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28 La cometa: Libros salvados del fuego
Me temo que la censura ha retornado o intenta retornar a nuestras vidas. Al parecer, las nuevas y no tan nuevas generaciones pretenden arrasar con ciertas manifestaciones del arte, el cine y la literatura de otras épocas, tachándola de xenófoba, machista, discriminatoria con las minorías, etc., en definitiva, incorrecta de un modo u otro, y me pregunto si estos movimientos han surgido de la juventud, de la ignorancia, de la hipocresía o simplemente son una labor de distracción de los que están al mando.
A mi modo de ver, los movimientos artísticos de cualquier tipo se inspiraron y surgieron en paralelo con los sucesos históricos, sociales y económicos que les tocó vivir a los artistas a lo largo de su vida; así que intentar juzgar con la mentalidad actual el colonialismo, la esclavitud, la discriminación sexual y de género y cualquier tipo de discapacidad no es más que un sinsentido de escaso recorrido para cualquier persona que haya leído un poco o conozca el desarrollo de la historia: para juzgarlos correctamente hay que intentar abstraerse de la realidad que vivimos y conocer y comprender el contexto en que se produjeron. Por otro lado, esta nueva imposición no deja de ser pura hipocresía, ya que, a pesar de los avances de la civilización, casi todas las lacras que afectan al mundo siguen estando presentes, aunque hoy se intenten disimular, al menos en parte.
Creo firmemente que el arte y la cultura, en todas sus manifestaciones, es lo que nos diferencia de los animales y, también, es la crónica y a veces incluso la protesta del artista que se rebela ante lo que presencia. Eliminar cuadros y esculturas de los museos bajo el pretexto de que ofenden a las religiones o que los desnudos vulneran la dignidad de la mujer, censurar libros, cuentos infantiles y películas, porque muestran el racismo, la discriminación y el machismo, no va a erradicar los males vigentes, sino que equipararía a quién avalase semejantes ideas con otros personajes de épocas oscuras en las que a las estatuas masculinas se les ponía una hoja de parra y los libros y cuadros se quemaban en las plazas o eran tachados a brochazos por los censores.
Soy partidaria de que el artista manifieste su talento libremente y, más aún, teniendo en cuenta que, en el mundo actual, cada individuo tiene la posibilidad de elegir y seleccionar entre la infinita variedad que se le ofrece y, por consiguiente, puede rechazar lo que le resulte ofensivo sin pretender erradicarlo o destruirlo. Los males que aquejan al mundo no los produce el arte, sino los individuos, y son los políticos y las instituciones quienes deben solucionarlos, creando una sociedad justa donde todas las personas, sin distinción de sexo o raza, tengan las mismas oportunidades, en vez de desviar la atención a otros lugares que no son el problema sino, a veces, parte de la solución, sobre todo cuando sirven para denunciar hechos abominables. Por supuesto, los ciudadanos son responsables de elegir bien a quiénes les representan, lo que se consigue con más conocimientos y más cultura, jamás con censura e ignorancia.
Por todo esto, hoy quiero salvar cinco libros del fuego; una difícil elección porque tal vez no supe elegir bien mis lecturas y, además, hay una infinita cantidad de libros que no he leído ni leeré nunca y puede que los mejores estén entre ellos.
De lo que sí estoy segura es de que cada libro tiene su lector, y si un libro no me «engancha» lo dejo enseguida: o no es mi libro, o no es el momento de leerlo. Ítalo Calvino dice que un libro debe tener «ligereza, rapidez, exactitud y claridad», y comparto totalmente su opinión.
Los libros que he elegido no son de edición reciente, ya que, si exceptuamos los ensayos, la mayor parte de la ficción que se edita trata sobre temas de actualidad o pseudohistóricos vistos con la perspectiva de hoy, o son los típicos best seller que pasan de moda y se olvidan con rapidez. He escogido a propósito clásicos universales imperecederos; cuatro de ellos fueron escritos a principios y mediados del siglo XX y otro, a mediados del siglo XIX y creo que el tema de cada uno de ellos continúa siendo actual y sirve para justificar las premisas que he expuesto.
