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2 Mi fuente bejarana favorita: La Fuente de los ocho caños
Fig 1:Fuente de los 8 caños, con la Fuente de l Sábana al fondoConocida con diferentes nombres a lo largo de su historia, sigue cumpliendo las mismas funciones recreativas para las que fue asentada hace exactamente 444 años, en medio de su cenador frente al estanque de El Bosque y a la sombra de los árboles que renuevan la de los viejos olmos originales, una acertada integración escénica entre artificio y Naturaleza.
Esta bella pieza de fontanería fue instalada en la primavera de 1577 como remate del «çenador nuevo donde el duque mi señor manda hacer la fuente», y era parte del destajo que había tomado a su cargo el cantero local Juan Pérez. Un segundo destajo fue contratado con los maestros de albañilería Gaspar de León y Juan Martín, moriscos los dos, quienes se ocuparon de encañar el agua para la nueva fuente desde la llamada «fuente vieja», situada a 112 metros en medio del bosque de castaños de la villa de recreo; la conducción se ha conservado en paralelo a la de plomo, decimonónica, y consta de una tubería cerámica más un sifón a base de atanores de piedra, semejantes a los del acueducto que atravesaba la Corredera a finales del mismo siglo XVI.
En varias cédulas de pago fechadas entre mayo y junio de 1577 se consignan los nombres de los artífices que labraron y asentaron las piezas de granito de la fuente, ya operativa a principios de junio: además de los maestros mencionados, recibieron su salario los oficiales de cantería Pedro Romero y Jerónimo de Zúñiga, bejaranos, y el candelariense Antonio Nieto, así como un nutrido grupo de carreteros y peones entre los que no es posible distinguir si ayudaban en la obra de la fuente o en la primera ampliación del Palacete, el tercer destajo contratado por el duque en esas fechas. Caso aparte son los gastos por labores de carpintería, con el maestro Sebastián Hernández al frente, que podrían referirse tanto a las cubiertas del edificio como a un probable enverjado de celosías para el cenador, idéntico a lo documentado seis años después en los de la Heredad de los Picozos, la segunda villa de recreo de los Zúñiga en Béjar.
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Fig 6El diseño y calidad de la talla, en particular la taza con sus ocho mascarones diferentes (figuras 1 y 2), su composición en medio del cenador (figuras 3 y 4) y las proporciones y relaciones con el conjunto de la terraza del estanque (figuras 5 y 6) no parece que puedan atribuirse a los desconocidos maestros y oficiales documentados, quienes se limitarían a seguir las trazas de un maestro de mayor categoría. La identidad de este arquitecto se desconoce, pero bien podría tratarse del cacereño Pedro de Marquina, autor de varios proyectos para la reforma renacentista del palacio ducal de Béjar entre 1567 y 1569 (patio porticado con su fuente y su escalera aérea, Corredor de la Yedra sobre la Huerta del Aire, portada monumental hacia la Plaza Mayor), y cuya obra muestra ciertos detalles de arquitectura oblicua que se repiten en la escalera del palacio urbano y en las de El Bosque. Marquina se encontraba en Béjar en 1573, pero falleció al año siguiente o en la primera mitad de 1575, lo que no impide atribuirle la traza para el cenador y la fuente e incluso que labrara de su mano la taza y otras partes delicadas del proyecto, como propone el arquitecto Fernando Enríquez en su investigación sobre Pedro de Marquina (tesis doctoral en curso), dada la similitud en la talla de estas piezas con otras del mismo maestro. Esta hipótesis viene a reforzarse con el análisis petrofísico de la taza, labrada en un tipo de granito que no procede de ninguna de las canteras documentadas en las obras de El Bosque (las de Valdesangil, Sorihuela y Santibáñez), sino que pudo ser «traída de lejos ya labrada», según proponen los geólogos que estudiaron su composición en 2006. De acuerdo con todo lo expuesto, cabe pensar en un proyecto de Marquina para el conjunto de fuente y cenador, con la talla de la taza y otras partes a cargo del mismo maestro, la ejecución parcial del cenador poco antes de su fallecimiento y la consecuente interrupción de las obras, no reanudadas hasta la primavera de 1577 con la incorporación de las piezas labradas por Marquina.
