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29 De maestros, hoy: Coll
Josep Coll nació en Barcelona en el año 1924, en el seno de una familia de clase media que se dedicaba al negocio de la construcción. La requisa de los bienes familiares durante la Guerra Civil Española le obligó a trabajar en una cantera cuando solo contaba con doce años.
Josep Coll compaginó su oficio con los estudios de mecánica, artes y oficios y delineante en la Escuela Industrial de Barcelona. No obstante, su afición principal era la historieta, por lo que una vez finalizado su servicio militar, se animó a presentar algunos dibujos en varias editoriales.
De está forma en 1948 inició su andadura como dibujante publicando en revistas como “Mundo Infantil”, “PBT”, “KKO”, “Pocholo”, “Nicolás”, “Timoteo” y “La Risa”. Un año mas tarde, entraría a dibujar de forma habitual para la revista TBO, publicación con la que alcanzaría el reconocimiento de varias generaciones de lectores.
Gran amigo y admirador de Benejam ( La familia Ulises ), fué precisamente éste quien le aconsejó modificar el dibujo de sus personajes en el sentido de estilizarlos, lo cual le proporcionó ese estilo tan particular de dibujo que le hacía ser claramente “distinto” al resto de dibujantes de TBO.
Como no vamos a volver a inventar la rueda……(esto ya lo había escrito antes) transcribo lo que decían en Rosaspage.com sobre su peculiar estilo
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El estilo de Coll era francamente particular, tanto que pocos autores se le podían comparar con un dibujo tan simpático y amable como el suyo.
Su estilo de dibujo era por encima de todo dinámico y detallado en su justa medida, procurando que la observación de los detalles no ralentizara el tempo justo de la historieta. Coll resolvía muy bien las secuencias, pues cuando por ejemplo hacía caminar un personaje desde un punto a otro, cuando otro dibujante dibujaba tal secuencia en dos viñetas, Coll lo realizaba en más. Las miradas de un lado a otro de la carretera a la hora de cruzarla, el leer un personaje dos veces un cartel eran detalles que creaban el espacio de tiempo suficiente para crear expectación por parte del lector, finalizando tal suspense en una sincera carcajada al final de la historieta.
Los protagonistas de sus historietas eran personajes basados en estereotipos, como por ejemplo náufragos con balsa e isla incluida, conductores, motoristas, caníbales junto a su enorme olla y un sinfín de caracteres fácilmente identificables a primera vista. Estos, en una acción muchas veces muda, se encontraban con algún problema que pretendían salvar aunque en la gran mayoría de las ocasiones, el desenlace resultaba sorprendente o indeseado para el protagonista. Otra particularidad de Coll es que la historieta no finalizaba cuando sucedía la desgracia o el desenlace final, sino que terminaba con el personaje alejándose de “la escena del crimen” preguntándose sobre como había sucedido tal o cual cosa.
Dignos de mención eran los diminutos automóviles con los que se desplazaban los personajes de Coll. En una época en que las empresas cada vez fabricaban los coches más pequeños, como por ejemplo el Biscuter o el mismo seiscientos de Seat, Coll observaba esta evolución con cierta ironía, dibujando unos coches que más bien parecían cajas de zapatos por su tamaño que no turismos. Además, estos aparatos tenían una extraña característica, pues eran como una extensión del propio conductor, ya que se doblaban hacia delante cuando frenaban o saltaban alegremente compartiendo emoción con su conductor por un día radiante.
En esa época dejó su trabajo en la construcción para dedicarse íntegramente al dibujo de forma profesional .
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La muerte de Buigas, hasta entonces editor de TBO, supuso la entrada de Bruguera en la gestión de la revista y con ello el principio de los problemas de Coll. Si antes le decían que tenía que dibujar como Benejam ahora le ponían como ejemplo a Escobar ( Zipi y Zape, Carpanta ), por lo que Coll decidió volver de nuevo a su antiguo oficio de albañil, oficio con el que según su propia confesión se ganaba mejor la vida.
No obstante seguía teniendo el “gusanillo” del tebeo, cosa que aprovechó Joan Navarro, a la sazón director de Cairo, para rescatarle en 1984 para la historieta. He aquí como lo anunciaba todo entusiasmado :
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El estilo de Coll cuadraba muy bien con el concepto de “linea clara” que Joan Navarro defendía en aquella publicación, por lo que en principio la cosa prometía. A pesar de ser muy bien aceptado por la crítica, lo cierto es que el panorama de la historieta (comic) había cambiado bastante durante su ausencia y Coll cargó con el estigma de “dibujante infantil”, un estilo que las editoriales deseaban desvincular del cómic que en aquella época se publicaba.
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De esta forma Coll se vió completamente desplazado y sin un reconocimiento justo a su trabajo, cayendo poco a poco en una fuerte depresión de la cual nunca más se recuperaría. Y muy poquito después, en un triste día de 1984 pudimos leer en los periódicos la trágica noticia :
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Cairo
- Si la alcaldesa estuviera
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