El corazón de las tinieblas. Joseph Conrad
Es un libro ágil en la narración y extremadamente poético en las descripciones; aunque el motivo de la elección no es el estilo literario, sino que es un alegato en contra del racismo, los imperialismos y el afán de poder. La tesis fundamental del libro pone de manifiesto el cambio de conciencia y de valores que los gobiernos imponen a sus funcionarios con el fin de convertirlos en su brazo ejecutor. El libro propone que, para ser fiel al sistema y a sus ideales, las personas deben penetrar en «el corazón de las tinieblas», es decir, corromperse.
El cambio de conciencia se aprecia claramente en el personaje de Kurtz, un comerciante europeo idealista, que viaja al corazón del Congo para servir a los intereses del gobierno belga. El conflicto entre estos intereses y el entorno abocarán a Kurtz hacia la locura y la maldad, convirtiéndolo en un reyezuelo salvaje y, por consiguiente, el sistema tendrá la necesidad de destruir el monstruo que él mismo ha creado.
A pesar de que la etapa imperialista debería haber concluido, es obvio que no es así, lo vemos cada día y a cada instante. Los países poderosos planean como aves rapaces sobre los países más débiles y desprotegidos; promueven guerras, instauran gobiernos corruptos y manipulables y siguen depredando y sojuzgando a etnias que consideran inferiores.
Este es un mal que no va a tener fin porque sucede en el mundo desde la antigüedad, pasando por la conquista de América y de los países africanos, hasta nuestros días. El tiempo y el lugar es lo de menos, porque lo que no cambia es la ambición de poseer y controlar los recursos naturales, da igual que sea el pescado en las costas de otros países, oro, minerales, petróleo, materiales nuevos que impulsan las tecnologías o cualquier otro tipo de materia prima, estoy segura de que también le llegará el turno al agua. Por descontado, los poderosos no vacilan si el objetivo requiere el uso de las armas. El corazón de las tinieblas es un libro de plena actualidad.
La muerte en Venecia. Thomas Mann
La trama expone emociones que no pasan de moda y a las que cualquier persona puede verse inclinada en algún momento. Thomas Mann es poético en las descripciones, pero no resulta tedioso ni reiterativo y la narración cala profundamente en el alma humana.
Ashenbach, el protagonista, es un artista convencido de que con trabajo y disciplina puede dominar la vida y convertirla en arte. Envejecido, enfermo y sumido en una crisis interna, viaja a Venecia donde conocerá al joven Tadzio, un muchacho hermoso por el que queda fascinado hasta el punto de convertirlo en el motivo central de su existencia. Esta obsesión entra en conflicto con sus ideas y le lleva al extremo de rebajarse como persona y perder el control de sí mismo.
El autor traza un paralelismo entre los personajes y la ciudad de Venecia. Por un lado, la ciudad hermosa y a la vez decrépita, asolada por la peste en ese momento y, por otro, la belleza y juventud del chico que contrasta también con la decrepitud del artista.
Thomas Mann habla de amor, de fascinación ante la hermosura, de tristeza y añoranza por la juventud perdida, del miedo a la vejez y a la soledad, de la falta de dignidad ante un amor no correspondido, de ausencia de autocrítica y del ridículo al que puede empujar una pasión extrema. En definitiva, de sentimientos de los que no está libre el ser humano y que se repiten una y otra vez a lo largo de la existencia.
La metamorfosis. Franz Kafka
«Una mañana Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto...». Así comienza uno de los relatos más famosos e inquietantes de Franz Kafka. Una lectura fascinante y adictiva que no puedes abandonar hasta concluirla.
El valor del relato estriba sobre todo en la originalidad. Está narrado desde el absurdo, desde lo imposible; pero, realmente, ¿es así? Creo que esta metamorfosis es algo que puede ocurrirnos a cualquiera. El mundo y las circunstancias particulares de cada uno nos van convirtiendo, poco a poco, en algo distinto de lo que hubiéramos querido ser y apartándonos de nuestra verdadera naturaleza.
Gregorio Samsa detesta viajar, pero es viajante de comercio. Quiere dormir, descansar, cambiar de profesión y no puede porque él es el sustento de su familia. Partiendo de estas premisas, podemos enfocar su metamorfosis desde dos ángulos: se ha convertido en un insecto horrible, que no puede salir de su habitación sin causar horror, porque desea aislarse del mundo y evadir responsabilidades, o bien, ha sido el deseo de los otros el desencadenante de la transformación, al convertirlo en alguien distinto y útil solo para ellos.
