, por eso, el cambio incesante en busca del espacio y del tiempo perdido, ambos imposibles de recuperar.
Y, como solía viajar, en sus recorridos soñaba descubrir el edificio que la impactara y susurrara: «Ven, al fin has encontrado lo que buscabas: soy tu nuevo hogar». Pero no tendría que ser, necesariamente, un conglomerado de muros y ladrillos, porque todo el mundo sabe que, no siempre, una casa es un hogar.
El hogar verdadero refleja la personalidad de quien lo habita y es parecido a un traje cortado por un sastre experto que se ajusta a la línea del cuerpo a la perfección: los hombros bien encajados, la espalda acomodada, nunca hace arrugas ni se descose y, al mismo tiempo, es cálido, confortable, no coarta los movimientos ni la libertad. Y aún es posible lograr mayor perfección si en este hogar vive el amor verdadero, que tampoco limita ni restringe, sino que impulsa y anima a continuar sin desfallecer.
A veces, el amor no es imprescindible, basta con hallar un refugio al que regresar cada tarde, cerrar la puerta y dejar fuera trabajos que incomodan y hacen la vida difícil y, sobre todo, algunas personas que no te aman, y por eso se permiten el lujo pueril del desdén, del ninguneo; aunque a veces lo hagan sin mala intención, obligados por su naturaleza o lo que les dictan las circunstancias de la situación.
En definitiva, un hogar es un santuario que nos permite desconectar, reencontrarnos con nosotros mismos y con el pasado; el lugar donde arrancarnos la máscara que mostramos al mundo y, sin trabas ni hipocresía, dejar que emane nuestra esencia verdadera que muy pocos afortunados tienen el privilegio de aspirar.
Madrid, noviembre 2023
- Mal vamos si no hay
hace 1 día 13 mins - En estos momentos le escucho
hace 1 día 12 horas - NO. NO debe debe de
hace 1 día 12 horas - Te respondo que ya he
hace 1 día 14 horas - Sería bueno que las dos
hace 2 días 1 hora - Siendo defensor del
hace 2 días 3 horas - Algo de eso tiene que haber,
hace 2 días 8 horas - Pero si es lo que quieres,
hace 2 días 12 horas - Sigue usted sin progresar
hace 3 días 14 horas - Ya que aprovecha para decir
hace 4 días 1 hora
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