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15 Madrid, impresionista
Como si fuera el lema de las rebajas de El Corte Inglés se airea a los cuatro vientos que durante la primavera Madrid será impresionista, como si sólo el hecho de pronunciar la palabra mágica el famoso cielo madrileño, propio de los pinceles de Velázquez, y los roquedos graníticos que un día fueron cantera del severo Escorial se tornasen coloridos en una explosión de tonalidades. Madrid dejará atrás así la pintura del Siglo de Oro, los retratos de Goya y el academicismo del siglo XIX para dejar paso a la avalancha francesa que tan poco predicamento tuvo en su tiempo en las altas clases sociales de la capital española.
El movimiento impresionista, rupturista e innovador, pasó sin pena ni gloria para una burguesía madrileña que bebía los vientos por la llamada pintura de Historia: grandes lienzos de temática inspirada en hechos del pasado, con personajes representados con teatralidad, lujosos ropajes y actitudes de opereta. Su técnica era impecable, en todo caso, pero con respecto a la pintura en mayúsculas poco podía aportar. Mientras en Francia y el resto de los países europeos los artistas se lanzaban a la calle con el lienzo bajo el brazo con el plausible motivo de captar la incidencia de los rayos del sol sobre los objetos y su traducción en el ojo humano, en España la academia imponía su ley y los pintores continuaban su trabajo titánico en los talleres. Es por ello que en nuestras grandes colecciones públicas existen poquísimos ejemplos de pintura impresionista.
Además fueron escasos los pintores nacidos en el país a los que se puede adscribir a este movimiento pictórico, si acaso uno solo estrictamente, el cántabro Darío de Regoyos. Sus obras se encuentran desperdigadas y se hace precisa una exposición retrospectiva de su trayectoria pictórica. Si a nosotros hoy día prácticamente nos resulta un desconocido, en su época fue uno de los artistas españoles más reconocidos por pasar la mayor parte de su vida viajando por Europa y de hecho algunas de sus obras se encuentran expuestas en el Museo d’Orsay.
Y mientras París veía eclosionar el impresionismo gracias al intenso trabajo de Monet, Manet, Renoir, Pissarro y Sisley, luego sobrepasados por Cézanne, Van Gogh, Toulouse-Lautrec y Gauguin, entre otros, en España surgieron tres escuelas que intentaron romper el monopolio del todopoderoso academicismo. En Cataluña, y debido al gran desarrollo económico, la burguesía emergente demandaba un tipo de pintura distinta que decorase sus lujosas mansiones recién construidas en el Ensanche. Surge así el gusto por la pintura de pequeño formato, con escenas de la vida cotidiana algo edulcoradas, pinturas de paisaje y retratos, pronto superados por el último grito artístico de influencia europea. Ahí tenemos a pintores como Ramón Casas, Santiago Rusiñol, Isidro Nonell o Mariano Fortuny, anterior a estos y con un gran futuro artístico sólo truncado por la muerte. En el País Vasco, y por las mismas razones, nace una escuela pictórica que tiene al frente a los magnos pinceles de Ignacio Zuloaga, amante declarado de un pintor olvidado en los sótanos del Museo del Prado, un griego que había vivido en la época de Cervantes y del que poca gente se acordaba: El Greco. Y en Valencia, con la luz del Mediterráneo lamiendo la piel inmisericorde, surge la gigantesca figura de Joaquín Sorolla, a quien muchos tachan de impresionista, pero que está lejos de serlo en sentido estricto. Todos estos pintores empiezan a eclosionar unas décadas después del triunfo del impresionismo en Francia (si acaso se podría exceptuar a Fortuny) y, para que nos demos cuenta del panorama general de la pintura en España, su obra no empezó a ser apreciada hasta principios del siglo XX, tal era la pasión de la burguesía española por los paisajes, los retratos y la pintura de Historia académicos.
Por todo ello no nos debe extrañar que en nuestro país no tengamos apenas ejemplos de pintura impresionista, salvo los casos del Museo Thyssen o la Abadía de Montserrat. No nos queda entonces otra solución que viajar a París o a Estados Unidos para poder admirar la obra de los grandes rompedores de la Historia del Arte o bien que si Mahoma no va a la montaña que la montaña venga a Mahoma. Siguiendo esta última máxima, durante esta primavera, y desde ya mismo realmente, tendremos la oportunidad de poder disfrutar del impresionismo en Madrid en dos centros expositivos: el Museo Thyssen, que apuesta de nuevo por una muestra dedicada a este estilo en su “Pintura al aire libre” y dentro de unos meses en una retrospectiva sobre Camille Pissarro; y la Fundación Mapfre, que después de su exitosa exposición sobre el impresionismo, vuelve de nuevo a la carga con la dedicada a “Los bohemios” y otra más, titulada “Impresionistas y posimpresionistas. El nacimiento del arte moderno”. ¿Podremos resistir a la llamada de los impresionistas?
Carmen Cascón Matas
- Olga, tú no dijistes en un
hace 17 horas 26 mins - Claro que el tiempo pone a
hace 1 día 6 horas - El tiempo pone todo en su
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hace 3 días 18 horas - pues que eso ya es historia
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hace 5 días 5 mins - Ya que preguntas Alberto, me
hace 5 días 13 mins
No se donde poner este comentario pero me han dicho que en el Casino hay una exposiciòn que merece la pena.
No sé si te referirás a esta http://bejaraldia.es/2013/02/26/isabel-rozas-expone-en-el-casino-obrero/ , si es así date prisa porque hoy es el último día
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