Sea de una u otra forma, el final del libro es tan aterrador como el desarrollo. Un día, Samsa decide salir de su refugio atraído por la música que toca su hermana y…
Es mejor que no siga: no quiero hacer spoiler por si acaso alguien no ha leído esta maravilla.
Rebelión en la Granja. George Orwell
Ante todo, me gusta Rebelión en la granja por la sencillez de un lenguaje cargado de ironía, pero exento de artificio y retórica. Un libro breve y muy divertido que hay que leer entre líneas.
Orwell cuenta una fábula en la que los animales de una granja han arrebatado el poder a sus amos, seducidos por la incesante verborrea del demagogo de turno, en este caso «el verraco», que les machaca continuamente con la idea de que hay que oponerse al Hombre y a todo lo que este hace. La idea que transmite es: «En la revolución todos serán iguales». Pero una vez han conseguido destronar al Hombre, los cerdos toman el poder protegidos por una guardia pretoriana: los perros, y el resto de los animales empiezan a darse cuenta de que «todos son iguales, pero algunos son más iguales que otros».
La intención del escritor fue destruir el mito de que la Unión Soviética era un estado socialista y una crítica al comunismo. Preocupado por las consecuencias que podría acarrearle dicha crítica, (otra vez la sombra de la censura) utilizó la fábula, aunque no tardó en darse cuenta de que este recurso no le serviría de nada. Su propio país, Inglaterra, se opuso a la publicación del libro, ya que estaban a favor del régimen comunista por razones políticas que no viene al caso enumerar ahora.
Si sustituimos la ideología comunista que el libro critica por cualquier otra forma de poder, el argumento sigue y seguirá estando vigente. El ser humano, una vez situado en un status de control, poder y privilegios, independientemente de su color o ideología, acabará arruinando cualquier utopía por hermosa que pueda parecer. Una vez conquistado el primer escalón del podio, sea este de la condición que sea, el Hombre tenderá poco a poco a perder la línea del horizonte de la realidad, en proporción directa con la altura del escalón que haya alcanzado.
Jane Eyre. Charlotte Brontë.
Las tres hermanas Brontë son representantes del romanticismo inglés y este libro está considerado literatura romántica a pesar de que fue publicado en 1847, pero sin duda participa de las características del movimiento: la naturaleza como una protagonista más que incide o anticipa los sucesos, la idea de lo sublime, las pasiones desaforadas, etc. y, tal vez, no gustaría a los jóvenes del siglo XXI; aunque definirlo solo como literatura romántica no le haría justicia. Es un libro que habla de las diferencias de clase y de los condicionantes a los que esto conlleva y más todavía, en el caso de una mujer; también nos muestra a una heroína que lucha por emanciparse, por ser libre e independiente económicamente y que no se rinde jamás, da igual los problemas que surjan en su camino.
No es posible decir que Jane Eyre sea una feminista, estos movimientos aparecieron en Estados Unidos en 1840 y no llegaron al Reino Unido hasta muchos años después de que se escribiera y publicara el libro de Charlotte Brontë; pero es evidente que Jane es una luchadora que demuestra inteligencia, fortaleza de carácter y algo que ahora está muy de moda, resiliencia ante los infortunios de la vida. Su actitud y personalidad le ayudarán a prosperar en un mundo hostil dominado por los hombres, en el que pertenecer a una clase inferior solo podía conducir al servilismo, la mendicidad, la prostitución y, en el mejor de los casos, a un matrimonio pobre y desgraciado.
Por eso lo he incluido en esta selección, porque estoy en contra de cualquier censura artística, sobre todo, si no se conoce la historia, ni las motivaciones que han creado estas obras de arte. Las personas que atacan los libros y películas del pasado, a lo mejor, deberían hacer una revisión o relectura, porque en muchas páginas e imágenes del pasado aparecen mujeres en las que ya se apreciaba la esencia de una sutil resistencia feminista, entonces inadmisible y prohibida.
El problema no son las creaciones artísticas, sino las modas que cambian al ritmo de quien las impone. Si algo está fuera de las normas establecidas, causa extrañeza, incomodidad y acabará siendo segregado o marginado; igualmente, si se considera inútil o no cumple los objetivos marcados por los que mandan, la sociedad intentará eliminarlo. Por tanto, y solo según mi opinión, para evitar la destrucción o la censura solo nos queda adquirir más cultura y conocimientos que nos ayuden a estimular la reflexión y el criterio.
Amalia Hoya
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