Bajo licencia de Creative Commons.
16 La cometa: Impresiones subjetivas del retrato de Sor Jerónima de la Fuente de Diego Velázquez
Cuando observo las obras de arte en los museos, imagino que ser artista consiste precisamente en intuir dichas obras con antelación, es decir, en el interior del material que les da forma. Por supuesto, es solo una idea subjetiva que no es necesario compartir, pero si estuviera en lo cierto, indicaría que el escultor va desbrozando la piedra, mármol, madera, etc., hasta “desvelar” la escultura que ya existía bajo ellos. En la pintura, en cambio, imagino al autor cubriendo todo el lienzo con una única capa oscura y luego, lentamente, la difuminará para conseguir que las figuras que están ocultas salgan a la luz.
Esta sensación de “salir a la luz” la he tenido, por ejemplo, al ver en el Museo del Prado el cuadro de Velázquez: Sor Jerónima de la Fuente. La figura camaleónica de la monja, algo empastada en el marrón del fondo, brota de repente ante mis ojos y me provoca un sobresalto, pues no me había fijado que, antes de ser pintada por Velázquez, ya estaba ahí, envuelta en el triste hábito, agazapada en ese amargo color que impregna todo el cuadro, escasamente animado por el blanco de la pechera. Aparentemente, su figura es maciza y estática, pero si la observo mejor me doy cuenta de que está en posición de avance: el hombro izquierdo ligeramente arqueado, el peso del cuerpo sobre el pie derecho, que asoma bajo el borde del hábito, la cabeza un poco inclinada y la boca firmemente apretada, casi ahogada, siguiendo el dictado de la frase escrita sobre su cabeza: Bonum est prestolari cum silentio salutare dei. (Es bueno esperar en silencio la salvación de Dios). Y me hace sentir la fuerza, incluso la amenaza, del símbolo de su fe, enarbolado por ella con firmeza, como si fuera un martillo, y con el que parece dispuesta a aniquilar a tercos herejes inconquistables.
La impresión intimidatoria de la imagen se refuerza todavía más al darme cuenta de que, la mirada de la monja, aunque parece observar de frente al espectador, en realidad, abandona el cuadro de soslayo, en un sesgo lateral que establece cierto paralelismo con el gesto huidizo de su mano izquierda. Y es que resulta difícil saber si muestra o esconde el dogma de su fe, que aparece sujeto férreamente y situado más a la altura del hígado que del corazón, porque ya se sabe que ciertas vísceras producen jugos más adecuados para alimentar las ideas y el espíritu.
Permanezco ante el cuadro, subyugada y al mismo tiempo, sorprendida de que Velázquez, con sólo 21 años, conociera tan a fondo la naturaleza humana. Y de esta reflexión surge la idea que la verdad permanece oculta hasta que un ser especial consigue iluminarla.
Septiembre 2021
- A que tema te refieres? Al
hace 3 horas 54 mins - Ni mejor ni peor. Y tú
hace 4 horas 39 segs - Que aburricion, que la gente
hace 8 horas 45 mins - Seguid estirando ese tema
hace 14 horas 6 mins - Ni mejor ni peor. Y tú,
hace 17 horas 17 mins - Pues vaya lio, porque uno
hace 18 horas 21 mins - Gracias Luis por meternos
hace 18 horas 25 mins - Pues a mí me llaman por
hace 19 horas 43 mins - Sin duda se trata de un paso
hace 20 horas 52 mins - Tu eres un ciudadano de esos
hace 1 día 2 horas
Muy instructivo
Enviar un comentario nuevo