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32 La Cometa: Crítica de la película El maestro jardinero
Amalia Hoya
Antes de reseñar El maestro jardinero, dirigida por Paul Schrader, debo puntualizar dos cosas: primero, que es una película extraña que no gustará a todos, y segunda, que su lentitud es casi morosa, algo que no suele molestarme porque, si la historia me atrapa y la han dirigido con calidad, me dejo llevar y la disfruto el doble. También aprecio mucho los guiones que abren nuevas perspectivas y transitan territorios poco explorados.
Aclarado esto, empezaré hablando del director, el estadounidense Paul Schrader que ha escrito o colaborado en guiones como el de Taxi Driver, protagonizada por Robert de Niro, dirigida por Martín Scorsese y ganadora de la Palma de Oro en el festival de Cine de Cannes, en 1976; con el mismo director, Schrader colaboraría en los guiones de otras películas: La última tentación de Cristo, Toro salvaje, etc.; además es el autor de los guiones de Yakuza (S. Pollack); Obsesión (B. de Palma) o La costa de los mosquitos (Peter Weir) y muchos más.
Como director y a la vez guionista, Paul Schrader cuenta con una extensa filmografía: Hardcore fue una de las primeras; después vendrían, entre muchas otras: American Gigolo; Mishima; Aflicción o The Walker, protagonizada por el siempre magnífico actor Woody Harrelson, hasta llegar a El reverendo (2017) y El contador de cartas (2021), las cuales forman parte de una trilogía que se cierra con El Maestro Jardinero.
La formación calvinista de Schrader se percibe en todas sus tramas que muestran protagonistas atormentados por su pasado, por los remordimientos o las crisis existenciales y siempre, escondidos o refugiados detrás de profesiones mediocres con las que ocultan quiénes son en realidad.
En esta ocasión, el protagonista es Narvel Roth, un horticultor que trabaja para la Sra. Havernhill, viuda y rica propietaria de una finca histórica, Gracewood Gardens, que abre al público una vez al año para exhibir los espléndidos jardines. Narvel dispone de una cuadrilla de jóvenes ayudantes a los que enseña la profesión, pero su trabajo va más allá de ser el instructor o el diseñador del jardín: su jefa suele invitarlo a cenar, y la cena concluye con la prestación de los servicios sexuales del maestro jardinero. Un día, la Sra. Havernhill le exige que acepte, en calidad de aprendiz, a su sobrina nieta Maya una joven
mestiza, muy problemática, producto de un matrimonio mixto. Maya será el detonante que sacará a la luz el secreto de Narvel.
La primera parte transcurre con una lentitud que puede llegar a ser exasperante y en la que, aparentemente, no ocurre nada; sin embargo, a mí me parece magnífica, ya que sirve, no solo para presentar al personaje, sino que, a la vez, establece un paralelismo entre él y el jardín. Asistimos a las lecciones de jardinería que Narvel da a sus colaboradores, le vemos olfatear la tierra con fruición, casi con deleite, igual que si fuera a comérsela; gesto que simboliza, para mí, la certeza de que la tierra es el lugar donde la vida puede renacer y fructificar de nuevo, si la siembras y cuidas con dedicación. Porque esta historia va de redención, de la posibilidad de rectificar errores y empezar de nuevo.
Paralelamente a las imágenes del jardín y de las flores, escuchamos la voz en off de Narvel, que va narrando lo que escribe cada noche en su diario, metáfora de reflexiones más profundas. Gracias a lo que nos cuenta, comprendemos que el exquisito cuidado con el que impide a la naturaleza crecer salvaje, le sirve para tener bajo control un pasado que también lo fue. Lo descubrimos cuando, ya en su habitación, Narvel se quita la camisa, que siempre mantiene bien abrochada, y muestra un cuerpo tatuado al completo con simbología nazi: ha sido un supremacista blanco que participó en asesinatos y destrucción. Por medio de flashback, la película narra lo sucedido anteriormente y nos informa de que, ahora, él es un testigo protegido que ha tenido que cambiar de vida, renunciar incluso a su hija y empezar de nuevo bajo una identidad falsa.
Joel Edgerton, un actor inquietante y carismático, interpreta al maestro jardinero al que confiere un aspecto ensimismado, desolado, muy turbador, y nos hace sospechar que, bajo la apariencia pulcra e impecable, extraña para un jardinero, esconde secretos muy oscuros.
Sigourney Weaber da vida a la Sra. Havernhill. Igual que siempre, la actriz borda el papel de mujer empoderada, al mando de cualquier situación; en esta ocasión, utiliza al jardinero de semental. La relación que mantienen se manifiesta en una de las cenas a las que invita a Narvel, que se desarrolla en un comedor enorme, apenas sin muebles, frío y austero igual que su propietaria, pero presidido por un cuadro de la Sra. Havernhill desnuda y con el sexo tapado por la hojarasca. Sin duda, la jefa conoce el pasado de su jardinero, y este hecho, unido a que heredó de su padre una Luger, arma usada por los nazis, lo que indica que los dos tienen más en común de lo que parece. A pesar de todo, la mujer llega a perder el control, ante la amenaza de que la sobrina nieta pueda arrebatarle lo que considera de su propiedad.
Maya, (la actriz Quintessa Swindell), es el punto de inflexión de la narración, al impactar a Narvel con su llegada. Dada la diferencia de edad, al principio creemos que ve a la hija que tuvo que abandonar, pero enseguida nos damos cuenta, igual que la Sra. Havernhill, de que es una poderosa atracción lo que siente por la muchacha.
No tarda en producirse un encuentro sexual entre Maya y Narvel, resuelto de forma muy original. Desnudo, el hombre se arrodilla ante la joven mulata, le enseña los tatuajes, le dice sin palabras quién es en realidad, pero no solo le pide perdón a ella, sino también, a las personas de otras razas, a las que masacró. Maya acepta y perdona, y él se sumerge, literalmente, en el sexo de la chica. Con ellos nos deslizamos en un auto por un camino tenebroso que, de pronto, se ilumina en un estallido de luz y flores, símbolo del orgasmo y, a la vez, de la posibilidad de renacer a una vida nueva. Pero las malas compañías de Maya, camellos y yonquis muy peligrosos, y el interés de Narvel por protegerla y apartarla de estos individuos, traerá de nuevo la violencia a la existencia de todos.
Es en este momento cuando la película cambia de estilo y se acerca más al thriller y el melodrama, lo que hace que la segunda parte sea más convencional, más vista y menos interesante que la primera. El final es ambiguo y deja un sabor agridulce, ya que viene a decir que el pasado es imborrable, suele pasar factura y la redención no es siempre posible.
Una película plagada de símbolos y metáforas que me atrevería a recomendar, a pesar de saber, como dije al principio, que no gustará a todo el mundo.
Madrid 6 de julio 2023
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