La obra es más compleja de lo que parece a primera vista, pues como vemos es indisociable del cenador y de la terraza del estanque, a cuyo diseño quedó ligada. En realidad, el «çenador nuevo» es un ámbito de planta rectangular con asiento de piedra alrededor que adquiere la forma de un cuadrado perfecto al agregarle la parte abalaustrada del paseadero, y su lado, de algo menos de 50 pies (casi 14 metros, módulo del conjunto aterrazado de El Bosque), está en proporción áurea con el radio de la «plaça al remonte del estanque», la rotonda de doble exedra que se construiría en 1583. A su vez, el rectángulo también es áureo y sus semi-diagonales simétricas determinan la posición y seriación de los pedestales del inmediato pretil del estanque (véanse los planos de la figura 6), todo lo cual pone en evidencia un proyecto global de autor desconocido –quizá el mismo Pedro de Marquina– que fue llevado a obra en varias fases entre 1566 y 1583.
El cenador se ordena simétricamente desde el estrado blasonado, una pieza de valor representativo presidido por la heráldica de Zúñiga y Sotomayor y las iniciales apócrifas F y G, en ambos casos bajo corona ducal; ciertos detalles de este estrado (roleos laterales y coronación) parecen inspirados en la lámina LXVI qua aparece en el libro IV del tratado de arquitectura de Sebastiano Serlio, bien conocido en España incluso antes de la edición en castellano de Francisco de Villalpando, de 1552. Pero es la fuente la construcción que protagoniza el espacio, dispuesta igualmente en el eje de simetría en coincidencia con la ordenación transversal de la terraza hacia la fachada del Palacete, en origen con un imponente alzado que duplicaba la longitud del actual. La pila de la fuente es de figura octogonal y sencilla labra –la misma forma y dimensiones que la planta del templete original de la isla–, y se alza sobre un esbelto fuste que sustenta la taza circular, orlada con ocho mascarones en forma de putto, bárbaro, simio, león, tritón y otras tres figuras ya irreconocibles.
La taza carece del característico remate de piedra a modo de surtidor superior, y así es como conocen esta fuente bejaranos y forasteros, pero entre los tiempos del duque Francisco II (1565-1591) y la extinción de la varonía de los Zúñiga (1777) su coronación era muy distinta: una curiosa escultura simiesca presidía lo alto de la taza, conocida entonces como «el mono de alabastro», y poco después de fallecer Francisco II se la disputaban el heredero y futuro duque, Francisco III, y su madrastra, viuda de su padre, Brianda Sarmiento de la Cerda.
La figura debía ser de pequeño tamaño, pues era desmontable y se podía trasladar a la fuente de Los Picozos, y por su material –acaso sería mármol en vez de alabastro– y su rareza iconográfica bien pudiera proceder de los talleres mediceos de Florencia, único ámbito cultural de la época donde se constata el interés por este tema, dentro del tipo de juguetes escultóricos asociados a las fuentes de jardín: así se aprecia en la obra de Niccolò Tribolo (Gruta de los Animales en la villa de Castello), del célebre Giambologna (Fuente de Sansón matando a un Filisteo, entre otras obras) o del menos conocido Camilo Mariani (Fontana delle Scimmie en el Boboli, con tres monos inspirados en los del Giambologna, entre otras piezas). No se ha podido documentar esta procedencia itálica, pero en el libro de cuentas de Leonor de Toledo, esposa de Cosimo de Medici y prima de los Zúñiga, se anota el coste de tres estatuas de mármol destinadas a sus parientes Luis, Pedro y Francisco en marzo de 1558. El encargo del triple regalo se hizo al escultor Giovanni di Paolo Fancelli, también conocido como Nanni di Stocco, otro de los artistas de la corte medicea especializado en figuras para fuentes de jardín: ¿podría ser una de ellas el mono de alabastro que lucía nuestra Fuente de los Ocho Caños?
Fig 7Para ayudar a imaginar este curioso remate simiesco he preparado la recreación digital de la figura 7, a partir de uno de los monos del Tribolo haciendo su acuática monería sobre la taza bejarana. El resto de la obra, la fuente y su cenador en el excepcional contexto de El Bosque, lo podemos disfrutar casi a diario, a pesar del empeño de las administraciones propietarias por destruir este BIC-Jardín Histórico.
José Muñoz Domínguez
NOTA: puesto que se trata de un artículo divulgativo, no incluyo ninguna referencia documental ni bibliográfica; si alguien estuviera interesado en conocerlas, puede pedirlas a la redacción de este semanario.
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